Hay muertos sepultados bajo los escombros y vivos atrapados por el hambre, la malaria y la desolación. Siete meses después del terremoto que sacudió Haití y miles de conciencias, el país no levanta cabeza. "Millón y medio de personas siguen viviendo en campamentos espontáneos sin comida, agua, ni electricidad, en condiciones sanitarias bastante pobres, lo que puede provocar brotes epidémicos y situaciones de inseguridad. De hecho, a menudo se están denunciando violaciones a mujeres. A niñas, sobre todo", resume la cruda realidad Lander Bombien, técnico de proyectos de Haití y de República Dominicana de Anesvad.

Tras haber recorrido las calles de Puerto Príncipe, este cooperante vasco describe, ya en Euskadi, un paisaje devastado. "Me impactó muchísimo el grado de destrucción de la capital. Veías los escombros de las casas y edificios derrumbados y se te encogía el corazón. Era como si hubiera caído una bomba atómica".

Al país más pobre de América, el pasado 12 de enero, todo se le volvieron pulgas. "Antes del terremoto, Haití ya tenía las peores tasas de educación, empleo y salud. La situación era de por sí muy mala, los servicios eran escasos y la gente estaba muy empobrecida. Con el seísmo todo eso se ha multiplicado aún más", apunta este joven.

La diferencia es que 230.000 haitianos ya no están allí para contarlo. Y a la cifra de fallecidos que dejó el terremoto hay que añadir los muertos de hambre. Literales. "No me atrevo a decir que haya hambrunas en todos los campamentos espontáneos del país, pero sí hay gente que se está muriendo de hambre", confirma Bombien.

La versión de Jean Closter Julien, presidente del Movimiento de Integración para la Promoción Social, no es más alentadora. "La situación en Haití sigue siendo caótica. Hay campamentos en los que la gente vive sin comida, sin agua y sin medicinas y comienzan a aparecer enfermedades, como la malaria o el sida", asegura el responsable de esta ONG, que lleva más de 10 años trabajando en la frontera entre Haití y la República Dominicana.

Los temores de este economista ya se han plasmado en papel. Al menos, así lo asegura Beneco Enecia, director ejecutivo del Centro para el Desarrollo Sostenible. "Ya se tienen informes de personas que están muriendo y de otros que están enfermando por el tema del saneamiento, que pone en alto riesgo a los pobladores. Y todavía no se vislumbra una solución", alerta el responsable de esta ONG dominicana.

La población acogida en albergues, a pie de carretera, está mejor abastecida, pero hay decenas de campamentos improvisados por todo el territorio donde la ayuda llega a duras penas. Si llega. "Igual aparece la Cruz Roja un día y te trae cuatro tiendas de campaña, unas mantas y un kit de comida, pero luego no vuelve a pasar nadie más. Se están haciendo cosas, es verdad, pero hay que entender que el desastre fue de una magnitud muy grande y que no basta con parchear dos semanas la situación de estas personas, porque ya llevamos siete meses y aún hay mucha gente sin ningún medio de vida", constata el cooperante y politólogo vasco.

Mientras Bombien cruza los dedos para que no haya más seísmos, Enecia teme la temporada de ciclones en la que están inmersos. "Las personas que están en la calle necesitan ser alojadas ante la posibilidad de lluvias torrenciales y fuertes vientos. Se les está pidiendo que se desplacen de los lugares con mayor riesgo, pero no tienen a dónde ir".

Resurgir de la violencia

"A uno de nuestros equipos le robaron a punta de pistola"

Pese a que los vendedores ambulantes de fruta y verdura aportan un granito de esperanza, el desierto de parados es demoledor. "Ahora mismo el país es dependiente de la ayuda internacional. Mucha gente no tiene recursos ni acceso a ellos, lo cual explica que emigren a otras zonas y a República Dominicana. Se calcula que en los primeros meses medio millón de haitianos podrían haber cruzado la frontera", explica el técnico de proyectos de Anesvad.

La imposibilidad de ganarse el pan también explicaría, según este politólogo, el resurgir de la violencia. "Después del terremoto, se está dando una especie de ley de la calle y la inseguridad y la violencia vuelven a aparecer. Se suceden los secuestros -que pueden acabar en asesinato-, las violaciones, los robos... De hecho, a uno de nuestros equipos le robaron en una carretera a punta de pistola y ésta es una noticia muy triste porque supone que gran parte de los esfuerzos de la comunidad internacional van a tener que ir dirigidos a seguridad".

También el haitiano Jean Closter Julien se hace eco de las agresiones que sufren las mujeres en algunos campamentos, donde reina la impunidad. "Hay muchos casos de maltratos y violaciones. Yo he llegado a encontrar hasta diez chicas de 16 y 17 años embarazadas y viven en albergues", atestigua. "Incluso ha habido dos o tres orfanatos que han sido denunciados porque ha habido violación de menores. La situación es alarmante", rubrica Enecia.

hay descoordinación

"Sólo ha llegado el 11% del fondo internacional comprometido"

Más que una ola, el terremoto de Haití desató un tsunami de solidaridad. "Fue espectacular, la gente se volcó, más de 900 organizaciones acudieron al país para trabajar la respuesta a la emergencia y se celebró una cumbre mundial de donantes, donde se comprometieron 9.000 millones de dólares", recuerda Bombien. Siete meses después, las buenas intenciones van camino de quedarse en papel mojado. "Hasta ahora sólo ha llegado el 11% del fondo comprometido. La comunidad internacional tiene que respetar su palabra y también tiene que haber una mejor coordinación", demanda este economista del país desolado.

"La situación es decepcionante. No se sabe cuándo van a seguir fluyendo los recursos económicos y, aunque Naciones Unidas es el órgano coordinador que intenta decir qué hace falta y dónde, muchos de los donantes hacen la guerra por su cuenta", censura el cooperante vasco, quien estima que los haitianos tardarán más de diez años en recuperarse "por el mazazo psicológico que supone haber perdido la familia, la casa y el trabajo".

Haciendo gala de un espíritu crítico, Enecia condena que la comunidad internacional, el Gobierno haitiano y los organismos no hayan logrado "ponerse de acuerdo para sacar al país de esta precariedad". "Los grandes desembolsos están paralizados y es lamentable que, siete meses después, quienes tienen a sus padres o hermanos sepultados ni siquiera hayan podido ver que se movilizan los escombros para recuperar parte de sus cuerpos. Al principio Haití era primera página en todos los medios, pero parece que la gente entendió que el problema ya se había resuelto y no es así. Todavía Haití no levanta cabeza".