Ana María lleva tres años trabajando en una empresa ubicada en el término municipal de Arbulo. Está contenta con su empleo, o mejor dicho con casi todos los aspectos relacionados con su labor salvo con uno. Se ocupa de la limpieza de los locales y también atiende en el comedor. La infraestructura está gestionada por el centro especial de empleo Indesa, pero pertenece a la Diputación Foral de Álava y es precisamente a esta institución a la que la trabajadora dirige los dardos de sus críticas. El recinto al que acude todos los días a desempeñar su trabajo no reúne las condiciones que exige la ley para este tipo de instalaciones, al menos en lo que a ella le atañe. No dispone de vestuario femenino ni de cuarto de baño para mujeres, lo que conjugado con los problemas de salud que padece Ana María, representa un quebradero de cabeza bastante mayor de lo que pudiera suponerse. La trabajadora explica que la gerencia de Indesa se ha preocupado en todo momento y ha atendido adecuadamente sus reiteradas solicitudes, por lo que se siente agradecida, pero añade a renglón seguido que cuando los responsables de la firma han trasladado a la Diputación la posibilidad de reformar la empresa para adecuarla a los requisitos exigidos en la norma, siempre se ha topado con negativas por falta de presupuesto.
El problema fundamental es que las instalaciones, de hecho, cuentan en la actualidad con dos vestuarios y dos baños, pero Ana María no puede en teoría hacer uso de ninguno de ellos. El primer vestuario y su baño correspondiente están reservados para los empleados y los otros dos restantes para el grupo de los supervisores. Cuando se construyeron los pabellones, nadie tuvo en cuenta la posibilidad de que una empleada pasara a formar parte de la plantilla en algún momento, pero esa situación llegó hace ya tres años y hasta la fecha nadie ha sabido darle solución. Lo peor es que, al contar con una trabajadora, es de obligado cumplimiento que las instalaciones habiliten servicios y lugares para cambiarse de ropa exclusivos para mujeres. Un requisito que cualquier empresario del territorio conoce a la perfección.
Para ser más concretos, los locales gestionados por Indesa dependen del Departamento de Bienestar Social de la Diputación. Hasta sus dependencias se ha dirigido en varias ocasiones la hermana de Ana María en busca de una posible salida, pero nunca ha logrado su objetivo.
La semana pasada trató de entrevistarse con la nueva diputada del ramo, Marta Alaña, pero no tuvo suerte, aunque asegura que no arrojará la toalla. No alcanza a comprender porqué una institución que, entre otros menesteres, se ocupa de garantizar el cumplimiento de las normas, las vulnera en el caso de su hermana. La lógica le da la razón, así como motivos para seguir preocupada.
El día a día en los locales de Arbulo transcurre plácidamente, salvo por los momentos en que toca colocarse el uniforme de trabajo o acudir al servicio. La primera contingencia se resuelve, mal que bien, cambiándose en el despacho reservado a la enfermería, pero la segunda encierra una complejidad mayor.
Debido a las complicaciones de salud que padece Ana María, necesita pasar un tiempo superior al habitual en el baño, lo cual teniendo en cuenta que se ve obligada a recurrir al comunitario de los trabajadores, representa un serio contratiempo. Por este mismo pequeño cubículo desfila a diario un nutrido grupo de personas y cuando alguien tarda más de lo normal comienza el aporreo de la puerta. Ello redunda en un estrés añadido para la empleada, que pasa verdaderos malos ratos.
Conscientes de la situación, los responsables de Indesa han llegado a elaborar un pequeño proyecto de reforma para que Ana María o cualquier otra empleada que en el futuro pudiera sumarse al equipo de trabajo, pueda disfrutar de la intimidad a la que, por ley, tiene derecho. Bajo la batuta de la exdiputada de Bienestar Social, Covadonga Solaguren, no se dispuso de dinero para hacer cumplir la norma, por lo que las dos hermanas confían en que el nuevo equipo de gobierno foral se muestre más sensible a sus necesidades.