Vitoria. Dice un aforismo hindú que si encuentras en la playa a una persona hambrienta, no le regales un pez, enséñale a pescar. Y en Cáritas llevan ya casi medio siglo siguiendo esta máxima al pie de la letra. Los pescadores de hombres alaveses trabajan cada día con el objetivo de encontrar un espacio para aquellos que no tienen donde ser atendidos. Y lo consiguen. Sólo en el último año han recibido a más de 17.000 personas a las que han respaldado gracias al millón de euros que la sociedad alavesa ha donado desinteresadamente para los que la prima de riesgo se ha convertido en la oveja más negra de su familia.
Una organización que no cree en razas, creencias ni idiomas. Sólo en prestar una mano amiga y ser esa tienda de cañas, donde conseguir que todo el mundo aprenda a pescar y que remonta su actividad a los años cuarenta cuando varios grupos de personas se unieron en las parroquias para respaldar a los necesitados. Una semilla de la que en 1965 surgió esta organización sin ánimo de lucro que ha ido adaptándose a la realidad social. "Cuando arrancamos en los 40 era la posguerra y se reparte comida, en los 60 acoge a la inmigración española y nace el comedor. Después en los 80 nos dedicamos más al entorno que generan las drogas y sus espacios marginales y en los 90 surgen las familias monoparentales. No es hasta 2000 cuando llega la inmigración del extranjero y a partir de 2009 ayudamos al parado por la crisis", resume el secretario general del colectivo en Álava, Ramón Ibeas.
De esta forma, la estructura ha ido creciendo con el tiempo hasta llegar a contar con ocho sedes en Vitoria, una en el valle de Ayala y una trabajadora social que atiende el ámbito rural. Una red indispensable para afrontar ahora uno de sus mayores retos de los últimos tiempos. Y es que la crisis ha hecho que esta asociación busque alternativas una vez más ante la complicada coyuntura económica. "Nos reinventamos continuamente. Los volúmenes de necesidad de ahora son distintos. La población se ha multiplicado pero nuestra caja no lo ha hecho de la misma manera", explica el secretario general de la organización en el territorio.
Y es que ante la crisis alarmante que afecta a la sociedad, Cáritas tuvo que explotar más su línea de ayudas económicas hasta que, a mediados del año pasado, tuvo que reorganizar sus parámetros para el acceso a las ayudas económicas. "Pasamos de sostener a 35 familias por mes a 340 en sólo cuatro años. Nosotros siempre nos planteamos la evolución de la persona. Ayudar a todo y en todo. Lo económico no deja de ser una parte, pero no somos una institución. Queremos ayudar a la persona en su globalidad para que llegue a ser autónomo porque el paternalismo genera dependencia", manifiesta Ramón.
Y prevé un año 2012 duro en el que recuerda también a las instituciones que tienen un papel importante que realizar por su deber de representar a todos. "En nombre de una situación económmica complicada se están dando palos innecsarios. Tienen que recordar que hacer política no es hacer presupuestos, sino es ofrecer a una sociedad una posibilidad", reivindica. Una filosofía que sirve de base para la labor diaria de Cáritas, donde los beneficiarios pueden acceder al servicio jurídico, de acogida y atención primario, de inserción de empleo, de animación o de aprendizaje de castellano, entre otros.
más con menos Un sinfín de actividades para las que, ante la situación por la que atraviesa la sociedad, se ha aplicado la máxima del hacer más con menos. Es en este punto donde el capital humano de esta asociación se convierte en una partida mucho más valiosa. Porque el presupuesto del colectivo no sería suficiente para pagar a los 787 voluntarios que arriman el hombro cada día para sacar adelante la casi veintena de programas que se desarrollan. Uno de ellos es Iñaki Ruiz de Larrea, que lleva más de una década como chico para todo, desde profesor de castellano hasta miembro del grupo de seguimiento de ayudas. Y es que una vez que se prejubiló y en su parroquia le ofrecieron la oportunidad de echar una mano, no se lo pensó dos veces.
En todos estos años, reconoce que la situación ha cambiado mucho y que la actual coyuntura ha supuesto un punto de inflexión. "Ha habido que cambiar la forma de gestionar, con otros parámetros para que busquen trabajo y disminuyendo las ayudas. No sólo se puede venir a por el dinero. Hay que seguir un proceso", remarca Iñaki en referencia a la nuevo política de Cáritas de volver a llevar a sus beneficiarios a seguir un proceso completo que les ayude a pescar sus propios peces en un futuro.
