Vitoria. La representación simbólica de la Justicia adquiere forma de mujer con los ojos vendados que sostiene en sus manos una balanza y una espada. Colocada sobre uno de los platillos de dicha balanza la palabra de un ciudadano anónimo y en el otro el testimonio de un agente de la Ley, el fiel suele decantarse por la oficialidad. Pero siempre hay excepciones, como la de Vicente, un vecino de Agurain que se rebeló contra lo que consideraba injusto y ganó. Un agente de la Ertzaintza detuvo su furgoneta mientras conducía, revisó sus papeles y finalmente le impuso una multa por no llevar el cinturón puesto. De nada sirvió que Vicente le recordara que sí lo llevaba abrochado y que sólo lo había soltado con el vehículo parado para acceder a la guantera y extraer los papeles que le requería. El agente se mantuvo en sus trece y, según atestigua el ciudadano, acabó arrojándole el papel de la denuncia.
Los privilegios que otorga la placa han de ser siempre interpretados en clave de servicio, aunque no todos los agentes cumplen esta máxima. O dicho de otra manera, "todo gran poder conlleva una gran responsabilidad", tal y como explicaba Benjamin Parker a su sobrino Peter antes de descubrir que se convertiría en Spiderman. El Juzgado de lo Penal número dos de Vitoria interpreta que la regla de oro se rompió el nueve de agosto de 2008 cuando Vicente fue multado, ya que le absuelve de la acusación promovida contra él por el ertzaina, quien a su vez le acusó de haberle denunciado falsamente.
El cruce de denuncias se inició el mismo mes de agosto de 2008, justo después de que tuviera lugar el incidente de tráfico que originó todo el enfrentamiento posterior. Según repasa Vicente, el día 9 de aquel mes regresaba de realizar su trabajo junto a un compañero y a la entrada de Agurain se topó con un control ordinario de la Policía autonómica. Un agente le pidió la documentación del vehículo y el permiso de conducir, por lo que él, de acuerdo con el testimonio que consta en la sentencia, se desabrochó el cinturón de seguridad para poder llegar hasta la guantera y sacó los papeles. "Éste, una vez comprobada la documentación, me dice que todo está en orden pero que me va a multar por no llevar puesto el cinturón. Me acerca la denuncia y me pregunta si la voy a firmar, a lo cual yo le respondo que, evidentemente, no. Se me acerca a la furgoneta y me tira la denuncia de malas maneras diciéndome que cada vez que me vea me va a multar. ¿Es esto abuso de poder?", se plantea Vicente.
Agente "ejemplar" Sorprendido a la par que enojado, le comunicó al agente que le había visto perfectamente quitarse el cinturón para coger los papeles y que iba a ser él quien interpusiera una denuncia. "Viajaba con un compañero de trabajo que también llevaba el cinturón puesto, pero al agente no pareció importarle la existencia de mi testigo", puntualiza. Antes de pasar a mayores, acudió a Arkaute para hablar con el superior del agente en cuestión, pero asegura que la respuesta que obtuvo de éste fue aún más chocante. "Antes incluso de explicar lo ocurrido, me preguntó de qué ertzaina estábamos hablando y cuando le di el número de placa casi dio por zanjado el asunto afirmando que se trataba de un agente ejemplar. A partir de ahí -señala-, no hubo diálogo posible".
El siguiente paso le llevó a los juzgados, donde interpuso la anunciada denuncia y, de ahí, al Ararteko. En la oficina del defensor del pueblo echaron mano de la bola de cristal y le adivinaron el futuro. "Tu denuncia la archivarán y el agente te demandará a ti por denuncia falsa, práctica muy habitual en los cuerpos policiales cuando un ciudadano actúa contra las fuerzas del orden. Aquí no te podemos defender porque el caso está en vía judicial", le espetaron. Y todo se cumplió, punto por punto.
Archivada su denuncia y aceptada la del agente que, efectivamente, le denunció acto seguido, el 29 de noviembre dio comienzo el juicio. Tras oír a las partes, la magistrada responsable del caso dictó sentencia el 5 de enero de 2011 y absolvió a Vicente de los cargos. A pesar de la victoria moral, lamenta que haya tenido que dedicar dos años de tiempo, papeleo y dinero en un abogado para lograr que se le diera la razón. Pero al colocar sobre la balanza todo lo ocurrido, obtiene un saldo positivo. "Animo a todos los ciudadanos a no tener miedo, a ser valientes y a reclamar Justicia", concluye.
Ahora, sólo queda pendiente el capítulo del resarcimiento. Junto a su abogada, estudia demandar por daños y perjuicios al agente que, afirma, "abusó del poder que le daba la placa". Por el momento, ya le ha pedido a su seguro que reclame de vuelta los 90 euros que pagó por la multa y los tres puntos del carné que se le restaron por, presuntamente, no llevar el cinturón.