La igualdad es un cuento. Berdindland, el país donde la equidad y la corresponsabilidad están a la orden del día, sólo existe en esta fábula de Nahiko, el programa coeducativo para la igualdad, el respeto y la no violencia que actualmente Emakunde imparte en 29 centros vascos, tres de ellos alaveses: Ángel Ganivet, Ramón Bajo y el C.E.P. Zabalgana. Se trata de ilustraciones dirigidas a escolares de Infantil que, entre otras cosas, muestran que una niña puede ser más alta y más fuerte que un chico, ya que es a esa edad cuando se define el yo social o la forma de comportarse de acuerdo a lo que se dice.
Sin embargo, basta echar un vistazo a las clases de los más pequeños para darse cuenta que ellas aún prefieren ser la Blancanieves del cuento. "Todavía hay mucho futbolista y mucha princesa en los colegios", reconocía ayer, Día Internacional Contra la Violencia de Género, la directora de Emakunde, María Silvestre, a una profesora de Infantil, preocupada "por el abundante color rosa que vemos en estas edades tan tempranas".
Otra maestra reunida en el aula 2.4 de la Facultad de Magisterio durante la presentación del programa Nahiko también alerta que el sistema de juego en los patios de los colegios no ha variado en los últimos 20 años. "Los chicos siguen en el centro del recreo con su fútbol y las chicas, en las esquinas, de charla, porque parece ser que para ser femenina, por esa cosa horrible que dicen que nos toca comportarnos, no pueden jugar con patines y se quedan mirando", añade esta tutora.
El origen de ese sexismo se debe a factores externos que condicionan la voluntad individual y que, a juicio de Silvestre, se agravan al llegar a la adolescencia, cuando las féminas dejan por completo de hacer deporte. "No hay ni reconocimiento social, ni igualdad de oportunidades, ni el mismo valor económico que en el de los hombres", denuncia la directora de Emakunde, quien al igual que Mariola Serrano, directora de la Atención de Víctimas de Violencia de Género, apuesta por prevenir la desigualdad, raíz de la violencia de género, con la educación, ante la "falsa igualdad". Un espejismo que, si no se trabaja ni en casa ni en el colegio, propagará la segregación educativa. Esto es, que ellas opten por carreras dedicadas al cuidado familiar y ellos por las que prueben su virilidad. "No es una cuestión baladí porque condiciona los puestos de trabajo que se ocupan y el menor salario que cobren ellas", advierte Silvestre.