Vitoria. Ser pobre en Euskadi no sólo implica llevar un día a día austero, sin los caprichos que uno quiere, sino que también la vida se acorta más rápido que las personas que tienen un mayor poder adquisitivo. Según el Plan de Salud de Osakidetza, al que ha tenido acceso este diario, las personas más desfavorecidas padecen más enfermedades, una mayor discapacidad y viven menos tiempo que las ricas. Las desigualdades sitúan además a los grupos más desfavorecidos en una posición de mayor vulnerabilidad. La mortalidad aumenta cuanto más bajo se está en la escala socioeconómica, lo que significa que los pobres, además de tener peor salud, la empeoran a medida que descienden en la jerarquía social.
El perfil de la persona que tiene todos los boletos para irse al más allá responde a alguien sin titulación universitaria, que esté parado o desempeña puestos de trabajo manuales. En este sentido, el Plan de Salud explica que la mortalidad en las personas sin titulación académica es un 88% mayor que en las universitarias; en los trabajadores manuales no cualificados un 68% mayor a la de los directivos y titulados superiores. Cabe destacar que tanto los parados como los inactivos muestran una mortalidad dos veces mayor que los ocupados.
Si bien no extraña que la mortalidad aumente con la edad, llama la atención que ésta es siempre claramente mayor en los varones que en las mujeres: de dos a tres veces mayor que en las féminas en todos los grupos de edad, para ser exactos. Sin embargo, la mortalidad en las franjas de edad se acentúa mucho más entre los hombres de 20 a 64 años. De hecho, entre el 13 y el 34% de las muertes de los varones se atribuyen a la falta de formación y de recursos. "Si todo este tramo de edad masculino hubiera tenido la mortalidad de los universitarios, se habrían evitado un 34,4% de las defunciones", matiza Osakidetza.
Respecto a las mujeres, las mayores diferencias en la mortalidad, según el nivel de instrucción, se observaron en las de 20 a 34 años. En ellas, las muertes aumentan al disminuir el nivel de formación, con especial magnitud en las mujeres sin estudios que llega a ser 8,1 veces mayor que en las personas con titulación universitaria.
El tipo de residencia también aumenta las probabilidad de morirse antes. En este sentido, los que viven en pisos de bajo confort tienen un 117% más de posibilidades de fenecer antes que los que habitan en las de mayor comodidad.
confort de la vivienda Entre los varores se observa una relación gradual entre este confort de la vivienda y la mortalidad en todos los grupos de edad. Si bien es cierto que las mayores diferencias son para los de 35 y 44 años, ya que los de residencias más austeras tuvieron una mortalidad 3,2 veces mayor que los que vivían en otras con más comodidades. También en las féminas se repite esta franja de edad como la que más diferencias registra en las tasas de mortalidad. "Ésta fue 2,2 veces mayor en las residentes de confort bajo que en las de confort alto". Asimismo, las desigualdades socioeconómicas explican las causas de la muerte más frecuentes en cada grupo de edad y sexo. De todos los desencadenantes de la muerte, donde mayor claridad se ven las diferencias relativas respecto al nivel de instrucción es en el sida y en la sobredosis. De manera que el retrato de pobre y con baja formación se repite para estas dos causas de muerte.
drogas y sida En las muertes por sobredosis, por ejemplo, los varones con estudios primarios o sin formación académica tuvieron una mortalidad 12 veces mayor. Esta situación también se dio en los hombres que fallecieron por sida: los que no tenían estudios tuvieron una mortalidad mayor que los universitarios, los desempleados nueve veces mayor que los ocupados y los residentes en viviendas de confort bajo cerca de cinco veces mayor que los de comodidad alta. Este patrón se vuelve a dar en las mujeres: la mortalidad de las que tenían enseñanza primaria es 8,5 veces mayor que las universitarias; las desempleadas y residentes en viviendas de bajo confort bajo cerca de 5,7 veces mayor que las ocupadas y habitantes en pisos de mayor poder adquisitivo.
La baja formación también explica las primeras causas de la muerte que se dio en ambos sexos. Este es el caso de la cardiopatía isquémica, la primera causa de muerte entre los hombres y la segunda en los varones de 20 a 64 años. En todos estos tramos la mortalidad aumentaba al bajar el nivel de instrucción y el confort de la vivienda habitual.
Lo mismo pasó con las enfermedades específicas, como las cerebrovasculares- la primera causa de muerte en las mujeres mayores de 64 años- donde la mortalidad aumentaba según disminuían el nivel de formación y el confort de la vivienda, con excesos de un 14% en las féminas sin estudios respecto a las universitarias y e un 16% en las residentes en viviendas de bajo confort. Los suicidios -que representaron el 3,5 y el 2,5 del total de defunciones de los varones y de las mujeres de 20 a 64 años- también se dieron más entre los que tenían un nivel más bajo de instrucción.
Este tipo de muerte entre los varones con titulación primaria y sin estudios tuvo una mortalidad dos veces mayor que los universitarios y un 1,9 veces más entre los residentes en viviendas de bajo confort. Entre las mujeres, la muerte se dio en un 158% entre las sin estudios y del 233% al comparar las desempleadas con las ocupadas.