vitoria. Sólo hay dos ocasiones al año en las que los relojes son los protagonistas indiscutibles de todas las miradas y la de ayer, junto con las doce campanadas, fue una de ellas. Una jornada en la que el movimiento de las manecillas se siguió con atención por partida doble, debido a la diferencia de seis horas entre ambas: a las 2.00 horas, cuando hubo que adelantar las agujas hasta las 3.00 horas, y a las 20.30 horas, cuando el minutero marcó la llegada de la hora del planeta: un apagón que secundaron miles de países a través de hogares y de los edificios más representativos.

Dos instantes que hicieron que la oscuridad irrumpiera antes de tiempo, pero que compartían un mismo objetivo: reivindicar el uso eficiente de la energía. Arrojar algo de luz en esta conciencia ecológica que suele estar en la penumbra por el uso desproporcionado de los interruptores. Según las estimaciones del Instituto para la diversificación y ahorro de energía, el cambio de hora en el Estado supone un ahorro en el consumo de iluminación del 5%, que equivale a 300 millones de euros o seis euros menos en la factura de cada hogar.

Un motivo que ha llevado a desarrollar más iniciativas que aumenten la concienciación al respeto, como la que secundaron ayer más de 4.000 ciudades, cuando a las 20.30 horas empezó este gesto simbólico en el que el mundo entero se quedó sesenta minutos a oscuras, bajo el lema Apaga la luz, enciende el planeta, iniciada por el foro mundial para la naturaleza (WWF). "Se trata de una llamada de atención a los líderes del mundo, que en un futuro permita la creación de un verdadero tratado vinculante sobre el clima", explica Miguel Ángel Valladares, portavoz de las siglas en España.

Algo que, paradojas de la vida, también hizo que se volvieran a repetir las clásicas escenas de Año Nuevo en las que se ve cómo cada país celebra este hecho significativo en su edificio más característico. Unas secuencias que siempre empiezan por Sidney, ciudad pionera en esto de inaugurar siempre el día siguiente y también en la de quedarse a oscuras, cuando en 2007 fue la primera en adherirse a este movimiento.

Si bien, esta vez los indiscutibles fuegos artificiales sobre el edificio de la Ópera que dan la bienvenida al año no fueron los protagonistas de estas estampas, ya que en todos los iconos nacionales sólo se cernía la oscuridad como símbolo contra el cambio climático. Algo que no sólo se vio en la Torre Eiffel de París o el Big Ben, sino en todas las ciudades que respaldaron la iniciativa, como la de la Green Capital 2012, que no podía ser menos en esto de la sostenibilidad. Por eso, a esta "llamada de atención", como así la denomina la edil de Medio Ambiente, Alba Cañadas, también se sumó Vitoria, junto con las sedes del Gobierno Vasco, Parlamento y Delegación del Gobierno en el País Vasco, que ensombrecieron durante una hora como apoyo a este movimiento global.

Prueba de ello fue el descanso que se tomó el alumbrado de la iluminación de San Miguel, San Vicente, Los Arquillos, el monumento de la Virgen Blanca y la fachada del Ayuntamiento, como no podía ser menos para dar ejemplo, máxime cuando el año que viene reinará como Capital Verde Europea.

Pero esta acción no sólo fue cosa de las instituciones. Cerca de millones de personas pudieron salvar la Tierra, como decía el vídeo promocional de la hora del planeta. Una promoción en la que no faltó el arzobispo Tutu -reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 1984-, cuando tira de un cable para apagar una bombilla junto a personajes del público infantil, como Pocoyó.

En sólo tres años lo que empezó como una acción individual en un país se ha convertido en movimiento global gracias a estos pequeños gestos. Sólo en 2010, 128 países y 4.616 ciudades participaron en la mayor acción por el planeta jamás vista. Y esto es sólo el principio. Junto al apagón, este año se organizaron otros eventos conmemorativos, como las carreras por el planeta o la banda sonora de este gesto que este año corrió a cargo del grupo Sundayers, con No nos pertenece.