MADRID. Hacía tiempo que los científicos trabajaban en el proyecto de una nariz artificial, pero hasta ahora, sólo se habían conseguido sensores de olores de costes muy elevados, desde el punto de vista económico, y excesivamente grandes, del tamaño incluso de congeladores.

Así lo ha explicado a Efe uno de los responsables de esta diminuta nariz artificial, David Suriol, miembro de "Deutecno Noses", una pyme de desarrollo tecnológico integrada en el consorcio, que acaba de recibir el premio Emprendedores de la Fundación everis.

Esta nariz artificial, que es "la más pequeña del mundo", según Suriol, surge de estudios realizados por el Grupo de Neurocomputación Biológica (GNB) de la Universidad Autónoma de Madrid, integrado dentro del consorcio OLFACTOSENSE perteneciente a la red de excelencia de la Comunidad de Madrid.

Sus aplicaciones en el ámbito de la medición de olores se están traslaando ya a proyectos con empresas de sectores como el petroleo- químico, aguas, sanidad, defensa, farmacia, y alimentación, entre otros.

Hasta ahora se habían desarrollado artificialmente muy bien otros sentidos humanos como la vista, con las cámaras de fotos; el tacto, con las pantallas digitales, o el oído, con los micrófonos.

Sin embargo, el gusto y el olfato están vinculados a una serie de elementos químicos que han complicado el desarrollo de artefactos asociados a esos sentidos, pero "finalmente se ha conseguido", ha asegurado Suriol.

Algunos de los usos que se está dando ya a esta nariz artificial tienen fines sanitarios, como un proyecto en marcha de evaluación de los niveles de olor percibidos por los enfermos de Alzheimer, dado que la anosmia o ausencia del sentido del olfato es uno de los síntomas de esta enfermedad.

La conexión por cable a un ordenador al que llegan los datos permite al médico descubrir el grado de capacidad olfativa del enfermo, una cualidad que hasta ahora, sólo se podía detectar por resonancia magnética, aunque sin conocerse los niveles exactos de olor percibidos por el enfermo, y que ahora sí se pueden medir.

La prevención de incendios en los bosques es otra de las aplicaciones en las que se está trabajando con este artefacto de medición de olores, con la idea de dispersar por amplias zonas boscosas varios de estos dispostivos, de modo que se pueda detectar el fuego en sus primeros estadios de propagación.

Otro de los proyectos se refiere al ámbito de la Defensa, con la incorporación del dispositivo en los uniformes de los militares en zonas de conflicto, de modo que al detectarse algún gas tóxico, las señales transmitidas por el artefacto perceptor de olores pasarían de una nariz artificial a otra, y asimismo, a un ordenador central a donde llegarían los datos avisando de las áreas en peligro.

Otra de las utilidades del aparato es detectar alimentos y otras sustancias en mal estado desde sus fases iniciales, así como calibrar los niveles de un aroma, por ejemplo, en productos como el café, o el inicio de la descomposición de ciertas sustancias o el nivel de olor exacto de ciertos gases emanados de fábricas.

Sus aplicaciones también son extrapolables a la seguridad ciudadana (detección de drogas, explosivos, sustancias nocivas, sistemas anticopia de perfumes, búsqueda de supervivientes en catástrofes).

Asimismo, entre otros, al medioambiente (control de vertederos, aguas residuales); salubridad (calidad atmosférica en oficinas, centros públicos, etc) y sanidad (detección de infecciones, cuadros oncológicos).