Vitoria. La generación-i llama a la puerta. Y lo hace con tal fuerza que la tira abajo sin mirar las consecuencias que esto pueda acarrear. Las nuevas tecnologías han creado un nuevo mundo de posibilidades... y de peligros. Y es que aunque la mayoría de las personas emplean adecuadamente, aunque en exceso, las redes sociales e Internet, la emoción ante el mundo de posibilidades que éstas ofrecen lleva a que más de uno caiga en el abuso.

Esta situación se torna especialmente arriesgada si el usuario es menor de edad y, por desconocimiento o exceso de confianza, no asume las consecuencias que este mundo entraña. Y es que cada vez son más los jóvenes que se ven expuestos a los peligros virtuales.

Se calcula que en el mundo existen 940 millones de personas registradas en distintas redes sociales. Un universo demasiado goloso como para que no sea caldo de cultivo de negocio y prácticas irregulares. De hecho, según un estudio realizado entre escolares menores de edad, el 28% de los jóvenes entra en páginas pornográficas, el 38% en alguna con temas violentos y el 18% en direcciones racistas o xenófobas. Todos ellos, contenidos inadecuados y que pueden generar conductas inapropiadas.

Sin embargo, éste no es el único problema. La sensación de protección que genera estar en casa y lejos de los posibles interlocutores lleva a facilitar información y adoptar posturas que pueden acarrear desagradables consecuencias. De hecho, más de la mitad de los menores que se conecta a la red admite chatear habitualmente mientras que muchos admiten haber proporcionado su dirección o teléfono en alguna de sus conexiones. Incluso el 14,5% reconoce haber quedado en alguna ocasión con un desconocido a través de Internet. Pero ante estos peligros más obvios se añade, además, otro problema. La distancia que los jóvenes ven entre sus progenitores y ellos en lo que a los usos virtuales se refiere, lleva a que los posibles problemas encontrados en este mundo se mantengan en silencio. egún los expertos, apenas un 1% de los jóvenes informaría a sus padres de un acoso en la red. Un dato preocupante si se tiene en cuenta que cuatro de cada diez afirman haberse sentido acosados sexualmente en este entorno en alguna ocasión.

Y tan malo es el mal uso como el abuso. Hoy en día, son pocos los chavales de entre 13 y 17 años que no cuentan con una cuenta en Facebook, Twitter o Tuenti. Y aún menos los que son conscientes de la amenaza que pueden suponer ciertas prácticas. Así lo afirma Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco y uno de los mayores expertos del Estado en adicciones. “Internet es un instrumento muy positivo del que se puede hacer, como de tantas otras cosas, un uso negativo. No debemos crear alarmismo, pero sí ser conscientes de que es una herramienta extraordinariamente potente de la que pueden hacer un uso abusivo personas de riesgo por su edad, vulnerabilidad psicológica, inestabilidad emocional, baja autoestima o que no saben manejar sus problemas”, concluye el experto que prevé un aumento de casos en el futuro.

De hecho, el estudio señala que el 37% de los jóvenes reconoce “sentir la necesidad de conectarse a Internet con frecuencia”. Una inclinación que resulta más preocupante si se tiene en cuenta que casi la mitad de los chavales que se conectan lo hacen casi a diario y no por motivos escolares. Una tendencia que evidencia la creciente preocupación que se está generando en colectivos de padres y organizaciones que tratan el mundo de las adicciones. De hecho, el nuevo plan de adicciones que está preparando el Gobierno Vasco ya presta especial atención a este punto dado el creciente número de jóvenes enganchados a redes sociales y juegos a través de la Red que se está detectando.

Una enfermedad sobre la que todavía existe cierta polémica. Echeburúa matiza la cuestión. “La adicción a Internet se encuentra en estos momentos en estudio, pero lo que sí tenemos claro es que muchas personas abusan del ordenador y ello les crea problemas en su vida cotidiana. Ésa es la clave. Discutir si existe o no la adicción no tienen mucha trascendencia. Lo importante al hablar de Internet es estudiar en qué medida este tipo de conductas puede crear problemas serios a las personas. En la adicción, dependencia o uso abusivo de Internet, lo primordial es establecer la línea fronteriza entre una persona que utiliza la red con finalidad laboral, lúdica o social y no le crea problemas, de aquella a la que sí se los genera y es incapaz de controlarla por sí misma”.

