legutiano/Eskoriatza. Una estricta seguridad impide contrastar a pie de obra lo que es vox populi: las vías del TAV están en punto muerto porque Fomento ha cerrado el grifo. Para los vecinos, las declaraciones altisonantes de los políticos de Madrid contrastan con la cruda realidad. Un recorrido por los solares de la Y confirman el bloqueo.

José y Samuel son algunos de los que se topan a diario con obras en dique seco. "Aquí todo se ha parado. Ya no trabaja nadie. Hasta han retirado los andamios de los postes. Y eso que faltan tres por hacer. Estos pilares se han levantado a un ritmo de dos tramos por semana, pero ahora todo está ralentizado", dice José, del caserío Antxustegi, en Marín, un barrio de Eskoriatza asediado por zanjas. "También me dijeron hace varios meses que ya iban a lanzar el tablero del viaducto y mira cómo está", dice apuntando al vacío y a una columna de 50 metros que se encuentra cada mañana a diez metros de su casa.

"Hace unos meses veíamos más de 15 trabajadores currando, ahora no queda nadie. Esto no se va a solucionar en seis meses. A ver de dónde sacan el dinero", corrobora su vecino Samuel, quien añade que los responsables de las excavaciones les han confirmado que se iban a otro tramo del AVE en Valencia, donde "sí estaban pagando". Mientras tanto, allí, en un barrio de 22 caseríos y 55 coches censados, les han dejado un esqueleto de cemento y muchas hectáreas de tierra movida, que se aprestan a vallar para que no entre el ganado. "El túnel que arranca junto a la fábrica de tubos Condesa, también está a medio gas. Dicen que ahora se avanza cuatro veces menos que a principios de año. Yo creo que es así porque antes la Guardia Civil pasaba todos los días con dinamita y ahora sólo lo hace muy de vez en cuando", comenta José, en alusión al túnel de Induspe, de más de dos kilómetros de longitud y perteneciente al tramo Eskoriatza-Aramaio.

una obra enterrada El recorrido permite comprobar que, al margen de los carteles: Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra, no hay mucho más. Los rótulos abundan, las garitas con vigilante de seguridad también, pero ¿y los trabajadores? El 50% de la nueva infraestructura ferroviaria discurre por túneles y pareciera que todo se enterrase allí dentro porque fuera no hay prácticamente actividad.

Los subterráneos encierran otros muchos secretos porque en Marín ha corrido también el rumor de que han llegado a tapiar con ladrillos los túneles de Mazmela (hace ahora un año se completaba el cale -apertura por los dos lados- de la galería) y que en algunos otros se han puesto verjas "porque las obras van a estar mucho, mucho tiempo paradas". Pero desde los montes aledaños, los muros no se ven. La seguridad es brutal y "los ladrillos se colocan a unos diez metros de la boca del túnel", nos confirman operarios de algunas contratas.

Pero a José lo que le quita ahora el sueño es la precaria estabilidad de la carretera, la GI-3343, que ha empezado a ceder como consecuencia de las excavaciones. "A mí lo que me preocupa es que la carretera se está hundiendo y si llueve mucho este invierno y la carretera vence, a mí se me puede caer el caserío". El temor es fundado. El baserri, totalmente renovado, se asienta junto a la carretera y a 15.000 metros cuadrados de terreno, ahora prácticamente destrozados.

El problema no es exclusivo de Marín. Muchos municipios alaveses y vizcainos, afectados por las obras, ven cómo los trabajos se eternizan. Concretamente en Durango, el tramo que discurre junto a las piscinas, lleva al menos tres meses detenido porque según las explicaciones oficiales, no querían afectar a los usuarios de la piscina en plena época estival. Una argumentación peregrina que esconde una paralización mucho más grave que se repite en los tramos de Iurreta o Arrigorriaga.