Vitoria. La llegada del frente cálido norteafricano convirtió a Euskadi en un horno el primer fin de semana del verano. Aunque sin duda alguna, los que más sufrieron fueron los laudioarras, que con los 41,6 grados que el domingo alcanzó allí el mercurio, tuvieron que convivir con la máxima de toda la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Fue el día más caluroso del año y "el más cálido de la década en muchos sitios de la vertiente cantábrica", tal y como lo describió ayer a este diario el responsable de la Agencia vasca de Meteorología, José Antonio Aranda. Para éste, la llegada de esta masa de aire sahariano es normal al ocurrir casi todos los años. Pese a esa normalidad, lo cierto es que los rayos solares y el clima incidieron sobremanera en el bienestar de los colectivos más vulnerables al calor extremo.
No en vano, los servicios de emergencia tuvieron que hacer frente a un sinfín de incidencias. En concreto, en el pantano de Garaio, los efectivos de la Cruz Roja atendieron más de una docena de sucesos durante el sábado y el domingo. Entre los atendidos, cinco personas, dos de ellas menores, tuvieron que recibir tratamiento por sus quemaduras solares. También hubo quien necesitó remedio para su reacción alérgica. Los sustos no acabaron ahí porque los socorristas tuvieron que zambullirse hasta en seis ocasiones para rescatar a otros tantos bañistas con problemas para llegar a la orilla, como los que sufrieron un grupo de chavales a los que su colchoneta les jugó una mala pasada. Se trató de un fin de semana completo para la citada institución, que también tuvo que tratar la abrasión que sufrió un alavés por andar descalzo sobre el asfalto y la indisposición de varios ciclistas extenuados por pedalear en las horas en las que con más fuerza pegaba el astro rey.
Donde no ha hubo que lamentar golpes de calor fue en las residencias de mayores de Vitoria. No en vano, todos los veranos ponen en marcha una serie de medidas preventivas para evitar esta época de riesgo, en la que su piel no les protege bien contra las radiaciones solares, ni regula como debiera la temperatura de su organismo. El hecho más peligroso para este colectivo es que su percepción de sed deja de ser la correcta por lo que en todos los centros para la tercera edad una de las máximas de la época estival es aumentar la ingesta de líquidos. "Les hacemos beber más agua y los menús son más frescos, con más ensaladas, en vez de sopa y puré, que les gusta mucho", cuenta la supervisora de la residencia vitoriana Bolivia, Celia Bravo, quien baja todas las persianas que dan al sur. "Lo importante es que la casa esté bien ventilada, que lleven ropa ligera y que los paseos que hacemos a las 10.30 y a las 19.00 horas sean a la sombra". Este protocolo de actuación también se repite en Los Arquillos, donde ponen ventiladores por la noche, además de dejar agua y zumos en la sala común para aumentar la hidratación de sus residentes. Lo mismo pasa en el geriátrico San Prudencio, donde el aire acondicionado siempre está encendido en las zonas en las que los mayores están más tiempo. "A los más dependientes les dejamos que den un paseo en la zona sombreada del jardín interior, siempre que no sea en las horas más peligrosas y, el resto, pueden cobijarse en los toldos de las terrazas", matiza su directora, Estíbaliz Muzás.
Los animales tampoco se libran de los efectos perversos del calor, sobretodo, los rumiantes, "al tener una capacidad para sudar limitada, como el vacuno de leche, que reduce sensiblemente su producción", precisa Javier García, coordinador de la Cooperativa de la Asociación de Ganaderos de Álava. Para estos casos sólo hay una solución: la sombra, ya que el agua apenas consigue paliar la situación, al estar siempre a su libre disposición. "Para las instalaciones cerradas, donde viven gallinas y conejos, se tiene que procurar que el ventilador funcione a su velocidad adecuada y para los humificadores, que el aire que entre refresque".