vitoria. ¿Qué haría si su hijo de 16 años le insultara y le amenazara? ¿A quién acudiría si el adolescente llega habitualmente bajo los efectos de las drogas y el alcohol? ¿Qué medidas tomaría si el menor cuando se disgusta la emprende a golpes con todo lo que encuentra a su alrededor e, incluso, le agrede físicamente? Todos estos interrogantes proceden de casos reales, como los que cada año se denuncian en la Fiscalía de Menores de Vitoria. El número de chavales de entre 14 y 18 años que agrede o intimida a sus padres se ha duplicado en los últimos años en Euskadi y ningún entorno o clase social se libra de esta lacra.
Las medidas aplicables por los jueces a los jóvenes que han cometido un hecho considerado como delito o falta en el Código Penal tienen una finalidad no sólo sancionadora sino también y, fundamentalmente, educativa. Una de las medidas aplicadas es el internamiento en un centro educativo de reforma, que puede ser cerrado, semiabierto o abierto, en función de la gravedad. En Álava, los de Andoiu y Uribarri acogen a estos chicos que cumplen una medida judicial. Además, las instalaciones de Llodio, Sansoheta (Vitoria) y Agurain atienden a jóvenes con dificultades de adaptación.
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que en el 2008 hubo un total de 15.919 menores condenados, lo que supone un 16,8% más que el año anterior. También revelan el aumento en los menores extranjeros hasta alcanzar el 21,4% de la cifra total, siete puntos más que en 2007.
Niños agenda ¿A qué se debe este aumento de la violencia en los menores? Según el estudio El sistema de protección del menor: visión crítica de la ApDH, asociación pro derechos humanos, entre las causas que llevan a un menor a ser agresivo están los cambios que se han producido en la forma de vida de la sociedad occidental. Este informe denuncia que no hay tiempo para estar con los hijos; son los llamados niños agenda que complementan sus horas con actividades extraescolares mientras sus padres tratan de compensar el poco tiempo que pasan con ellos con dinero, caprichos y otros bienes materiales.
En los últimos años ha comenzado a hablarse del síndrome del emperador, que define la actitud de esos hijos que maltratan, pegan, roban o vejan a sus propios padres. Psicólogos y educadores coinciden en que la raíz del problema está en la educación. Francisca Vargas, psicóloga clínica y psicoterapeuta, asegura que los problemas de conducta de los menores son consecuencia de la falta de uso de autoridad de los padres. "La agresividad es una reacción primaria en los niños, el problema se da cuando la inmadurez de los padres no les permite ejercer su autoridad. Hay que saber poner límites y normas a los hijos", aconseja.
En el caso de los menores inmigrantes que cumplen una medida judicial, la violencia -para Vargas- es consecuencia del desarraigo cultural y familiar. "Por mucho que las instituciones se esfuercen, nada puede sustituir a la cultura y a sus referentes educativos: sus figuras de autoridad se encuentran muy lejos", asegura la experta. Es decir, factores como la ausencia de los progenitores pueden tener su reflejo en las conductas antisociales de los menores. Además, entre las causas de la incapacidad de los adultos para ejercer su autoridad está el ritmo de vida de la sociedad actual.
"Los padres intentan compensar el poco tiempo que pasan con sus hijos dándoles todos los caprichos. Deberían tomar conciencia de que es importante para el menor ponerle límites y saber decirle que no, aunque resulte difícil", explica la psicóloga clínica.
nivel social y económico Los expertos también coinciden en que uno de los principales problemas se da en familias con gran capacidad adquisitiva. "Al encontrarse en una situación boyante, no escatiman en regalos y cuando por algún motivo se les dice que no, empiezan los problemas", asegura Vargas. Además, por diferencia de criterios, algunos padres desautorizan a los profesores de sus hijos. La psicóloga advierte de que descalificar a figuras de autoridad es "muy negativo" para los menores.
Por otro lado, aunque el factor genético es importante, Vargas cree en el aprendizaje por modelo. "Repetimos las conductas que vemos, por ello debemos tomar conciencia de nuestra violencia innata y controlarla", recomienda.
Los expertos coinciden en que una posible solución para este problema son las terapias familiares. "Educar a los hijos es una tarea muy difícil, pero las familias deben querer solucionar sus problemas y no mirar hacia otro lado", explica Vargas.