L aila Berenice, Marling Escarlin y David Alfaro son tres menores de la plataforma mundial NAT´s (Niños y Adolescentes Trabajadores) que se incorporaron al mundo laboral, antes incluso de que tuviesen uso de razón para ayudar a sus padres. Mañana se celebra el Día Mundial contra la Explotación Infantil, pero ellos no se consideran esclavizados porque aseguran estar lejos de los horarios inhumanos. Se consideran afortunados. A diferencia de ellos, otros muchos niños sí que están explotados y otros que no se pueden permitir los libros porque no tienen dinero.

Vitoria fue el escenario ayer de las reivindicaciones, dentro del convenio Jolas eta Ekin, en el que intervienen Ayuntamiento y organizaciones como Serso-San Viator, Save The Children y Tierra de hombres, para luchar por la infancia.

David Alfaro empezó a trabajar con 7 años para ayudar a su familia vendiendo tortas de maíz, en el mercado nicaragüense del municipio de Nuevo Amanecer. En esa época no había oído hablar nunca de que eso se denominaba "trabajo infantil". Para saberlo, tuvo que esperar tres años, cuando a los 11 empezó a colaborar en el Instituto de Promoción Humana, que promueve los derechos de la infancia. Una "escuelita", como David lo llama, donde fue alfabetizado y donde empezó a dar charlas a otros menores, que como él, pueden caer presa de las bandas juveniles de su barrio.

Este chaval de 14 años confiesa que no se considera explotado "al ayudar a su familia". Desde hace siete años, se levanta a las 2.00 horas para sacar el maíz y llevarlo al molino, "luego mi mamá prende el fogón, lo limpiamos y terminamos a las 8.00 horas". A continuación, está dos horas en la "escuelita" y luego camina 45 minutos para ir al mercado. "Es un camino peligroso porque hay grupos violentos". A continuación, va al colegio, donde estudia 6º de Primaria y a las 17.00 horas vuelve a vender. Su jornada acaba a las 20.00 horas, cuando se mete a la cama.

La historia se repite con su compatriota Marling Escarlin, de 12, alumna de 1º de Secundaria: sale de casa a las 4.00 horas "para vender café con su papá" en el mercado Montenegro, donde trabaja hasta las 6.00 horas. "Luego cuido a la menor de mis seis hermanas y limpio la casa". Como ellos, Laila Berenice, de 17, vende lencería "para postular a Ciencias de la Comunicación".