del campo a la mesa. No hay mejor manera de entender una alimentación equilibrada y saludable. Así lo quiso demostrar ayer el sindicato agroganadero UAGA de la mano de un proyecto estatal de la organización COAG dentro del programa ARCO de agricultura responsable compartida entre consumidores y productores. Alrededor de 20 agricultores y ganaderos del territorio acudieron al aparcamiento de Mendizorrotza para enseñar a los alaveses los beneficios de unos productos de calidad, de la tierra y comprados directamente al sector primario.
Queso Idiazabal, de vaca, hortalizas, legumbres, embutidos, morcilla, carne, vino... Una cesta de la compra con label de vida. Ése es el seguro que ofrece el campo alavés. Porque adquiriendo directamente los cultivos a los productores se asegura la subsistencia de sus familias y se gana en salud propia. Todo ello, además, con la garantía de la calidad asegurada.
Así lo veían Marisa y Julián, asiduos del mercado de los sábados en la plaza Santa Bárbara y de todas las iniciativas de compra transparente. "Nosotros lo preferimos porque es más fresco, conoces de dónde vienen las cosas y saben mucho mejor", aseguraban mientras hacían cola para adquirir un ticket de compra de 25 kilos de patata por ocho euros. "La alavesa es la mejor. También cogemos para nuestra hija, que vive en Madrid, y prefiere la de aquí. Es la que comemos todo el año", defendían haciendo patria.
Hasta 4.000 kilos de variedades quenebec, spunta y agria que vendían, entre otros, agricultores como Rubén, que llegado desde Ullibarri de los Olleros, daba salida a sus sacos sin descanso. "Es una vergüenza el precio al que nos están pagando este año", afirmaba en alusión a los cinco céntimos por kilo que están percibiendo por un tubérculo de gran calidad. "La gente todavía no está concienciada de la necesidad de la compra de producto local. En la tienda les entran limpias y se les hacen más apetecibles. Pero los costes de producción siguen subiendo y si la cosa sigue así, se va a tener que dejar de sembrar", lamentaba.
Y por ello también Marisa y Julián seguían de vuelta por la feria. De hecho, Marisa llevaba en la mano su última adquisición. "Me han dado para probar muelas y veremos qué tal salen", explicaban. Y es que Yolanda Urarte se erigió en la triunfadora de la jornada con el nuevo producto que se intenta recuperar. "Es como una especie de garbanzo, con sabor dulce. Antes se comía mucho y ahora se está intentando volver a sacar", comentaba mientras los niños se acercaban a la divertida propuesta que había instalado. "Se pueden llevar toda la legumbre que limpien", explicaba mientras Unai, afanoso con la lengua medio fuera, eliminaba las piedrecitas.
queso con cachitos Y, desde allí, corriendo hasta el puesto de Eli Gorrotxategi, donde esta productora enseñaba las directrices para hacer un buen queso Idiazabal. "¡Uf, tiene cachitos!", resoplaba el pequeño. Y los presente sonreían ante su ingenuidad. Entonces Eli se esmeraba en hacer entender la necesidad de mezclar el cuajo a la temperatura adecuada y seguir mezclando hasta alcanzar el punto exacto para que esos grumos se juntaran y se convirtieran en un excelente queso. Unai miraba de soslayo y no se mostraba del todo convencido afirmando que, de momento, él prefería seguir consumiendo una conocida marca comercial. "No sabe apreciar lo bueno, pero ya aprenderá", comentaba sonriente su amatxo.
Y es que un mundo de sabores y propuestas se podían descubrir allí. La receta de las albóndigas de puré de muelas o titos con queso rallado o unos buenos filetes de potro. Así lo afirmaba Adolfo Martínez de Santos, que había llegado desde la sierra de Gibijo para vender una de las mejores carnes equinas del territorio. "El caballo tiene fama se ser carne de segunda porque antes se llevaban casi los mulos. Pero es una carne muy limpia, con mucho hierro y que nosotros manejamos de forma muy tradicional. En nuestro caso, la carne viene de razas autóctonas y en peligro de extinción, hacemos todo el tratamiento para envasarla y cumplimos con todos los requisitos sanitarios", promocionaba. Y la cosa no se le daba mal porque los paquetes iban saliendo de la nevera a cierta velocidad.
Cómo no hacerlo, se preguntaba más de uno, cuando conoces de cerca el trabajo del sector y la escasa compensación. "Se intenta que haya un mercado transparente. Que los clientes cuando vean el mismo producto más caro, se pregunte dónde se queda la diferencia. Y cuando lo ven más barato, que se pregunten si el productor recibe el precio digno", invitaba a la reflexión Yolanda Urarte. La decisión, después, está en manos del cliente.