Síguenos en redes sociales:

Los "jandillas" vuelven a hacer diabluras

La ganadería pacense de Jandilla protagoniza el último encierro de los Sanfermines 2010 de la manera que lo ha hecho en los últimos años, una tenebrosa carrera que se cobra cuatro corneados en las calles de la capital navarra.

Qué bichos más malos, unos verdaderos diablos... A Pamplona le temblaban las garrillas con el regreso de la ganadería de Jandilla, que acumulaba 22 cornadas en sus últimas siete visitas a los Sanfermines, incluida la letal que segó la vida del madrileño Daniel Jimeno el año pasado. Y los astados llegados desde la provincia de Badajoz volvieron a hacerse los canallas, con una colección de volteretas y dentelladas que helaron los ánimos más templados.

Gavioto, el colorado de 510 kilos, fue el peor malvado de la mañana, al quedar suelto en el tramo de Telefónica, allá donde Capuchino se hizo un nombre maldito para las fiestas, y liarla parda. El astado se ensañó con dos corredores, a los que dio una auténtica paliza contra el vallado del lado izquierdo. Ambos jóvenes acabaron agujereados: el chileno Alonso Emiliano Ceardi Vilches, de 23 años y vecino de Oviedo, que fue empitonado en el tórax y en el muslo, y el madrileño F.M.P., de 19 años, que recibió una cornada en la axila derecha.

La cosa pudo ser aun más grave, porque el animal se enceló con ellos, pero los mozos pudieron escapar por debajo de las tablas, mientras otros compañeros intentaban llamar la atención del burel. Gavioto tardó otra eternidad en continuar hasta la Plaza, amagando y consumando arrancadas traicioneras en ambas direcciones, que tensaron por completo los nervios de la mañana.

Cuando finalmente el morlaco se lanzó por el callejón, volvió a dejar en evidencia al divino Julen Madina, que se tiró al suelo como un tronco para evitar la cornada cuando ya pisaba el albero. El jandilla venenoso lo embistió con la cara, pero siguió su camino hacia el centro del ruedo, donde el inglés Daniel Ross Earl, de 24 años, hizo el ridículo al citar al animal por detrás, que lo volteó como un trapo al tiempo que lo hería en la ingle con una de las astas.

Fue el broche lógico a un encierro tenebroso, por la carga emocional de la cita y por la mala baba que exhibieron los morlacos, que además de los heridos por asta, sumaron embestidos que por centímetros no sufrieron cornada. Un verdadero recital que comenzó en Mercaderes, donde Filósofo protagonizó una secuencia de diez segundos más que pavorosa.

El burel, que se adelantó al resto de la torada al cruzar frente al Ayuntamiento, se abrió hacia el lado derecho y en desdichada trayectoria dio un puntazo en el brazo al pamplonés Alfonso Galbis García-Elorz, de 27 años. Aunque el mozo intentó zafarse del toro, tirándose al suelo junto a otro corredor, Filósofo le clavó su pitón derecho en un derrote certero, que le desgarró la carne.

confusión en la estafeta El jandilla prosiguió después por el mismo lado y antes de la curva de entrada a la Estafeta, por donde nunca corren los toros, empaló al pamplonés Juan José Villanueva Sola, de 50 años, al que desequilibró y zumbó una espectacular voltereta. Lo peor fue la caída.

Y sin tiempo para parpadear, otra vez Filósofo, unos metros más adelante, y ya en la Estafeta, repitió la jugada, tras reponerse de un leve resbalón. Otro corredor acabó haciendo la ruleta en el aire y con la testa empotrada contra las piedras, centésimas de segundo antes de que el morlaco embistiese a un grupo de mozos, que de milagro se libraron de la cornada.

En paralelo, caían por detrás tres de los astados, entre ellos Gavioto, lo que hizo que la manada se estirara y quedara guiada por los mansos. Filósofo siguió al frente, ya más relajado, en medio de una sensacional algarabía. Se notó que era la última jornada de carrera sanferminera y los empujones y codazos dieron con más de un corredor en el firme de la Estafeta.

El resto de la historia ya está contada: el colorado Gavioto creando un caos colosal en el tramo final de Telefónica, metiendo miedo y cornadas por partida doble y triple. Cuatro minutos y 23 segundos de encierro, suficientes para duplicar el balance final de heridos por asta en estas fiestas, de cinco a nueve empitonados. Ni cebadas ni gaitas. Definitivamente son los de Jandilla quienes cardan la lana.