Olazti. La localidad de la Sakana navarra que se encuentra más próxima a la factoría de Cementos Portland Valderribas, atraviesa un momento crucial para su futuro. La planta, perteneciente a la multinacional FCC, podría obtener en escasos meses de manos del Gobierno foral de Yolanda Barcina la autorización que le permitiría iniciar una nueva actividad en sus instalaciones, la denominada valorización energética, que consiste en la incineración de residuos dentro de sus hornos y su empleo posterior como combustibles para fabricar el cemento. Esta fuente alternativa se emplearía al 15% para la producción, mientras que el 85% restante seguiría siendo el actual pet-coque (petróleo), según las previsiones de Cementos Portland.
La planta justifica esta transición como un punto de partida básico para sobrevivir a la coyuntura económica, porque existe una amenaza de cierre para la planta navarra dentro de una reestructuración general de la compañía. De sus 158 empleados, 58 son nacidos en Olazti, 31 en la vecina Altsasu y otro 31 en otros pueblos de la mancomunidad. "Cuando hablamos de empezar a valorizar, nos referimos a hacer lo mismo que ya hacen otras 28 cementeras de todo el Estado. Somos los últimos y estamos a la cola de Europa, donde se valoriza desde hace 30 años. Esta actividad tiene una incidencia directa en los costes de producción y nos permitirá situarnos en la línea de salida", advierte Pablo Isturiz, director de Recursos Humanos de Cementos Portland de Olazti. Claro que las suspicacias en torno a la inocuidad de la valorización, un simple eufemismo para sus detractores, no han tardado en surgir. Y no sólo en Navarra, también en Gipuzkoa y, por supuesto, en Álava, cuya muga está situada a apenas tres kilómetros de la popular cementera.
La plataforma Hiru Mugak Batera, que cuenta con un buen número de miembros activos en la provincia, ha llevado la voz cantante de la oposición a este proyecto desde que se conociesen por primera vez las intenciones de Cementos. A día de hoy, la planta se encuentra a la espera de obtener los permisos para comenzar a incinerar en sus hornos tanto restos plásticos de vehículos, como neumáticos, como combustibles derivados de residuos. "Son materiales separados y preparados que encajan en el listado europeo de residuos", garantiza Isturiz. La plataforma teme que, además, más adelante se incineren también en la planta desde lodos de depuradora a pinturas y hasta basuras. "Ésta va a ser la incineradora de Navarra, Álava y, si se puede, Aragón", advierte Aitor, un portavoz de Hiru Mugak Batera residente en Olazti y que prefiere guardar el anonimato ante las amenazas que ha recibido -y denunciado- desde el entorno de la planta. "Hay mucho en juego, y por eso la cosa está muy jodida aquí. Les interesa esta estrategia de división y confrontación y lo están consiguiendo. Están dividiendo el pueblo", denuncia Aitor, quien insiste en el argumento de que "meten el miedo al cierre de la empresa para colar esto".
insostenible y peligrosa La plataforma insiste en advertir de que la quema de este tipo de residuos en la cementera tendría unas consecuencias funestas tanto sobre la salud de los vecinos de la zona y los trabajadores de la planta como sobre el medio ambiente. "La incineración es la forma más insostenible y peligrosa de tratar los residuos, genera emisiones contaminantes y tóxicas -metales pesados, dioxinas, furano, gases de efecto invernadero...- que perjudican gravemente la salud pudiendo ocasionar asma, bronquitis, enfermedades pulmonares y cardiovasculares, así como cáncer", advierte un reciente manifiesto de Hiru Mugak Batera al que, entre otros, se han unido los ayuntamientos alaveses de Dulantzi, Agurain, Asparrena, Zalduondo, San Millán y Barrundia, el presidente de la Cuadrilla de Agurain y concejal en Zalduondo, Gustavo Fernández de Villate, la Asociación de Concejos de Álava (ACOA), los concejos de Amezaga, Egino, Ibarguren y los colectivos agroganaderos UAGA, Bionekazaritza y EHNE. "La incineración en cementeras es una actividad muy peligrosa, ya que son instalaciones que no están diseñadas para esta actividad. Las peculiaridades del horno cementero hacen que, al introducir residuos para quemar, el sistema ideado para la fabricación de cemento se vuelva inestable y las emisiones sean muy difíciles de controlar durante la combustión", advierte, por su parte, el ecologista Juan del Barrio.
Álava mira a Olazti, más en concreto a Cementos Portland, flanqueada por todo tipo de producciones agrarias y ganaderas, distintivos y denominaciones de calidad, importantes espacios protegidos como el parque natural de Urbasa, Aitzkorri-Aratz, Aralar o Entzia, así como acuíferos y pantanos de abastecimiento de agua de diversas comarcas.
Dar un paseo por Asparrena, uno de los municipios alaveses más cercanos a la cementera, sirve para visualizar el rechazo que ha despertado el proyecto de valorización energética. Las banderas negras con el mensaje No a la incineradora abundan en sus ventanas. Diego Gastañares, su alcalde, advierte de que el pueblo se enfrenta a un tema "bastante preocupante". "Espero que la cosa no vaya para delante, porque cualquiera que haya visto una charla independiente se da cuenta de que lo que sale por esas chimeneas no puede ser nada nuevo. No me convence para nada la excusa de mantener los puestos de trabajo, porque una cementera siempre es necesaria", sintetiza Gastañares. De Asparrena a Agurain, Estitxu García de Vicuña recuerda que "la contaminación atmosférica no entiende de límites de ningún tipo", y en este sentido se muestra "muy sorprendida" por el "desinterés" que el proyecto de la planta de Olazti ha despertado entre la población alavesa. "Estamos a sólo tres kilómetros y van a hipotecar nuestro futuro", advierte García de Vicuña, vecina de la localidad alavesa y también integrante activa de la plataforma.
Entretanto, la factoría se defiende lo que considera "una campaña de intoxicación" y espera contar cuanto antes con los residuos para iniciar esta nueva actividad. "La experiencia de todos los estudios es que no hay ninguna afección a la salud y al medio ambiente que pueda preocupar", insiste Isturiz. "No se puede demostrar la causa-efecto, y a eso se agarran", replica Aitor. El debate sigue servido.