Un trabajo "importante en el que, a veces, hay que ser frío pero que, sin dudarlo, recomiendo". Porque Iñaki ha podido comprobar que no es lo mismo saber de la existencia de una realidad que verla. "A mí me ha afectado en mi forma de ser. Mi experiencia ha sido muy positiva y animo a la gente a que venga porque lo va a agradecer", explica. Porque ahora que conoce el colectivo de primera mano reconoce que lleva a cabo una labor imprescindible. "Su trabajo es indispensable porque si no existiese, habría más gente delinquiendo y en una situación muy mala. Aquí jamás se ha dejado fuera a gente sin recursos", asegura.
Así lo piensan también aquellos que han encontrado allí la respuesta a sus problemas. Como Khaled Smara. Un argelino de 40 años que aterrizó en Vitoria en 2005 y encontró un segundo hogar en la organización por lo que "siempre estaré agradecido porque me han ayudado mucho". Desde que llegó a la capital alavesa, su objetivo ha sido mantener a su familia con sus propios medios y para lograrlo se acercó hasta Cáritas donde le ayudaron con el idioma y el empleo. "Estuve trabajando cuatro años en una empresa hasta que la crisis llegó y me quedé en el paro", recuerda.
Así que para poder sacar adelante a su mujer y sus dos hijos de 3 años y de 18 meses, volvió a tocar la puerta de Cáritas que, una vez más, se la abrió de par en par para ofrecerle formación que le sirviera de reciclaje para contar con más opciones en el mercado laboral. Así ha sido como Khaled ha encontrado trabajo en la empresa de inserción Berezi 99. "Hice un cursillo de mantenimiento y hace un mes he encontrado trabajo para seis meses. Hay gente que va a las actividades sin ganas. Para mí lo mejor es trabajar", reconoce con la esperanza de que se le renueve el contrato.
todo agradecimiento No ha tenido tanta suerte Bakary Kebbeh, que sigue buscando después de que se quedara en el paro con la llegada de la crisis. Una situación a la que no está acostumbrado después de que, desde que llegara a España desde Gambia hace 11 años con tan sólo 18, haya estado ocupado la mayoría del tiempo. "Vine a buscar trabajo para ayudar a mi familia. He estado echando asfalto, en el campo, en fábricas,... Y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Además, tengo el carné de residencia", se oferta. Porque su objetivo es dar de comer a su mujer y sus hijos de 8 y 5 años y al que está en camino. Además quiere conseguir una casa en mejores condiciones para vivir, ya que la actual tiene humedades que asegura que ya le han obligado a ingresar a su hija en el hospital en una ocasión por bronquitis.
Por ello, siempre ha estado en contacto con Cáritas que ha sabido orientarle y darle esa caña que él quiere para salir adelante por sí mismo. "He trabajado ocho años de los once que llevó aquí. Siempre me han vuelto a contratar en las empresas donde he estado, pero ahora no hay nada. He hecho un curso de pintura hace poco y ahora estoy dando clases de castellano, mientras busco algo. Mi mujer también va a actividades para ver si tiene más suerte", reconoce.
Y es que asegura que prefiere que le den los medios para subsistir por sí mismo que una prestación económica que signifique pan para hoy y hambre para mañana. "Desde que llegué aquí en 2007, me han ayudado mucho. Ahora me echan una mano para pagar las cosas, pero espero poder ganar mi dinero para que puedan ayudar a otro. Lo que hace Cáritas yo lo veo muy bien porque está para todo el mundo", agradece.
Ramón, Iñaki, Khaled y Bakary son la muestra de que es posible luchar por un mundo mejor. Un lugar donde a unos no les sobre tanto para que otros no tengan nada. Una realidad para la que todavía queda un largo camino que recorrer. Porque cuando Cáritas tiene mucho trabajo es un indicativo de que algo no funciona bien. Que hay que hacer una revisión, no sólo de la situación, sino de la conciencia global. "Ojalá por aquí no tuviera que pasar nadie. Para nosotros es un fracaso social porque cuanto más altos son nuestros números, peor es la situación social. Aquí recogemos a los que no tienen espacio", lamenta el secretario general de Cáritas Álava, Ramón Ibeas, que debe ser de los pocos que aspiran a estar en el paro en esta faceta de su vida. Pero sus oficinas están ahora más llenas que nunca. Mientras tanto, ellos siguen repartiendo cañas de solidaridad para conseguir cumplir con el reto que el filántropo Luis Antonio Ferré marcó para esta sociedad: "no permitir por más tiempo que los hijos de la pobreza de hoy, se conviertan en los padres de la pobreza en el mañana". Por desgracia, todavía queda mucho trabajo por hacer.