En una sociedad que muda su piel para seguir tolerando y encajando los avatares de la vida no es de extrañar que la antes despreciable soledad sea ahora sinónimo de autonomía, independencia incluso. El mejor ejemplo de esta mutación lo representa el cada vez mayor número de personas de edad avanzada que residen solas, una circunstancia que ha encontrado un buen banco de pruebas en los tres Territorios Históricos de la Comunidad Autónoma Vasca.

No en vano, según los datos recogidos en un estudio sociológico elaborado por el Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno vasco, en los últimos años se ha experimentado un profundo cambio en las formas habituales de convivencia en el heterogéneo grupo que forman las "personas mayores": en el año 1993, quince de cada cien compartían vivienda con hijos e incluso nietos; en 2010, esta cifra había descendido hasta quedarse en cuatro.

Asimismo, destaca cómo un 32% de los hogares compuestos por mayores de 65 años (cifrado en alrededor de ochenta y dos mil hogares) corresponden a una persona sola. Y si bien la existencia de esta alta proporción de personas de edad que viven solas constituye un indicador de autonomía y competencia, también es cierto que las administraciones y los servicios públicos (y privados) se han visto obligadas a hacer frente a una mayor presión cuando surge la temida dependencia.

Y las perspectivas a futuro inciden en una tendencia creciente del número de domicilios donde residan personas mayores. Este grupo de referencia ha pasado de representar al 18% de los hogares en 1981 al 32% en 2006. En el 57% de los hogares vascos la persona de referencia tiene entre 35 y 64 años, un 32% posee 65 años o más, y el 11% restante corresponden a menores de 35 años. Según las previsiones, este grupo de edad "aumentará hasta el año 2020 entre cincuenta mil y sesenta mil hogares", indican los autores del Estudio sobre las condiciones de vida de las personas mayores de 60 años en la Comunidad Autónoma del País Vasco.

"Lógicamente -añadían-, este aumento no significa que se vayan a crear muchos nuevos hogares en esas series de edad, sino que es fruto de la llegada a esos tramos de edad de generaciones más numerosas. Los mayores incrementos se localizan en las familias con personas de referencia de 85 años o más", zanjaba Mayte Sancho, responsable del citado documento. Esta democratización de la vejez supone ya un incremento incuestionable de los gastos sociales y sanitarios.

Con todo, las administraciones prefieren poner el acento en otro aspecto, invisible en muchas ocasiones: sus aportaciones para el sostenimiento de la cambiante sociedad: apoyo a la familia, cuidado de nietos y personas dependientes que, en muchos casos son sus parejas... Una actitud que las instituciones vascas tratan de consolidar con propuestas activas que contribuyan a facilitar su autonomía pero también su compromiso social. En cualquier caso, las propias administraciones son conscientes de que, si bien la soledad como modo de vida es reconocida hoy en día como un indicador de capacidad y aptitud, "no es menos cierto que cuando se produce en edades avanzadas y con redes sociales y familiares escasas esa competencia se transforma en riesgo". Sin embargo, una de las conclusiones tranquilizadoras que puede ser extraída del estudio es que setenta y ocho de cada cien personas mayores con descendencia declara verles todos o casi todos los días "y casi un dieciocho por ciento una o dos veces por semana. Por lo que más de nueve de cada diez personas mayores tiene contacto semanal con alguno de sus hijos con los que no convive".

Una de las principales causas de la gran intensidad de estos contactos es la cercanía de los lugares de residencia de unos y otros. Siete de cada diez personas mayores vascas viven a menos de un kilómetro de distancia de la casa de sus vástagos. Y aquellas que no tienen esta suerte, viven a menos de 25 kilómetros del domicilio de sus hijas o hijos. En relación con este hecho, destacar que entre los mayores vascos que tienen nietos (un 72% del más de medio millón de personas que viven en la CAV en este estadio de la vida) casi la mitad confiesa ayudar a sus hijos en el cuidado cotidiano de los nietos.