Resulta difícil en Álava encontrar un pueblo que no duplique o triplique su población en verano. Una situación agudizada, si cabe, por la crisis económica. Los destinos turísticos lejanos ya no están al alcance de todos los bolsillos, y prueba de ello es que 60.000 vascos se quedarán este año sin vacaciones, según un estudio del Gobierno Vasco. Otros recortarán el tiempo en la playa o en un hotel y los menos, ni siquiera harán las maletas. Por ello, la casa en el pueblo se ha convertido en una alternativa para agotar los días de ocio. Pasar las vacaciones en la casa del pueblo no es una novedad. Sin embargo, este año muchos alaveses han decidido cambiar su quincena en la playa por un destino más cercano y económico para alejarse, al menos durante unos días, de la monotonía laboral y de la ciudad. Este cambio de hábitos lo notan en localidades acostumbradas a recibir veraneantes, como Labastida. Pero también en otras, hasta ahora menos acostumbradas.
Los ayuntamientos de Elciego y Labastida, por ejemplo, destacan el notable ascenso del consumo de agua que se ha producido este verano en ambas localidades. El alcalde, Luis Aldazabal, remarca el especial incremento en junio, julio y agosto. "Hemos notado que ha vuelto la gente de siempre, que antes se iban de vacaciones a otros sitios, pero que con esto de la crisis ha decidido volver al pueblo", explica.
En lo que a la ocupación hotelera se refiere, Aldazabal declara que actualmente resulta casi imposible encontrar una cama libre en Elciego. Las localidad ha conseguido triplicar su capacidad hotelera y de pisos en alquiler en los últimos diez años y, según el primer edil, todo ello es consecuencia del "cambio de tendencia que se ha producido, porque no están las cosas como para irse quince días al Mediterráneo".
Desde la vecina población de Labastida, su teniente de alcalde, Virginia Salazar, ratifica la opinión de los responsables municipales de Elciego. Y "el incremento en el consumo de agua es un indicador claro". Según argumenta, "los servicios, en Labastida, se encuentran a un 99% de su capacidad, y esto quiere decir que las cosas no van mal". Y es que, "el veraneo rural supone, aproximadamente, un tercio de beneficio sobre los ejercicios de años anteriores".
No obstante, en Labastida ya están acostumbrados. En verano, sus calles suelen estar a punto de ebullición y es que, si en invierno residen mil habitantes, en julio y agosto la población puede superar los diez mil. Y, a pesar de que este incremento de la población supone una mejora en la economía de la región, Salazar reitera que en Labastida se mantiene el eterno debate sobre "los impuestos que pagan los empadronados y que disfrutan las personas que vienen a pasar el verano".
vínculos familiares En otras comarcas no tan turísticas como Rioja Alavesa, también se vive este fenómeno, caso de Izarra o Bernedo, aunque quizá no tan acusado. Los vínculos familiares que unen a los veraneantes con un determinado pueblo y los agroturismos, que fomentan el turismo rural, son los principales motivos por los que muchos urbanitas huyen al campo cuando el reloj se para.
José Antonio López, alcalde de Izarra, destaca que en lo que a esta localidad se refiere la tendencia se mantiene igual que en años anteriores. De hecho, asegura que allí han bajado mucho las ventas en todos los sectores y que la crisis en Urkabustaiz es similar a la de otros puntos.
Más al sur, en Bernedo, la alcaldesa, Juana Velasco, enfatiza la importancia que tiene recibir veraneantes para los pequeños pueblos de la Montaña. "Que venga gente de manera estacional resulta determinante para la economía y para las relaciones sociales, ya que ambas mejoran mucho".
Menos acostumbrados a que sus pueblos crezcan en vacaciones están los concejos de Vitoria, tan próximos a la ciudad. Ajenos a estos pequeños cambios de costumbres, su vida transcurre igual en la periferia vitoriana donde, por lo general, residen personas mayores.
Para Miren Fernández de Landa, presidenta de la asociación de concejos de Vitoria, en estos pueblos no se ha notado un especial incremento en la población estival con respecto al resto del año. "El que ha venido siempre lo sigue haciendo, pero no hemos detectado nuevos visitantes", asegura.
Pero sí que "la gente del pueblo no se ha ido tanto de vacaciones como otros años, muy pocos han sido los afortunados que se han podido desplazar unos días este verano", puntualiza Miguel Acedo, presidente de la junta de Aretxabaleta. "Aquí no suelen venir de veraneo, y menos este año".
cómo contentar a todos Los beneficios económicos y sociales que los veraneantes aportan a los pueblos se ven deslucidos por los gastos extras que su llegada supone para los ayuntamientos. Muchos no están preparados para atender la disparada demanda de servicios, ni económica ni humana ni materialmente. Por ello, reclaman el apoyo de instituciones superiores como el Gobierno Vasco y la Diputación de Álava, para poder atender a sus vecinos con la misma eficacia que en los meses de otoño e invierno.
La recogida de basuras y la escasez de agua para abastecer a tantas personas son los principales problemas a los que se enfrentan los alcaldes. Y para muchos, al final, redunda en un deterioro de la calidad de vida "de los del pueblo". Virginia Salazar, teniente alcalde de Labastida, señala que "tanto los comerciantes como los hosteleros están contentos porque tienen mucho más trabajo ahora que durante el resto del año, pero las quejas de los vecinos van a estar ahí siempre porque salen relativamente desfavorecidos con esta situación, que se repite todos los años y ante la cual el Ayuntamiento no es quien tiene que adoptar una solución favorable para todos". La localidad riojanoalavesa tiene dificultades para abastecer a los bastidarras en verano y esta realidad "provoca quejas y crispación entre la población", relata la responsable municipal.
José Antonio López, alcalde de Izarra, cree que en Zuia también habría problemas de abastecimiento, especialmente de agua, si los pueblos siguen creciendo bajo el paraguas de una masiva edificación. "La solución de los problemas que puedan surgir en torno al incremento de la población en los pueblos durante la temporada estival está en mano de todos, empezando por los ayuntamientos y terminando por la Administración de más arriba".
Y asegura que "si hay quejas, es determinante el papel de todas las instituciones a la hora de adoptar una solución que satisfaga tanto a los vecinos que residen de forma habitual en el pueblo como a los veraneantes".