Han sido sólo diez años lo que han pasado desde que Vitoria se vio inmersa en uno de los mayores cambios sociológicos que ha vivido en toda su historia. En 1999 el porcentaje de inmigrantes extranjeros en la capital alavesa era del 2% sobre una población sensiblemente menor a la actual. Hoy día ese porcentaje se ha elevado hasta el 10% y se refleja, como no puede ser de otra manera, en la calle. Principalmente en el Casco Viejo, aunque cada vez más en los barrios, los nuevos vitorianos despiertan recelos en muchos autóctonos, que temen ver diluida su idiosincrasia en un crisol de culturas. Es cierto que la Vitoria de hoy no es la de hace diez años, pero tampoco la de los setenta era de la misma que en 1940, antes de que la pujante industria de la ciudad demandara mano de obra de fuera.
Lo cierto es que el nuevo cambio sociológico de la ciudad es mucho más rico que el que trajo la industrialización de mitad del siglo XX. Cualquier día, a media mañana, la plaza ubicada frente al centro cívico Aldabe es un hervidero de culturas. Marroquíes, subsaharianos, pakistaníes, latinos y chinos conviven en torno a este espacio con vecinos que llegaron a Vitoria hace ya muchas décadas.
Miguel, españa
"No quiero relacionarme con ellos"
Miguel desconfía. Cargado con la bolsa de la compra, se dirige a su piso de la calle Barrancal, adonde llegó hace la friolera de 43 años. Asegura que evita a los extranjeros que pueblan el barrio, pese a reconocer que no causan problemas, y que él mismo vivió hace casi mismo siglo la exclusión por parte de los vitorianos de entonces. "Yo no puedo hablar de la convivencia de otras personas porque intento no relacionarme con ellos, acepto que son personas pero sus culturas son muy diferentes a la mía", señala, para advertir inmediatamente después de que "posiblemente aquí termine ocurriendo como cuando los Reyes Católicos, que tenga que venir uno para solucionar esto". Un mensaje duro el de cordobés, que admite que Vitoria acoja a extranjeros, "pero no tantos". Pero, ¿hay problemas en el barrio con estas personas? "No, problemas no hay, encima de mi casa viven algunos, pero no tengo relación con ellos. No sé si a ellos les gusta relacionarse con la gente de aquí, yo no los persigo ni nada de eso, pero no quiero relacionarme con ellos", insiste. Miguel critica que "la gente de siempre nos diga que hay que aceptar a todo el mundo", teniendo en cuenta que "cuando yo vine aquí tampoco éramos muy bien aceptados, los mismos del país, y para mí el país es España. Ahora tenemos que aceptar a los de fuera". Tantos años después de su llegada a Vitoria, Miguel no puede ocultar el resquemor que le produjo aquel rechazo inicial, aunque asegura sentirse "como uno más de aquí" y señala que "nunca" ha tenido problemas.
karim, marruecos
"Si tú estás bien con los vecinos ellos están bien contigo"
A apenas un centenar de metros del portal de Miguel se encuentra la carnicería Halal (que vende productos tratados según el rito musulmán) que regenta Karim, joven bereber de 31 años que lleva siete años en Vitoria, "sin salir de la calle Barrancal". Entre chilabas y túnicas para mujer, camisetas del Barça, dátiles, plátanos, dulces árabes, cus-cus, jenna para tatuajes y multitud de exóticos productos, el rifeño -nació en Nador, una ciudad a la sombra de la cadena montañosa de la que son originarios los bereberes, pueblo marginado durante muchos años por Marruecos- explica que a su tienda, de unos años a esta parte, acuden "españoles, latinos, africanos", además de árabes y argelinos, los clientes tradicionales de una tienda que piensa ampliar añadiendo el local adyacente, pese a que el cordero, su principal fuente de ingresos, "está subiendo demasiado de precio".
