MUCHAS veces se comenta que la realidad supera a la ficción. Y por desgracia, la afirmación suele ser cierta. Y es por desgracia, porque el terrorífico asesinato de una mujer embarazada en una iglesia en Madrid el pasado jueves, parece sacado de un lacrimógeno drama de Hollywood, sólo que no tiene nada de película.
La realidad es que una joven, a la que le restaban unos pocos días para dar a luz, recibió un disparo en la cabeza, proveniente de una pistola de fogueo, previamente trucada, por un lunático al que no le tembló el pulso antes de matarse él mismo.
Iván Berral Cid es el nombre del asesino, que según informó la Jefatura Superior de Policía de Madrid, tenía un historial plagado de denuncias de violencias de género y tráfico de drogas. Vivía en la calle desde hace meses y varios vecinos del barrio afirmaron que había enloquecido y hablaba con Jesús y demás personas que sólo existían en su imaginación.
Quizá en un arrebato de fría y desesperada lucidez, decidiera poner fin a su trágica existencia. Pero rápidamente la locura reapareció en su mente, que le llevó a llevarse por delante a quien pudo antes de despedirse del mundo. De hecho, dejó una nota póstuma, que custodia la Policía y cuyo contenido no ha transcendido.
Asegura el párroco de la iglesia Santa María del Pinar, Francisco Santos, que el asesino había estado merodeando por la calle durante todo el día, pero que "no se mostraba agresivo", sino que ejercía un comportamiento "correcto". Sin embargo, a eso de las 20.00 horas, Iván Berral irrumpió en la parroquia, se acercó hasta Rocío P.O., de 36 años, y le disparó en la nuca. Acto seguido, disparó a otra mujer, de 52 años, en el pecho, y lanzó un tercer fogonazo al techo. Ante la estupefacción de los fieles, el tirador se acercó al altar y de espaldas al púlpito abrió la boca, se colocó la pistola y se mató.
una muerte y un milagro Pero la historia no concluyó ahí. Rápidamente, voluntarios del Samur llegaron a la iglesia y atendieron a las dos mujeres heridas. A una se la llevaron al hospital, con una herida de bala grave en el tórax, pero gracias a la rápida intervención se encontraba ayer estable y fuera de peligro.
Con la segunda mujer, los sanitarios no pudieron hacer nada, pero es aquí donde se produce el denominado milagro. Los voluntarios del Samur no pudieron hacer nada por reanimar a la embaraza, pero la jefa de guardia del Samur Ceferina Cuesta, no dudó en una delicadísima situación y, dado que nada podía hacerse por la madre, practicó a la mujer fallecida una cesárea y salvó a su bebé. "Fue una decisión de un segundo, una cesárea de urgencia, coger el bisturí, abrir y sacar al niño cuanto antes", manifestó ayer ante los medios de comunicación.
Un milagro, dicen algunos. La ironía de la vida, argumentarán otros. Pero el hecho es que, cuando la tragedia de la muerte se cierne sobre una sociedad que no puede soportar más historias negativas, aparece el caso de este bebé. El milagro de la vida aun en las peores circunstancias.
Ahora bien, todavía no se pueden alzar las campanas al vuelos. El recién nacido se encuentra ingresado en la residencia sanitaria La Paz y, aunque por decisión de la familia se desconoce su estado, el bebé nació en situación de parada cardiaca, por lo que no se descarta que pueda presentar secuelas neurológicas. Hace falta un segundo milagro.