siempre hay clases, o al menos eso reza el dicho. Y también está aquella otra máxima, la de la Ley de Murphy, que señala que si algo puede fallar, lo hará. Y la Policía Municipal de Vitoria sabe mucho de esto porque ha padecido diversos y sonoros patinazos en los últimos meses. Episodios como la retirada con grúa del coche que transportaba el alcalde al Azkena Rock Festival después de que sus escoltas lo estacionaran frente a una salida de emergencia o la retención de dos guardias municipales en los accesos a los conciertos acusados de haber manipulado los pases de entrada, tienen su continuidad ahora con un nuevo desliz. Un agente de la nueva promoción de la Policía Municipal de Vitoria recibió por error una invitación a una comida para invitados ilustres en un afamado restaurante de la ciudad justo después de que el Ayuntamiento anunciase que este año el acto de presentación de los nuevos guardias se quedaba sin el tradicional lunch presuntamente por recortes económicos.

El suceso tuvo lugar el pasado día 2 a las 12.00 horas en el Palacio Villa Suso. Como cada vez que se presenta una nueva hornada de agentes locales, el Ayuntamiento organizó un acto protocolario al cual acudieron representantes municipales, los mandos de la propia Guardia Urbana y los familiares de los nuevos policías. Aunque a lo largo de los dos últimos años el evento había venido acompañado de una pequeña merienda ofrecida por el Consistorio, en esta ocasión se anunció que no tendría lugar. La explicación que recibieron algunos de los interesados era que los recortes económicos obligaban a ser comedidos con este tipo de ágapes.

En plena celebración, uno de los agentes novatos recibió un sobre. Como no tenía razones para pensar que no iba dirigido a su persona, lo abrió. En su interior descubrió una invitación para acudir a comer, ese mismo día, al afamado restaurante Ikea de la capital alavesa. Un pase que, tal y como pudo comprobar inmediatamente, no iba dirigido a él sino a los elegantes y distinguidos invitados VIP que asistían al acto. La noticia del equívoco se extendió por todos los corrillos presentes y gran parte de la concurrencia se hizo la misma pregunta: ¿quién paga esa comida?