Después de la guerra al tabaco, ahora la batalla se plantea contra la bollería industrial, la comida rápida, las chuches y los refrescos. La nueva Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que tendrá luz verde en pocas semanas, no dejará un resquicio a los malos hábitos alimentarios para combatir la obesidad en una caza y captura de calorías que sitúa a los más pequeños en el banquillo de los acusados. Porque es en los centros escolares donde esta nueva ley seca, cuyo proyecto ha sido ya remitido por el Consejo de Ministros, no deja títere con cabeza. Casi ningún bollo, bolsa de patatas, galletas (por light o sanas que se presenten ) o aperitivo salado, que abarrotan las máquinas de autoservicio o las cafeterías, pasa la censura.

La comida rápida es otro caballo de batalla. Se frenará la publicidad en los menús infantiles y, al igual que en Estados Unidos, se impedirá el reparto de juguetes con esos platos. Un ejemplo: El Happy Meal, ese menú empaquetado en una colorista caja de cartón que suele incluir un juguete, puede contener hasta 780 calorías y 1.145 miligramos de sodio. San Francisco ya ha aprobado que ningún restaurante de la ciudad regale juguetes junto con menús que tengan más de 600 calorías, más de un 35% de su valor nutricional provenga de grasas, ofrezcan más de 640 miligramos de sodio y no incluyan una ración de frutas o vegetales.

Y todo porque se han importado hábitos que han implicado el abandono de la dieta mediterránea, recién declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. El presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), el doctor bilbaino Javier Aranceta, asegura que "nos encontramos ante el tesoro de Alí Babá en nutrición. Cada uno de los componentes que la configuran poseen un valor especial y, en su conjunto, es la única dieta funcional que existe y si se sigue no es necesario tomar ningún tipo de suplemento o vitamina adicional".

Pero el tesoro de Alí Babá no tiene demasiados clubes de fans y por eso se decreta el stop a los alimentos poco saludables y el ceda el paso a ciertos productos para limitar grasas, azúcares y sal. Tampoco se permitirán refrigerios con edulcorantes artificiales ni sustancias estimulantes como la cafeína. "La ley es positiva porque contribuye a frenar el consumo desmedido de los alimentos hipercalóricos y con escaso aporte nutricional", explica la endocrinólogaSusana Monereo.

cometen "pecadillos"

Ojo con los menús escolares

La ley es especialmente categórica con los criterios de los menús escolares que empezarán a ser supervisados por nutricionistas acreditados. La doctora Carmen Pérez, de la Unidad de Nutrición del Servicio de Salud Comunitaria del Ayuntamiento de Bilbao, asegura que no es oro todo lo que reluce en estos menús. "Han mejorado mucho pero no en los valores deseables. Por ejemplo, vemos que con mucha frecuencia, llevan exceso de grasas de embutidos, carnes, frituras, precocinados, empanadillas, pizzas. Alimentos que los niños aceptan de muy buen grado pero que no están conformes con una dieta equilibrada y saludable. Las verduras no están presentes como deberían porque a los niños no les gustan y porque desde el punto de vista culinario exigen bastante tiempo. A juicio de esta experta, lo mismo ocurre con los pescados y con las frutas. "Eso no quiere decir que no se hayan mejorado las cosas. Hace años, se recurría como postre a las galletas y al pastel y, eso afortunadamente, va desapareciendo".

Hace tiempo que Sanidad mostró su intención de declarar la guerra a las chucherías y los refrescos en los centros escolares públicos, asegurando que las patatas fritas, la bollería industrial y casi todas las bebidas refrescantes tienen los días contados en las cafeterías escolares y en las máquinas expendedoras. Así, la ley cita ya como productos a desterrar los "refrescos, caramelos, golosinas, polos y sorbetes, chocolates y aperitivos salados". Las máquinas de vending se ponen así en el disparadero ya que se veta la instalación de expendedoras en zonas a las que pueda tener acceso el alumnado de Educación Infantil, Primaria o Educación Especial. Además, se eliminará la publicidad de las máquinas en zonas de Educación Secundaria.

La legislación es contundente: no podrá haber nada con más de 200 calorías, más de 0,5 gramos de sal, ni, por supuesto, que lleve algún ácido graso trans (excepto los que contienen de forma natural los lácteos o productos cárnicos). En el recreo tocará comer, entonces, fruta y bocadillos no envasados.

Pero la nueva ley introduce un elemento distintivo porque prohíbe además la discriminación por obesidad o sobrepeso y prevé la creación de un Observatorio de la nutrición y el estudio de la obesidad ya que uno de cada dos adultos y uno de cada cuatro niños está obeso o sufre sobrepeso. Asimismo, la población infantil presenta cada vez mayor incidencia de niveles elevados de colesterol en sangre.

Medidas tardías

Una mala copia de EEUU

Jesús Argente, catedrático de Pediatría de la Universidad Autónoma de Madrid, da la puntilla y cree que estas restricciones llegan tarde. Ya en 2008 la Unión Europea pidió que se dejasen de vender en los centros educativos "alimentos y bebidas con alto contenido en grasas, sal o azúcar y con pobre valor nutricional". "El paquete de medidas es una mala copia de lo que está implantado en Estados Unidos, donde el grueso de los estados ya ha impedido la presencia en los centros escolares de estos alimentos de contenido calórico innecesario", subraya. "Pero falta un aspecto importantísimo, el elemento educativo,", puntualiza.

Y es que, sal, grasas y azúcares son considerados culpables y serán puestos en el disparadero nutricional al saltar a la primera línea de las etiquetas de cualquier alimento del súper. La UE ha conseguido finalmente aprobar una norma que obligará a la industria alimentaria a detallar en las etiquetas de alimentos y bebidas su contenido de azúcar, sal y grasas de forma clara y legible para que los consumidores tengan la información necesaria y opten por una dieta sana. Sin embargo, para algunos, el texto no es más que un parche y queda descafeinado.