vitoria. La obesidad infantil, unida a una vida sedentaria y a los malos hábitos alimenticios, es la causa principal del incremento de la diabetes entre los niños y adolescentes. Una enfermedad que hasta hace bien poco se asociaba con la edad y aparecía en adultos está teniendo una presencia mayor en la infancia. En el País Vasco, en más de 400 familias vive un niño diabético y unos 100 debutan cada año en esta enfermedad.

"Esta dolencia en los niños y adolescentes era sinónimo de diabetes tipo uno, mientras que la diabetes tipo dos era una enfermedad de la mediana edad o de los mayores. Pero en los últimos años se ha producido un gran incremento en los niños, especialmente en las formas de diabetes relacionadas con la obesidad y los hábitos de vida, en la tipo dos o del adulto, que cada vez es más frecuente en la edad pediátrica", explica Venancio Martínez, especialista de la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.

Aunque la diabetes tipo uno difícilmente se puede prevenir, la relacionada con la obesidad y los estilos de vida, sí. De hecho, los cambios en los hábitos diarios de los niños, sobre todo los relacionados con el importantísimo incremento de la obesidad, son los principales responsables de la epidemia de diabetes tipo dos en niños y adultos. "Educar desde la infancia en una dieta saludable y fomentar el deporte debería ser una estrategia preventiva prioritaria para los sistemas de salud. No podemos olvidar que cuantos más gordos seamos más diabéticos habrá. Casi todos los gordos empiezan a serlo en los primeros años de vida", apunta.

Una vez diagnosticada la diabetes, "debemos aspirar a que el niño haga una vida normal, aunque para ello tenga que recibir insulina", explica el experto, que añade que "esto se consigue proporcionando al paciente y a su familia conocimiento, fomentando la adquisición de habilidades de autocontrol y logrando una actitud lo más positiva posible por parte del niño". "La educación para el autocontrol por parte del niño debe iniciarse en el mismo momento del debut de la enfermedad, con el fin de que a lo largo de la adolescencia logre una buena autonomía y viva integrado en su ambiente de amistad escolar y en su familia", añade.

En el caso de los niños, el conflicto para el pediatra y para la familia está en alcanzar esta responsabilidad dañando lo menos posible el desarrollo del pequeño. "Madurez acelerada frente a una niñez lo más normal posible, disciplina frente a autonomía; ése es el dilema. Porque todo lo que sea asumir de forma precipitada el autocontrol se hará a costa de robarle espontaneidad, y, por tanto, infancia", cuenta. "Y, por el otro lado, se ha visto que la pérdida de control precoz por parte de los padres se relaciona con la peor evolución de la diabetes en la adolescencia. Lo importante es disminuir las limitaciones de la enfermedad y evitar sus complicaciones, pero esto no es fácil ni para el pediatra ni para los padres".

Personal en los colegios Como los niños pasan la mayor parte del día fuera de casa en los centros escolares, los pediatras consideran fundamental proporcionar al profesorado una preparación mínima en el cuidado de niños con problemas de salud y reconocerles en su currículo su capacitación e interés. "Si no se facilita la integración en el ambiente escolar del niño enfermo, a una persona con un problema se le añade un problema más. A un enfermo se le hace doblemente enfermo. O se dota a los colegios de personal sanitario, o se prepara al personal docente interesado en realizar esta función para que sepa valorar y tomar decisiones", dice Martínez.

Sobre los nuevos tratamientos de la diabetes, los pediatras se muestran esperanzados, ya que se están dando grandes avances: las nuevas insulinas, los instrumentos para su administración y para el control de la enfermedad y la terapia mediante trasplante, tanto con islotes de cadáver como con células madre. Todo ello se traduce en mejoría en el control del diabético, prevención de las complicaciones y, sobre todo, calidad de vida. "Creo que la curación de la diabetes está a la vista. ¿Será en 10, 15 ó 20 años? No lo sabemos. Pero los ensayos clínicos en marcha y los tratamientos realizados a grupos seleccionados deben hacer a los padres de los niños diabéticos y a los mismos enfermos vivir su día a día con esperanza", apostilla Venancio Martínez.

La clave para que el paciente adulto y pediátrico pueda llevar una vida normal está en su capacidad de involucrarse en su dolencia. "La industria, los investigadores o los médicos pueden decir lo que quieran, pero si ellos no se involucran la enfermedad les vencerá", reconoce Gonzalo Verge, director médico de Novo Nordisk, que lidera la investigación sobre diabetes.