vitoria. Cuando de problemas que afectan la salud emocional se trata, la experiencia no se improvisa. Por ello, lo mejor es recurrir a expertos como Enrique Saracho, el psiquiatra, psicodramatista y director de la Cooperativa de Salud Ediren, que día a día contribuye con su conocimiento a problemáticas como ésta.

¿Cómo define la llamada depresión post-Erasmus?

Es una realidad, algo que ocurre y que, a veces, afecta a estas personas que sufren desajustes cuando vuelven y se incorporan a su lugar de origen. Esto tiene que ver con las reacciones de adaptación cuando sufren los cambios y es cierto que las características más específicas de este caso lo hacen un poco más diferente. Primero, por la edad en la que están y el momento de su ciclo vital, ya que normalmente las personas que van con esta beca lo hacen en el último período de su carrera y cuando están agotando esa etapa y lo que les espera es empezar a plantearse cada vez con más seriedad un proyecto de vida adulto.

¿Cuáles son los síntomas que padecen los jóvenes que presentan esta problemática?

Sobre todo de depresión, tristeza, pena, añoranza, idealización de lo que esta fuera, de desmotivación y desvalorización de lo que hay aquí y eso va unido a ansiedad y, sobre todo, a falta de motivación, lo que podríamos llamar el cortejo depresivo que es tristeza, falta de apetito e insomnio. El joven tiende a sentir que nada le satisface, a su vez pierde el interés por las cosas y la capacidad de disfrutar. Las circunstancias del Erasmus provocan una cierta fantasía de bienestar. Existe una tendencia a idealizar, cuando se marchan fuera y ven algo diferente a lo de su casa.

¿Existe tratamiento psicológico para reducir el efecto del Erasmus?

Es importante la psicoterapia para que, en estos cuadros de adaptación y cambios donde el factor tiempo es importante, no se deje la vida emocional con interruptores de que yo pongo el on-off. Gran parte del problema que tienen los jóvenes es que cambian muy rápidamente de registro, no tienen tiempo ni de adaptarse y esperan estar acoplados al cien por cien para la semana de regreso. Entonces se desesperan, se desaniman si no lo ven. Hay que entender que un proceso de cambio requiere, por lo menos, cuatro semanas para que la persona pueda volver a tener un mínimo nivel de rendimiento.

¿Este síndrome se podría considerar como una nueva patología?

No lo creo. Sí es una vieja problemática que tiene sus nuevas formas de expresarse. Es la de todo joven cuando tiene que hacerse cargo de su vida y dar ese salto. Lo que sí me parece nuevo es que las condiciones sociales determinan que ese paso de ser estudiante a trabajador supone hoy en día una de las dificultades a las que tienen que enfrentarse los jóvenes. Además, lo hacen con menores recursos en cuanto a madurez emocional.

¿Por qué cree que los jóvenes se aferran a esta experiencia?

Porque esta experiencia tiene una duración limitada y eso favorece la idealización. Cuando sé que eso va a contar con un final y que no va a tener una continuidad, me resulta más fácil ilusionarme obviando las partes negativas y potenciando sólo las positivas. Pero, por otro lado, también es una forma de evasión de la dura realidad que tienes en tu lugar de origen. Porque como aquí lo tienes muy difícil, todo lo de fuera te parece más cómodo y bonito.

¿Qué le recomendaría a un joven con esta problemática?

Intentaría ayudarle a armar su proyecto de vida adulto, lo que significa hacerse cargo de su emancipación. A veces, los jóvenes muy estables en un entorno familiar controlado en el momento que salen al extranjero no tienen los mecanismos suficientes de autocontrol y se desbordan.