Vitoria. La época de vacas flacas también la han vivido en carne propia estos bovinos. En especial, las de raza terreña. Hace un siglo, esta especie predominaba en toda Álava, hace dos décadas apenas quedaban cien ejemplares. Durante mucho tiempo fue la preferida. De enorme corpulencia negra, con el lomo pardo, a veces con alguna mancha blanca, sus grandes cuernos sujetaban los yugos donde se enganchaban los arados y los carros, de los que tiraban con una fuerza portentosa. Hasta que llegaron los tractores y las vacas foráneas, como las pirenaicas, que las relegaron a los parajes más duros, como el valle de Kuartango. Una zona donde en pocos meses se pasa de soportar nevadas a sufrir el calor del verano y el viento sur. Ahora, sólo las subvenciones y la voluntad de algunos ganaderos han conseguido preservar a este animal perfectamente adaptado a la vida en estos montes. Unos de estos esfuerzos por su recuperación se vivió ayer con la IX Feria del Perretxiko y Ganado de Raza Terreña en Zuazo de Kuartango, una cita de lo más concurrida gracias a la salida del binomio perfecto: sol y domingo.

Una treintena de estos ejemplares se pudieron contemplar tras las vallas, que frente a ellas tenían miradas curiosas de niños y aldeanos que recordaban lo que les contaban sus abuelos: las 2.500 que campaban a sus anchas por este territorio hace dos siglos. Y, sobre todo, lo sabrosa que es su carne, más oscura y asentada que las otras porque su sistema de explotación es natural, al depender de los pastizales y no de los piensos. Muestra de ello era la cola de gente que a las 13.00 horas esperaba ansiosa a probar la terreña que se había asado durante toda la noche a la lumbre, como antaño, por un euro cada pintxo. La culpa del éxito la tuvo la charla sobre la carne de raza con Slow Food que hizo a los asistentes la boca agua a las 11.00 horas.

Aunque no era el único producto local que hacía la delicia de los paladares, como así daban cuenta las decenas de bolsas de perretxikos que se llevaban los nostálgicos de San Prudencio. La fanfarria amenizó esta fiesta en la que tampoco faltaron los puestos artesanos y el campeonato de aizkolaris individual o la muestra de coches antiguos.