donostia. El violador en serie de Donostia reconoció ayer la autoría de la quinta agresión sexual que acumula, en este caso, a una joven que el 24 de octubre de 2008 fue abordada cuando se disponía a regresar a casa de madrugada, en el barrio donostiarra de Riberas de Loiola. "Le seguí hasta el portal, después la introduje en el ascensor y la llevé hasta la segunda planta del garaje donde le bajé las bragas y la penetré", confesó ayer el procesado, Carlos Germán O.F., en la Audiencia de Gipuzkoa donde se celebró el juicio por estos hechos. La investigación abierta tras aquella agresión sexual fue la que permitió descubrir que este mismo joven, de origen extranjero, era el autor de otras cuatro violaciones hasta entonces no resueltas, agresiones sexuales que guardaban ciertas similitudes en la manera de perpetrarse, como la técnica empleada para dejar sin sentido a sus víctimas apretándoles el cuello.

una nueva condena El encausado negó ayer que utilizara esta técnica en el barrio de Riberas de Loiola, y habló de una "maniobra" que rehusó detallar. Sea como fuere, el procesado aceptó la pena de 8 años solicitada por estos hechos. Se trata de una nueva condena que se suma a las que ya arrastraba, y eleva a 27 el número de años de cárcel que deberá cumplir por las cinco agresiones sexuales cometidas en Donostia. El juicio ayer apenas duró media hora. La contundencia de las pruebas recabadas motivó que el fiscal y la acusación particular rechazaran presentar las pruebas testificales, extremo que aceptó el presidente del tribunal previa lectura de algunas de las conclusiones.

Así, un informe médico-forense a partir de una muestra tomada de la víctima demostró ayer que el caso no alberga muchas dudas, ya que fueron hallados en la vagina de la joven restos de esperma del procesado que coinciden con su ADN.

En sus conclusiones, el Ministerio Fiscal aseguró que también queda acreditada por las pruebas forenses la agresión sexual, entre otras razones, por las manchas de sangre de la víctima halladas en los calzoncillos del imputado.

Si bien el procesado logró darse a la fuga aquella mañana de octubre de 2008 tras cometer la agresión sexual en Riberas de Loiola, en el escenario de los hechos dejó huellas que la Policía Científica ha investigado, en concreto, en el pasamanos del ascensor donde forzó a la víctima así como en la manilla de una de las puertas del portal. Todas estas huellas coinciden con el perfil genético del imputado.

Tanto el Ministerio Fiscal como la acusación particular solicitaron, además de la condena de ocho años de prisión, la expulsión del procesado cuando acceda al tercer grado penitenciario.

Interesado por esta cuestión, el presidente del tribunal solicitó de nuevo la comparecencia del acusado para conocer en qué situación administrativa se encuentra y qué relación familiar mantiene. El procesado, que actualmente está ingresado en la cárcel de Martutene, reconoció que todos sus parentescos se hallan en Gipuzkoa "desde hace quince años", tras lo cual el presidente del tribunal declaró el juicio visto para sentencia.