Vitoria. La inmigración, con toda la mudanza que conlleva, supone cambios profundos en la persona que abandona su tierra de origen y se establece en otra extraña. Transformaciones que se magnifican en el caso de que el lugar de acogida profese unas costumbres y religiones distintas a la propia. La comunidad musulmana afincada en Álava pasa, directa o indirectamente, por un proceso de reconstrucción de su identidad cultural y religiosa, pero la aceptación de las diferencias, legislaciones y leyes, no implica la renuncia a los principios fundamentales de su fe. Según el estudio Musulmanes en el País Vasco, difundido por el Observatorio Vasco de Inmigración, Ikuspegi, y realizado por el Departamento vasco de Empleo y Asuntos Sociales, este colectivo sostiene que sus principios son compatibles con los valores del sistema laico europeo comprometido con el pluralismo religioso, la igualdad social y la tolerancia.

"Quien confiesa la religión musulmana en Euskadi, adopta aquellos elementos de la sociedad europea que cree que tienen coincidencias o pueden encajar con el sistema de sus creencias y valores propios. Interioriza los principios democráticos, defiende el pluralismo y la tolerancia, y si no se identifica del todo con la sociedad del país acogedor al menos ve y reconoce en ella rasgos positivos. En definitiva, son los elementos indispensables para que haya una óptima coexistencia y respeto entre miembros de diferentes afinidades", defiende el informe.

A pesar de que en el imaginario vasco predomina la imagen de un Islam uniforme y único, la comunidad musulmana afincada en el territorio está compuesta por elementos "bastante heterogéneos". Es cierto que la mayoría de los musulmanes se identifica fuertemente con su religión, aunque no todos los miembros de la comunidad mantienen el mismo grado de cumplimiento de las prácticas religiosas. El estudio destaca que existen algunos inmigrantes que, a pesar de provenir de países musulmanes, se desvinculan de sus raíces religiosas y se definen a sí mismos en términos laicos o seculares. Para dar cuenta de esta variedad, el documento destaca que "en la sociedad vasca actual se puede hablar de cuatro categorías que engloban a los musulmanes: los creyentes y practicantes, los creyentes pero no practicantes, los recién convertidos al Islam y los laicos".

"Examinadas las actitudes y los componentes religiosos de la muestra elegida, las reclamaciones identitarias de la comunidad musulmana afincada en la sociedad vasca no entrañan ni fundamentalismo religioso y sectarismo ni tendencias al aislamiento y a la separación de la sociedad de recepción", concluye el informe realizado por Lakua. Aclara el análisis que, en el caso del musulmán, "su confesión religiosa no le impulsa a inmigrar, pero sí le ayuda a sobrellevar y aliviar las peripecias del proceso migratorio". Cree además el colectivo que la existencia de ciertos valores comunes entre su cultura y la cultura de la sociedad receptora "permite la colaboración y facilita el entendimiento y la convivencia".

Ante la ciencia Uno de los capítulos que define la postura de un colectivo religioso es su relación frente al desarrollo de la ciencia y el libre ejercicio del pensamiento, base de cualquier proceso de modernización de una sociedad. El análisis toma como base que las personas que manifiestan actitudes contrarias a estos dos elementos podrían tender al fundamentalismo, ya que la mayoría de los estudios sobre el tema defienden que los movimientos del fundamentalismo religioso son categóricamente antimodernistas. Asimismo, interpretan que el retorno a lo religioso no es más que una reacción contra las tendencias progresistas nacidas de la Ilustración que empezó a experimentar occidente en el último siglo.

Con el fin de extraer conclusiones adecuadas, los autores del análisis han planteado una encuesta a musulmanes que se identifican como creyentes y practicantes estables de los ritos litúrgicos de su fe. "En nuestra investigación sobre el fundamentalismo -explica-, realizada con una muestra del colectivo musulmán afincado en la CAV, se desprende que, según sus respuestas, los entrevistados musulmanes defienden la idea de que una religión, como la suya, no debe combatir la ciencia y el pensamiento u obstaculizar las actividades de los científicos en la sociedad, que con sus investigaciones procuran beneficiar al ser humano. Al contrario, según el Islam, si una persona dispone de capacidades productivas tiene la obligación tanto moral como religiosa de dedicarse a ese trabajo para contribuir al bien de la gente", añade el dossier.