Los síntomas y el perfilPérdida del control, soledad y baja autoestima

Una de las señales de alarma que apunta a una adicción es el número de horas que el usuario permanece conectado, pero hay más y todas describen la misma situación: una conducta de pérdida de control. “Ser incapaz de parar por sí mismo tras estar dos o tres horas conectado, descontando el tiempo que necesite hacerlo por razones de trabajo o estudio, restar horas de sueño porque, preso de la excitación ha perdido el sentido del tiempo, o levantarse al baño en medio de la noche y encender el ordenador son aspectos que denotan un problema”, explica Echeburúa, quien añade otros síntomas como que el uso excesivo de Internet provoque en el usuario dificultades de concentración o interfiera en su vida social y familiar porque recurre de forma abusiva a redes sociales, lo que le conduce a aislarse y a preferir relaciones virtuales en lugar de reales. Por ello, el perfil más frecuente de este tipo de adeptos a la telaraña informática mundial corresponde al de una persona que se rechaza a sí misma, solitaria, aburrida, con poca confianza en sí misma y baja autoestima.

La edad y el sexo también dibujan un retrato diferente del adicto: los adolescentes son proclives a engancharse a redes sociales y los adultos, sobre todo los hombres, a las páginas de juego y sexo. “No está muy estudiado aún pero para los adolescentes las redes sociales constituyen un aspecto muy importante en sus vidas porque a través de ellas consiguen un sentimiento de identidad, quien no esté en la Red parece que no existe”, explica el experto. “Las redes les permiten tener un número determinado de amigos, se llaman así, amigos, cuando en realidad son contactos, que es algo muy diferente, pero eso les da un nivel de autoconfianza, de seguridad. Para los adolescentes, las redes sociales constituyen un elemento de referencia, les permiten intercambiar fotos, bajarse música, intercambiar películas, anunciar eventos privados y públicos, cotillear dentro del grupo de amigos, etc. En un momento en que se marca la identidad social, como es la adolescencia o la juventud esto es importante”, comenta el experto.

El riesgo de adicción en los adultos proviene de otro tipo de portales. “Los hombres tienden más a engancharse al juego y a páginas porno o para establecer contactos con el fin puramente sexual o voyeurismo, en cambio, en mujeres se da con más frecuencia la adicción a las redes sociales y a las compras, es decir, al uso de la tarjeta de crédito para adquirir artículos a través de la Red”.

Los más adictivosVideojuegos multijugador, redes sociales y chats

Por otra parte, no todas las ofertas de Internet son igual de adictivas. Las aplicaciones más interactivas actúan como vía de escape a los problemas por eso los videojuegos multijugador, las redes sociales y los chats son las que más adicción generan. El engancharse a estas aplicaciones, sin embargo, puede ocultar una depresión para la que Internet actuaría como un remedio a corto plazo pero que con el tiempo conduciría a un empeoramiento. “Un sobreuso de Internet no viene solo, muchas veces es el humo que oculta un fuego. ¿Qué puede ocurrir? Hay personas que se conectan porque se encuentran deprimidas. Estar on line les pone como una moto, la fascinación de la pantalla hace que pierdan el control del tiempo, focalizan toda su atención en el ordenador y esta activación les permite evadirse de los pensamientos negativos durante el tiempo que están conectadas. De alguna forma, el abuso de Internet puede ser una salida falsa al problema de depresión”, avisa. “Hay personas que están solas y están a gusto, pero otras lo están porque no tienen capacidad para establecer relaciones. Éstas pueden recurrir a Internet para crearse un mundo ficticio, virtual, que encubre la pobreza de relaciones en su mundo real. Desde este punto de vista, el abuso de la Red puede ser una consecuencia de la depresión”.