Bilbao. Ser superviviente de una muerte segura ha forjado en él una valentía sin fisuras. Por eso se rebela ante lo políticamente correcto, lo periodísticamente correcto y lo eclesialmente correcto. Si se salvó de aquella matanza de un funesto 16 de noviembre de 1989, cuando unos salvajes entraron en la Universidad Centroamericana y asesinaron a ocho de los suyos -seis jesuitas y dos empleadas-, no debió ser en vano. El hartazgo de clamar en el desierto hace que a lo largo de la entrevista se subleve, que a veces eleve el tono y que este pastor revolucionario diga verdades como templos.
Acaban de cumplirse 21 años de la muerte de estos mártires de El Salvador. ¿Cuál es la lectura actual del mensaje que transmitían?
Todo ese grupo era gente que decía la verdad y eso no se tolera porque molesta. Además es una verdad desconocida. Hoy, en El Salvador hay un promedio de 10 a 13 asesinatos diarios. Pero la gente vive y va a San Mamés o al Bernabeu sin inmutarse y sin conocer nada de esto. Eso clama a los cielos. Era además gente de compasión y yo creo en la compasión para defender, con la palabra, a las víctimas de este mundo. Compasión, por ejemplo, por los 800 millones de personas que pasan hambre. Fueron misericordiosos consecuentes y gente con mucho amor.
Mantiene que los medios permanecen ajenos a las víctimas.
Sí porque hay un distanciamiento enorme de la victimización del mundo. Sé que aquí hay desempleo, pero fuera hay gente que no está desempleada porque nunca ha estado empleada, que no está en crisis porque nunca ha tenido para comer. Hay un total desconocimiento de cientos de conflictos, como la guerra del Congo por el famoso coltán, un material estratégico. Ahora se habla de Haití, pero ¿cuántos pierden el sueño por eso? Yo creo que en conjunto, a la gente no le interesa. En el fondo, el problema que tenemos aquí es que pensamos que lo real somos sólo nosotros. Pero si creen que con egoísmo van a manejar mejor el mundo, inténtenlo.
Usted escribió en un libro "fuera de los pobres no hay salvación".
Esa locura significa que vivir fuera de los pobres es vivir en un mundo irreal. Pensar que fuera de esta realidad, que es la mayoritaria, vamos a encontrar la luz, y la verdad, es una mentira. Yo quiero poder vivir sin sentir vergüenza del ser humano. Cuando alguien sencillo te da las gracias, eso no lo da ningún Oscar ni ninguna alfombra roja. Es cierto que hoy no se pueden afrontar las cosas como hace 21 años pero el reto sigue siendo el mismo. Dicen que el mundo ha cambiado, que está más globalizado, pero la globalización sigue ayudando a los que están en el centro del planeta, a los de siempre.
¿Cree que los famosos que dan ayudas o que son embajadores de buena voluntad están desviando la atención? ¿Que es sólo un parche?
Estamos llenos de parches. Hay partidos benéficos de futbolistas archimillonarios que juegan para Unicef. No soy muy partidario de eso. Porque hay que tener más respeto por los pobres. Buscar a personajes, hacerlos leíbles y vendibles, comercializables en definitiva, pertenece a la sociedad de consumo en la que caemos todos. El ciudadano medio tiene mucha tendencia a culpabilizar a otro. El desahogo no humaniza. Lo que humaniza es cargar sobre nuestras espaldas el peso de las víctimas. Luego están los titulares, las fotos con morbo. Si yo veo en una foto al Santo Padre, con Rouco, con Botín, con el presidente de Iberia... A mí, en lo personal no me gusta, si quieren hacer el bien no tiene por qué ser tan apoteósico.
Las declaraciones del Papa de este fin de semana sobre el preservativo se han presentado casi como históricas.
Es que los medios, la prensa, la radio, la tele... quieren poner las cosas como a ellos les parece que son más legibles y escuchables.
¿A usted no le parece significativo que ahora justifique su uso en ciertos casos?
Hasta cierto punto. Es un pasito a algo que me parece que había que enmendar. Ojalá la Iglesia Católica cambiase de modos y formas. Me asusta la apoteosis de centenares de obispos con el Santo Padre... pero en cosas de la doctrina, de la sexualidad, muchas veces lo trata con excesivo simplismo y hay pensadores católicos que están viendo las cosas mucho más a fondo para emitir juicios que parecen más razonables. Si se avanza en la línea de ir por juicios más razonables, yo me alegro. Lo que a mí da pena es que vayan desapareciendo las tesis de Jesús de Nazareth o del Padre Arrupe que le cayó encima medio mundo y medio Vaticano.
Para alguien que lleva más de cuarenta años viviendo en El Salvador, ¿qué le parece oír hablar todo el día de nuestra crisis económica?
Pero ¡qué crisis! En las universidades, en los periódicos nadie se pregunta sobre el Chad, El Salvador y el Congo... esa crisis no existe. Yo quiero que la crisis se arregle en todas partes. Lo que sucede aquí es demencial, la gente no hace más que quejarse. Está bien que haya libertad para quejarse. Pero ese sentir compasión por uno mismo, me aturde. Ese ¡qué mal me están tratando!... Si uno empieza con uno mismo, sigue con uno mismo y termina con uno mismo, no hay solución.