Madrid. "Fitur es una puerta al mundo". Carol Gutiérrez resume de esta forma sus más de veinte años de experiencia acudiendo a la Feria Internacional de Turismo de Madrid. Desde que era estudiante de Turismo hasta que, en la actualidad, regenta la empresa de servicios turísticos receptivos Thabuca, con la que oferta actividades en Labastida. El evento que hasta el próximo día 23 acoge el Ifema abre a los visitantes las puertas de otros países, a las instituciones les ofrece una oportunidad para vender destinos y a las empresas, de cualquier tamaño, les pone sobre la mesa una excusa para establecer contactos. De aprender. De hacer negocio en un futuro.

Carol es una de las diversas firmas alavesas que ha acudido a la feria. Sólo con la Ruta del Vino de Rioja Alavesa, por ejemplo, han viajado hasta Madrid casi una veintena de firmas. Desde grandes hoteles a bodegas familiares que pasean, se dan a conocer, repartes tarjetas y captan mensajes.

"Todo suma en Fitur", cuenta Juan Manuel Lavín, presidente de la Ruta y responsable del Centro Temático del Vino Villa Lucía y del Wine Oil Spa Villa de Laguardia. Esos dos negocios son el final de una cadena que Lavín lleva enlazando más de dos décadas. En 1989 fue la primera vez que acudió a Fitur, cuando las grandes agencias operadoras controlaban el sector terciario y cuando "cada stand era un espectáculo. Todo llamaba la atención". Ahora, más acostumbrado a ese maremagnum de ofertas turísticas, apuesta por la unión de esfuerzos entre diferentes negocios, en apariencia rivales, porque al final "lo importante no es tanto qué haces como el destino en el que estás. Por mucho que cuides tu hotel, si no hay actividad en el pueblo o el cliente es mal atendido en un restaurante, saldrás perdiendo".

De ahí la importancia de acudir a citas como Fitur, donde se congregan personas con las que hacer negocio. No en el mal sentido. Lavín insiste en que la feria no parece un lugar para cerrar apretones de manos, pero sí para poner "la primera piedra" de acuerdos que fraguarán en el futuro. Y hacer balance es complicado, puesto que vale más realizar un contacto que prospere que una decena que, al final, queden en nada.

Manolo Osante y Ana Albánchez prueban este año suerte en Fitur. Ambos regentan desde hace año y medio la casa rural Osante, en Labastida, un servicio familiar con siete habitaciones que sus clientes habituales usan como punto desde donde moverse a otras zonas de Euskadi o, incluso, La Rioja. La pareja acude a la feria de Madrid "porque nos interesa mucho ver cómo se mueven otros negocios", cuenta Ana, "pero siempre hay que tener claro qué quieres para no perderte en este escenario". Y, tras su primera experiencia, aseguran que ya saben cómo moverse por los recintos de Ifema. Ellos vienen a buscar los puestos de empresas concretas, que puedan dar servicio a su negocio. Y adelantan que el próximo año repetirán.

Jesús Astorga, por ejemplo, de bodegas Loli Casado, acumula ya cuatro viajes a Madrid por este fin. Su caso es paradigmático de Rioja Alavesa: una bodega familiar de Lapuebla de Labarca donde, después de tres generaciones, trabajan en la actualidad tres personas, que se encargan ya no tanto elaboración como de gestionar visitas turísticas, catas en familia, un almuerzo en torno al viñedo, la página web... Así han conseguido que por su negocio (habría que decir casa) pasen cada año unas 1.200 personas, la mayoría en fines de semana y procedentes de zonas como Euskadi, Madrid, Cataluña y Valencia. Así es el tirón del enoturismo, un nuevo mercado del que "se puede aprender mucho en Fitur. Aquí vienes a fijarte en qué hacen los demás, para adaptarlo o intentar ofrecer algo diferente".

Otros, como Doroteo Sáenz de Samaniego, de bodegas Ostatu, acuden a la capital "para representar a la bodega, pero prácticamente ya como jubilados. Sin tanta prisa". Como si Fitur enganchara. Este negocio familiar de Samaniego sigue "en la brecha" tras casi un cuarto de siglo de historia, sin contar las generaciones anteriores que dedicaron su vida al trabajo de la uva. Ahora, sin embargo, Sáenz de Samaniego asegura que, pese a la tradición, aún hay que "ponerse las pilas" para atraer turistas y vender prácticamente botella a botella. Fitur aúna lo nuevo y lo viejo, y en ese viaje los empresarios alaveses no quieren quedarse atrás.