bruselas. Compramos teléfonos, ordenadores, reproductores de música o cámaras de foto que en cuestión de meses se ven superados por otros más modernos, potentes o simplemente más bonitos. Productos con fecha de caducidad para mantener rodando la cadena del consumo, productos que se desechan por estética o simplemente porque alguno de sus componentes falla, y aun siendo reparables terminan en la basura porque el coste de adquirir uno nuevo es menor. Este fenómeno tiene nombre, obsolescencia programada, pero según reconocen las organizaciones medioambientales tiene difícil solución. Hasta ahora las instituciones europeas han pasado de largo. Ahora, la Comisión Europea anuncia que está dispuesta a abordarlo en 2012 dentro del plan de acción sobre producción y consumo sostenible. "Tenemos que luchar contra la obsolescencia programada pero hay distintos elementos y objetivos que tenemos que tener en cuenta", reconoce Stephane Arditi, responsable de desechos y productos de la Oficina de Medio Ambiente europea (EEB en sus siglas en inglés), una coalición de organizaciones creada en 1974 que trabaja en ámbitos como la biodiversidad, el cambio climático, los productos químicos o la energía. Para empezar admite que acortar la vida útil de los productos "es un escándalo" y que en algunos casos podría resolverse con regulación.
"Es cierto que hay una tendencia de la industria a acortar el ciclo de vida útil de los componentes de los productos de forma que duren un periodo limitado y en nuestra opinión esto sí puede ser regulado a través de una extensión de las garantías que minimice el impacto", explica. Según un estudio publicado en 2010 por el Centro nacional de información independiente sobre los desechos (Cniid) y Amigos de la Tierra-Francia, la duración de la vida media de los productos electrónicos corrientes era hace unos años de entre 10 y 12 años cuando ahora, pese a la mejora tecnológica, oscilan entre los 6 y los 9. Además, menos de la mitad de los productos son arreglados cuando se estropean bien porque los consideramos desfasados, porque son difíciles de desmontar como el iPad de Apple o bien porque es difícil encontrar repuestos a precios asequibles.
Reparto de culpas A juicio de Arditi, sin embargo, la industria no es el único culpable de la existencia de este fenómeno porque en muchas ocasiones somos los propios consumidores quienes cambiamos de cafetera, cámara o iPod porque se comercializa un modelo con más capacidad o de un color que nos gusta más y no porque se hayan estropeado. "Sobre esto lo único que podemos hacer es impulsar la educación y comunicación porque no es eficaz culpar a la gente", explica. Desde WWF añaden un elemento más a esta ecuación como es el problema energético que supone fabricar productos nuevos pero sin olvidar que las innovaciones tecnológicas son las que permiten lograr productos más sostenibles y que, por tanto, en ocasiones puede ser beneficioso cambiar de producto. "En principio es mejor contar con productos con una vida útil más larga, pero es importante tener en cuenta que los productos nuevos consumen menos energía", explica Arianna Vitali desde la sede de Bruselas.
Y un ejemplo de la postura de WWF es el acuerdo al que llegaron fabricantes e importadores de lavadoras de no comercializar productos de bajo rendimiento energético. Un pacto que en otras circunstancias habría atentado contra la libre competencia pero que la Comisión validó en 1999 porque contribuía al beneficio y ahorro de los consumidores. Excepciones al margen, ambos organismos reconocen que la obsolescencia programada es un fenómeno "controvertido" y que hay que aprovechar todas las oportunidades para intentar mitigar sus efectos. "No hay ninguna directiva ni ninguna jurisprudencia por eso tenemos que ser oportunistas", incide Arditi.
La primera oportunidad para intentar regular o al menos acotar este problema, que afecta principalmente a productos eléctricos y electrónicos pero también a la industria del motor y a otros sectores, llegará en 2012. Según confirma el comisario de Medio Ambiente, Janez Potocnik, en una respuesta dirigida a la eurodiputada vasca Izaskun Bilbao, "la Comisión abordará el tema de la vida útil de los productos en el marco del uso eficiente de los recursos y de sus efectos sobre el medio ambiente en la revisión del plan de acción sobre producción y consumo sostenible".