artziniega. Desde la noche del viernes, el Museo Etnográfico de Artziniega ofrece a los turistas un nuevo reclamo para acudir a sus instalaciones. Se trata de una nueva exposición permanente, cuya temática -a primera vista- parece no tener razón de ser en un espacio dedicado a preservar del olvido antiguos oficios y modos de vida. No obstante, una vez contemplada, adquiere su lógica. Y es que se trata de una muestra relacionada con el mundo de la animación que, en contraposición al resto de contenidos del museo (antiguas cocinas de baserri, alpargaterías, escuelas, boticas o tiendas-bar de principios del siglo XX, por citar alguna), resulta poco menos que chocante.

Sin embargo, si se recuerda que el objetivo de cualquier museo etnográfico es el de conservar tecnologías ya en desuso, es donde esta nueva sección adquiere sentido, ya que eso es precisamente lo que hace: garantizar que las futuras generaciones sepan cómo se daba color hasta hace muy pocos años a las películas de dibujos animados, antes de que las nuevas tecnologías invadieran absolutamente todos los sectores profesionales y sociales.

Y es que, al igual que el e-mail ha ido sustituyendo al correo postal ordinario, también los profesionales del mundo de la animación un buen día vieron desaparecer de sus talleres las manchas de pintura de sus mesas o los acetatos desparramados esperando que se secara el acrílico. De la noche a la mañana, los ordenadores habían irrumpido con fuerza en su mundo, los pigmentos se habían convertido en código numérico, los colores en algo virtual y los pinceles eran un software.

Uno de estos dibujantes profesionales es el bilbaíno, vecino de Artziniega y ganador de dos premios Goya (La leyenda del viento del norte en 1991 y Goomer en 1999), Carlos Varela, quien no ha vacilado a la hora de colaborar con la Asociación Etnográfica Artea -gestora del museo etnográfico de esta villa ayalesa- para que sus recuerdos y materiales con los que ha trabajado durante toda su carrera conformen esta sección, ubicada en el edificio anexo al museo y junto a un viejo taller de mecánica de la segunda mitad del siglo XX.

De hecho, Varela lleva muchos años unido al dibujo, al cómic y al cine de animación, y ya el pasado mes de noviembre ofreció una charla -en la que desgranó detalles de la historia del cómic desde la década de los 60 en España, Francia y Bégica- que estuvo acompañada de dibujos, acetatos e historietas de diferentes épocas para poder observar la evolución que ha sufrido este sector desde los trabajos artesanales a los actuales realizados con medios informáticos.

Acetatos y pivotadoras Esta conferencia fue la semilla del que desde el viernes se ha convertido en el nuevo espacio expositivo del Museo Etnográfico de Artziniega. Una sección en la que el público puede contemplar una colección de acetatos (material de plástico transparente sobre el que se fijaba el dibujo y posteriormente se coloreaba con acrílicos, la sensación de movimiento se lograba luego con la cámara de 35 milímetros), recortes de prensa y carteles, así como los decorados de las primeras películas de animación que se hicieron en Euskadi entre 1985 y 1995, tales como La calabaza mágica. La muestra, además, incorpora materiales mecánicos que se utilizaban como las pivotadotas que aseguraban que los dibujos no se movieran, y fotografías de los equipos que han trabajado en animación. Y es que el poner caras y rostros a la historia del cine de animación, es uno de los retos de Carlos Varela que sigue trabajando "en analógico" con lápiz y papel. De hecho, para finales del próximo año espera que esté terminada una nueva película de animación, destinada al público infantil, sobre los derechos humanos, que se podrá ver en el cine.

A esta inauguración le seguirá el próximo 29 de julio la muestra pictórica del artista local Alejandro Quincoces. Además, el Museo Etnográfico de Artziniega acogerá del 13 de septiembre al 12 de octubre los cuadros del XIV Concurso de Pintura al aire libre Villa de Artziniega que organiza la Asociación Etnográfica Artea, gestora del museo.