Karim afirma que "con la crisis la cosa no está igual que antes, pero como trabajamos con todo el mundo vamos bien", y explica, entre risas, que durante el ramadán -un mes durante el que los musulmanes sólo pueden alimentarse de noche- sus ventas se incrementaron porque "la gente venía y comía con los ojos, compraba mucho". Karim dice vivir a gusto en Vitoria, una ciudad donde el extranjero recibe mejor trato que "en Cataluña", y explica que al menos en Barrancal, símbolo durante años de un mestizaje cultural no siempre bien llevado por todo el mundo, "nos llevamos bien con los vecinos. Hay chicos árabes robando y dando problemas en la calle -añade-, pero si tu estás bien los vecinos están bien contigo, y si no estás bien la gente te va a mirar mal". Karim ve el futuro con optimismo. "Soy autónomo, tengo un contrato con Vitalquiler para comprar la tienda y me va bien", afirma, tras disculparse por su nivel de español. "Es que hablo sobre todo con árabes", concluye.
patricia, ecuador
"Aquí cada cual va a lo suyo, pero las relaciones son buenas"
En el locutorio Malecón 2000 de la calle Siervas de Jesús, la ecuatoriana Patricia proyecta su voz sobre el moderado volumen de la música latina. "Aquí, en esta calle, nadie se mete con nadie, más adentro del Casco Viejo es otra cosa, pero como aquí todo son negocios cada cual va a lo suyo y las relaciones son buenas. Hay una buena convivencia, no sé qué opinan ustedes", interpela a sus clientas. Kelly, de Colombia, explica que el locutorio es algo más que un comercio. "Aquí todos los fines de semana se reúne gente de todos los países. Vienen a llamar, a mandar envíos a sus países y a comentar cómo les ha ido el trabajo, si tienen o no, es un centro social que nos sirve para ayudarnos entre nosotros", señala Kelly, quien admite que "no hay mucha relación con otras culturas, aunque sí con los españoles, hay quien tiene novio de aquí, pero los latinos se relacionan más entre ellos porque comparten costumbres". Sin embargo, aunque el compartir calle con multitud de nacionalidades no implique mestizaje, "tampoco hay problemas".
li babali, mauritania
"Hay amistades que pasan los límites de las culturas"
Más o menos en los mismos términos se expresa Li Babali, un mauritano serio, espigado y vestido según los usos de su país que colabora con la Fundación Adsis, que trabaja con personas en riesgo de exclusión social y que en Vitoria da clases de español a extranjeros de todas las nacionalidades. "Dentro de la propia clase trabajamos la interculturalidad, la gente se conoce y se hacen amigos", señala Babali, que cuando llegó a Vitoria vivía en el Casco Medieval, aunque ahora se ha mudado. El mauritano explica que "generalmente cada uno se relaciona con gente de su propia cultura", pero también "hay amistades que pasan esos límites". La religión ha ayudado a que esto sea así, al menos en el caso de los musulmanes. "En el Casco Viejo de Vitoria hay tres mezquitas y allí se conoce gente de muchas nacionalidades, que aunque pertenezcan a diferentes sectas acuden juntos a rezar".
seiba, senegal
"Cada país tiene su asociación, pero no tenemos problemas"
Seiba, como Li Babali, es un hombre muy alto, pero si el mauritano impone desde su seriedad, el senegalés no pierde la sonrisa en ningún momento y se carcajea con ganas a la menor oportunidad. A las puertas del centro cívico Aldabe, Seiba se detiene unos minutos para charlar. Desde su metro noventa y semioculto bajo las rastas explica que viene a comprobar si tiene plaza en las clases de bailes africanos. "Voy a preguntar si tengo sitio o no, espero que sí, pagaré los treinta euros -muestra el billete de veinte y el diez entre sus dedos- y a empezar". Seiba habla de los vitorianos de toda la vida. "Algunos colaboran con nosotros, y la verdad, nos sentimos muy bien, porque no tenemos problemas. Estamos juntos y aprendemos vuestro idioma y cultura, nos mezclamos". Con relación a las otras nacionalidades con las que comparten el barrio, Seiba afirma que los senegaleses "tenemos relación, pero no en las asociaciones, cada país tiene su propio colectivo. Los senegaleses vamos por un lado y los demás por otro, pero cuando salimos a la calle estamos juntos, hablamos y reímos, estamos bien", asegura. Cuando se le pregunta si esas diferencias culturales impiden que, por ejemplo, surja el amor, sonríe con complicidad e inmediatamente después se parte de risa. "Un amigo mío tiene una amiga de Colombia, o de otro país latino, y parece que están bien", asegura.