Vitoria. Superada la barrera de los 60 años la vida debería convertirse en un recorrido tranquilo y apacible con la jubilación en el horizonte y la afectividad consolidada, pero no siempre es así. El Gobierno Vasco ha constatado que sólo en el territorio alavés cerca de 250 personas mayores de esa edad sufren malos tratos. Una realidad que ve la luz después de mantener una larga serie de entrevistas personales con este colectivo. Sin embargo, los asistentes sociales que se reunieron con ellos sospechan que otros 570 podrían encontrarse en esta situación pero no se atreven a confesarlo. Una razón que explicaría esta negativa es que en el 50% de los casos de recelo, los malos tratos serían infligidos por los propios hijos de las víctimas. En otro 25% de las ocasiones el autor sería la pareja y en otro 17%, otro familiar.

La modalidad de maltrato que más frecuentemente padecen estas personas es la psicológica, seguida de la negligencia y de los abusos físicos y sexuales. Al margen del grupo que reconoce abiertamente sufrir esta situación -un 0,9% de los entrevistados-, los asistentes sociales creen que otro 1,5% se encuentra en la misma tesitura aunque se niegan a reconocerlo. Las razones que les inducen a estas sospechas son la falta de higiene personal, los problemas de habitabilidad -barreras arquitectónicas, falta de ventilación- y de limpieza observados en los hogares, la insatisfacción manifestada en la relación con amigos, familiares y allegados, la tristeza, la ansiedad, tensión y rigidez y, finalmente, la carencia de ayudas técnicas necesarias -gafas, prótesis dentales, audífonos-.

La sospecha de los entrevistadores recae fundamentalmente en mujeres mayores -72%-, un dato que parece demostrar continuidad y coherencia con las informaciones conocidas sobre violencia de género. Aunque las características de ambas violencias son diferentes, el análisis hace hincapié en el número de mujeres muertas por violencia de género mayores de 60 años en la CAV para demostrar un gran paralelismo entre ambas líneas de evolución.

En cuanto a la edad de los entrevistados, dentro de la franja comprendida entre los 60 y los 74 años se da una mayor conciencia de estar siendo víctima de malos tratos que a partir de los 75 años, frontera a partir de la cual la tasa de quienes se consideran agraviados desciende notablemente. Una teoría que explicaría este comportamiento señala que "el grado de fragilidad de las personas muy mayores, unido a la dependencia de sus cuidadores en cualquiera de sus modalidades, aparece como un claro impedimento a la hora de declarar estas situaciones".

Dependientes También el nivel de dependencia influye de forma importante en la percepción de las víctimas. Las personas mayores que se ven como maltratadas tienen una mayor dependencia para la realización de actividades de la vida diaria tanto básicas como instrumentales. "La dependencia es un factor que en muchos estudios se encuentra asociado a los malos tratos hacia las personas mayores", apunta el informe.

Un 36,4% de las personas que afirman ser maltratadas tiene unos ingresos mensuales bajos, de entre 301 y 600 euros, por lo que el documento entiende que "los entornos carenciales en cualquiera de sus manifestaciones aparecen como indicadores de riesgo". Pero las carencias no sólo se limitan al plano material. El colectivo susceptible de recibir maltrato describe un mundo pobre en apoyos. Indican en este sentido que les gustaría ver más a sus familiares y no acostumbran a participar en actividades sociales con tanta frecuencia como les gustaría. "Su mundo afectivo y social es escaso -revela el documento-, o, cuando menos, insatisfactorio para ellos".

Las repercusiones del maltrato pasan una evidente y negativa factura en los modelos de convivencia de quienes lo sufren. Así, manifiestan falta de tiempo, tensión, temor, problemas de salud, falta de intimidad, relaciones sociales anómalas, deseo de transferencia del cuidado, sentimientos de culpabilidad y sobrecarga.

Quienes reconocen su situación de maltratados señalan que la mejor medida para prevenir tanto estos comportamientos como la negligencia es "combatir estereotipos". Plantean erradicar las ideas equivocadas que tiene la ciudadanía sobre los mayores y prevenir a través de la "formación y la educación de cuidadores profesionales y familiares". Paralelamente, quienes no se perciben como maltratados son más proclives a incrementar los recursos sociales y sanitarios, así como a mejorar las condiciones de vida de los mayores y sus cuidadores.