CENTENARES de árboles rotos, viviendas sin electricidad o desperfectos en los coches son sólo algunas de las consecuencias de Klaus, la ciclogénesis explosiva que azotó el norte de España y el suroeste de Francia del 23 al 25 de enero del año pasado. Un fenómeno meteorológico excepcional, del que el último precedente conocido fue hace once años. En concreto, según precisa el Centro Meteorológico del Gobierno Vasco, la última vez que sucedió un hecho similar fue con Lothar el 27 de diciembre de 1999. En esa fecha ocurrió algo similar con la llegada de una tormenta y, un año antes, el 20 de diciembre de 1998, un episodio parecido se saldó con el hundimiento del Marero y el fallecimiento de varias personas que viajaban a bordo.

Se trata de una borrasca inusitada que se produce cuando dos masas de aire diferentes, una cálida y otra fría, chocan generando fuertes vientos y abundantes precipitaciones. Éstas se desarrollan en un corto periodo de tiempo, de ahí el adjetivo de explosiva. En ellas, la presión es menor más cerca del centro y los vientos giran en sentido contrario a como lo hacen las agujas de un reloj. Cuanto más cercanos estén esos dos puntos y cuanto mayor sea la diferencia de presión entre ellos, mas fuerte soplará el viento. Así, cuando vemos que las líneas de los mapas del tiempo las isobaras aparecen alejadas unas de otras, el viento resultante será débil o aparecerá en calma. En cambio, cuando estas líneas se muestran en gran número y muy cercanas las unas a las otras, el viento será más fuerte.

Aunque algunas de sus características, como el intenso viento, se asemejan a los ciclones tropicales, el origen y evolución de ambos fenómenos es muy distinto. Así, las tormentas "bomba" son de una dimensión dos veces menor que la de los ciclones tropicales (500 km contra 1.000 km) y sacan su energía de la atmósfera, mientras que los ciclones tropicales obtienen su energía del agua caliente del mar. Su estacionalidad también es distinta. Mientras que la ciclogénesis sobrevienen principalmente en invierno, los ciclones tropicales se producen al final del verano o en los primeros compases de otoño.

Los científicos no han establecido hasta ahora una correlación entre el calentamiento global y los cambios en la formación de las tormenta, aumento de su frecuencia y cambios en su intensidad, si bien sigue siendo un tema de estudio.

La ciclogénesis que azotó el norte de España y el suroeste de Francia del 23 al 25 de enero de 2.009 acabó siendo el desastre natural más costoso de 2009. A nivel global, causó 5,1 billones de dólares en daños y se cobró la vida de 26 personas. Los daños que se cifraron en España fueron en torno a 10 millones de euros.

Klaus El vendaval, bautizado como Klaus, causó la muerte en España de once personas, entre ellas cuatro niños en la localidad barcelonesa de Sant Boi de Llobregat y afectó a Euskadi, Galicia, Asturias, Cantabria y Cataluña con vientos de velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora y lluvias torrenciales. En total, los afectados en la CAV fueron entre los 1.500 y 2.000 personas.

Las ráfagas de viento huracanado llegaron primero a Álava. En este territorio, las rachas se cebaron con la zona de la Llanada. El desprendimiento de la vía en Subijana Morillas con motivo de la ciclogénesis obligó a la Diputación al corte de la carretera para poder reformarla. Los niños también sufrieron las consecuencias del temporal ya que se suspendieron las actividades extraescolares. En Gipuzkoa, el viento que provocó la tempestad ciclónica atípica superó los 135 km/h. Las zonas más castigadas fueron las orientadas al mar, desde Deba hasta Donostia.

En Bizkaia las ráfagas fueron las artífices de desplomes de tejados y cornisas. Dejaron sin casa a 20 familias en Basauri y otras dos de un caserío de Balmaseda. La caída de ramas y árboles provocaron accidentes leves en la circulación, contenedores volcados y cables de alta tensión cortados, que provocaron el enfado de miles de abonados. Se registraron rachas de viento realmente fuertes, de hasta 193 kilómetros por hora en Matxitxako, pero sólo en momentos puntuales.

Compensaciones La tempestad sacudió también el suroeste francés, donde ocasionó doce muertos, 400 heridos y cuantiosos daños materiales. Francia, que reclamó a Bruselas compensaciones el pasado 2 de abril del año pasado, recibió en mayo 109,4 millones de euros del Fondo Europeo de Solidaridad para paliar las consecuencias. Este fondo de solidaridad, creado en el ejercicio de 2002, proporciona ayudas para financiar medidas de urgencia en los estados miembros o en los países que negocian su adhesión a la Unión Europea que sufren graves catástrofes naturales.