Grañén (Huesca). La vida de los vecinos de Grañén se podría titular Cómo ser rico y no parecerlo; o Los ricachones que hablaban a sus tractores; o simplemente Millonarios en humanidad. Porque la localidad de 2.000 habitantes agraciada con el Gordo más gordo de Navidad es, un mes después, un pueblo en el que nadie ha dejado de trabajar y en el que solo los coches brillantes de matrícula resplandeciente hacen atisbar la pasta que asoma bajo las alfombrillas. "Aquí, el que más y el que menos pagaba una hipoteca, tenía pendientes letras del campo, debía maquinaria o el riego. Había empresas que habían cerrado, incluso gente que lo estaba pasando muy mal, pidiendo para comer..." dice Pilar Azagra, lotera y hada madrina. Lo confirma Mari Paz Selles que asegura que, con sus 600.000 euros, lo que más feliz le ha hecho "es ayudar a dos personas que quiero mucho y que lo necesitaban. Por lo demás solo he ganado en tranquilidad", afirma.
Raúl Rivas, agente del Banco Santander hasta que el 58.268 le convirtió en un clon del Tío Gilito, sabe mucho de este gordo per cápita. "Estamos desbordados. Desde el día 22 de diciembre no veo a mi familia, he tenido aluviones de gente, personas que no solo traían décimos, sino cuatro, cinco o seis participaciones que iban encontrando por las mesillas. Y cada papeleta son 100.000 euros. ¡En Grañén por ese dinero te compras un piso cojonudo!".
Trabajar y seguir trabajando... en el campo, en la ganadería o en su bar, el Cañardo, como hacen Milagros Gracia y su hijo Luis Callén, a los que llovieron del cielo 400.000 euros. "Hemos ido a peor", bromea Luis, de 23 años. "El día del sorteo acabamos a las tres de la mañana, vinieron a comer periodistas, agentes de bancos y encima teníamos una cena de empresa", explica. "Y eso que pensé que solo tenía el reintegro, -interviene su madre, Milagros-. Cuando me enteré de que eran 66 millones de los de antes, grité y los que estaban almorzando pensaron que me había quemado o cortado en la cocina. Nunca creí que el día que me tocase la lotería iba a trabajar más que nunca". Ellos no han copiado a los propietarios del bar Boira, en Tardienta, a siete kilómetros, "que llevaban mucho" y dieron la espantá.
Pepe Ocón es también de los que continúan pringando. "Yo creo que con 400.000 euros te sonríe la vida hasta que ella acabe contigo, o tú con ella", reconoce un afortunado ganador que no ha jugado nunca ya que la ludópata de la familia es su mujer, Mª Jesús Domper.
fortunato Oriol y Pilar Azagra
"Más de uno se llevó una serie del Gordo, pero esos ni 'mú'..."
Fortunato Oriol y Pilar Azagra bendijeron la zona con 740 millones de euros, repartidos en la administración, en bares y sobre todo desde las amas de casa de Sodeto, que, "como hormiguicas", vendieron participaciones casa por casa. Rebautizado como Sort, Grañén no ha dejado de dar pedreas desde Navidad y en el Niño vendió diez veces más. "En septiembre sellamos, con un euro, una bonoloto de 3.857.167 euros a un señor con dos hijas y dos nietos que hace la misma vida de siempre, solo ha cambiado de coche, ha arreglado el piso... pero nada más", dice Pilar, subrayando la normalidad de las gentes de Grañén.
Fortunato, que recorre los pueblos de la comarca con su lotería, asegura que también hay muchos a los que no les ha tocado. "A una chiqueta de un bar le llevé 4.000 euros de ese número y me dijo que no le gustaba el 8, que se lo cambiase por un 5. ¡Mira tú lo que son las cosas!". Son lo que allí llaman décimos podridos, los que estaban cerquita pero no se contagiaron en el bombo.
"Nosotros devolvimos dos décimos del 58.268 a las nueve y media de la noche del día anterior. No tenía que ser y no fue, pero ese número tenía algo", recalca. Tampoco les han llovido los regalos. "Un señor de Salamanca nos mandó un jamón de pata negra, pero nada más. La gente dice... si me toca..., pero luego... Y eso que nosotros sabemos de más de uno que se ha llevado una serie pero ni mú."
El alcalde de Grañén, Carlos Sámperiz, ratifica que "había gente que estaba muy jodida". "Están con la concentración y la modernización y eso les supone un desembolso fuerte de dinero; 6.000 euros por hectárea, o sea, hipotecados hasta los restos. El consumo de ganadería había bajado, los negocios flojeaban o cerraban, estaba todo mal".
Lo corrobora Raúl Rivas, el del Banco Santander. "Muchos de los vecinos comprarán tractores, que cuestan entre doce y quince millones, y pagarán las instalaciones de regadío por aspersión que antes se financiaban a 20 ó 30 años y ahora se liquidarán de un plumazo. Es verdad que también se ve mucho coche de lujo. Entre lunes, martes y miércoles, he pagado ya siete vehículos de gama alta. Pero mientras la gente se piensa qué hacer con el dinero, lo quiere colocar bien, por eso le ofrecemos un depósito al 7%. Que son 590 euros de intereses por cada papeleta de cinco euros, ¡eh!", advierte a los profanos desde una entidad que se ha hecho de oro. Y eso que en el pueblo hay otras tres sucursales bancarias.
Incapaz de gestionar tanto dinero, Raúl Rivas ha recibido la ayuda extra de seis comerciales que tuvieron que instalarse en un local cercano, y se vio obligado a delegar en Zaragoza -donde se ha montado un centro de gestión- la coordinación de todos los millones caídos en esta zona de Los Monegros, al tiempo que regalaba televisores y relojes Ferrari para trabajarse a la fiel clientela.
Milagros Gracia y Luis Callén
"Vamos a pagar el crédito del negocio, las obras del piso..."
Milagros Gracia y su hijo Luis Callén siguen dando el callo, sirviendo más de ochenta comidas al día y algunas cenas menos. La suerte les llegó a través de unos contratistas que comen en su restaurante y con los que cambiaron un décimo, que la empresa también entregó de aguinaldo la víspera a cada trabajador. "Como el negocio es de casa y vivimos justo arriba, no lo vamos a dejar", confirma Luis, quien aclara que el dinero no le ha hecho más ligón porque ya lo era. "Además tengo novia", avisa a navegantes e interesadas.
Aragoneses austeros, de caprichos, lo justo. "En febrero siempre me cojo una semana de vacaciones, esta vez iré con unas amigas a Turquía porque quiero un poquito de sol, que frío ya pasamos aquí bastante", dice Milagros, frotándose las manos. Sin embargo, nada de cuatro ruedas nuevas. "Tenemos un coche cada uno y cambiar por cambiar, pues tampoco... Lo único es que este viernes nos hemos juntado los cuatro hermanos que somos, a otro también le ha tocado, y hemos invitado a toda la familia y les hemos comprado unos regalitos". Como excepción se han cogido esa tarde porque solo cierran los lunes. "Vamos a terminar de pagar el crédito del negocio que abrimos hace ocho años, rematar las obras del piso y a ver si queda algo para invertir y repartir entre los tres hijos, Begoña, Rebeca y Luis", señala Milagros.