Salinillas de Buradón regresó ayer un año más a la Edad Media por decisión de sus vecinos y porque la Asociación Cultural El Pilagar logró preparar un programa de actividades que entusiasmó e implicó tanto a los habitantes de esa villa amurallada como a las instituciones y visitantes.

Ciertamente se apreciaba en toda la villa el cuidado y la organización con la que se había preparado la jornada. El primer detalle estaba en la misma puerta de la muralla, donde unas voluntarias daban la bienvenida a cada persona que llegaba, como si se entrara en un domicilio, y le obsequiaban una flor de lavanda cortada esa misma mañana.

Una vez traspasada la puerta de la muralla se apreciaba una exquisita limpieza de las calles, que se habían adornado con flores y estandartes. Algunos de sus rincones, de carácter particular, se habían engalanado de época e incluso uno había instalado una serrería como debía ser en la Edad Media. Cercano a ella, en un solar que se había protegido con fardos de paja, un maestro arquero trataba de enseñar a los niños a disparar flechas y les animaba a aprender este deporte.

Un poco más adelante, en las traseras de la parroquia, se procedía al asado de una vaca, labor que se había iniciado a las doce de la noche anterior, según explicó el cocinero ante unas magníficas piezas de carne ya tostada y lista para la comida popular. La vaca sirvió como colofón de la jornada, ya que por 10 euros se tenía derecho a un buen pedazo de carne, ensalada, pan y vino.

Cercana también a la iglesia estaba una de las estrellas de la jornada: un lince ibérico, desesperado por su encierro, ya que no paraba de dar vueltas en su jaula, y diversas aves rapaces con las que se realizaron exhibiciones.

La plaza y el viejo -pero excelentemente rehabilitado- palacio de Oñate acogieron el grueso de las actividades y de los puestos de los artesanos. Por allí estaba la presidenta de la asociación, Marian Urrechu, contenta porque la jornada había salido con nubes y "esta temperatura es mucho mejor, porque otros años nos hemos achicharrado con el sol". La promotora contó que "llevamos cinco años haciéndolo y como en este pueblo no hay comercios, ni bodegas, ni nada lo hacemos con el pueblo y por el pueblo". Al éxito de la jornada contribuyó el propio entorno, el casco urbano, cuidado y rehabilitado, ya que "como es pequeñito, se puede vestir y decorar y hacer toda una fiesta muy acogedora".

A las diez y media de la mañana, tras el pregón con el que comenzaba la jornada, la gente acudió masivamente a la iglesia parroquial para escuchar una misa cantada en el latín antiguo, mientras se abrían los puestos del mercado medieval y las exposiciones en el interior del palacio de los Oñate. En el interior de la casa señorial se podían ver armas medievales. Y en ese interior fue donde se llevó a cabo la representación de Las Lágrimas de Buradón, la puesta en escena de la leyenda que habla del origen de la villa y uno de los temas más esperados de la jornada.

En la plaza y las calles se sucedieron las actividades. Talleres de manualidades para los más pequeños en un campamento, sesiones de la danza del vientre, a las que se animaba a participar a las jóvenes que aparecían por el lugar: vuelos de rapaces que cazaban recortes de carne que lanzaban sus cuidadores y hasta un paciente herrero tratando de calentar una fragua sin demasiadas prisas. El toque musical lo ponía una txalaparta.