Milagros a Abastos. El mercado que concentra el espíritu del comercio vitoriano se sumó ayer al desafío iniciado el viernes por los hosteleros de Cuchillería y logró lo que parecía imposible: espantar para siempre el nostálgico recuerdo de Ardoaraba, la feria de vinos que murió por falta de financiación institucional, con su magnífica Plaza Vinogourmet. Al resguardo de un domingo gélido, el laberinto con aroma a fresco levantó las persianas de los puestos, abrió su espacio a 21 integrantes de la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (Abra), le hizo un hueco a los cocineros de Boilur... Y no dio abasto. Miles de asistentes. Mil alabanzas. Éxito total.
"Heredad Ugarte, Muguruza, Santa María López... ¿Y qué es eso de allí?". Miren y Francisco contemplaron, aturdidos, el edén enológico y gastronómico nada más subir al primer piso por la culebra mecánica. Pero se sacudieron pronto la desorientación, gracias a los mapas que los comerciantes habían clavado a lo largo de la plaza. "Qué bien se lo han montado", aprobó, muy cerca, una cuadrilla de cuarentones, comandada por Alfonso. Él había arrastrado a sus amigos hasta Abastos, "éstos van siempre al súper y no saben dónde está la calidad", y ahora todos se mostraban encantados con la idea. "Bueno, bonito y barato", aplaudieron tras la primera ronda de vinos.
Bueno, porque los caldos tienen la exquisita etiqueta de Abra. Bonito, porque el encanto de Abastos, decorado ya de Navidad, es indiscutible. Y barato, porque no sucede todos los días que uno pueda probar un joven de Rioja Alavesa por sesenta céntimos, o un crianza por un euro. Palabra de foráneo, concretamente de Javier, un pamplonés que había venido a Vitoria "para hacer una visita rápida" a una amiga y ahora sostenía una copa en la mano. "Tenéis que estar muy orgullosos de que se organicen cosas así, sobre todo durante los puentes. Estoy sorprendido", aseguró para satisfacción de su compañera y del charcutero que, desde su puesto, contemplaba entusiasmado el ir y venir de los ciudadanos. "La iniciativa tiene un doble objetivo: revitalizamos Vitoria y, al mismo tiempo, el mercado, porque lo damos más a conocer y transmitimos su importancia en la ciudad".
La artimaña funcionó en muchos casos. Mertxe salió del mercado a mediodía con un pollo, el calor de dos vinos y la intención de volver al día siguiente con toda la familia. "Me encanta esta iniciativa. El mercado se merece ser la sede de un certamen de vinos. Además, aquí se puede disfrutar sin tanto agobio como en las carpas de Ardoaraba y resulta más auténtico, como el carácter del vitoriano", dijo. Su opinión fue compartida por la mayoría de los asistentes que se acercaron a Abastos, aunque los hubo también que alabaron más la extinta feria por "ser un espacio distinto a lo que ya conocemos".
Por la mañana, familias y mayores marcaron el perfil del público. "Esto es mejor que pasear", apuntó Antonio mientras se dirigía a uno de los puestos de pintxos. Tocaba llenar el estómago, para proseguir sin sustos con los vinos. Pero tuvo que esperar un poco. A la una y media de la tarde, empezaron a formarse espléndidas colas para llevarse a la boca las elaboraciones de Boilur. Mientras tanto, los chefs trabajaban a destajo en el Aula de Cocina. "50 kilos de patatas, diez de cebolla, 60 de pimiento, 10 de jamón, 12 de lomo, 15 de pechugas de pollo, cuatro quesos, 40 docenas de huevos, 200 barras de pan... No damos abasto", admitió, entre sartenes, Saturnino.
Más tranquilos, los bodegueros aplaudieron la respuesta de los vitorianos. Las ferias les brindan a muchos la oportunidad de darse a conocer. "Somos un negocio familiar", explicaron Javier y Concha, de Señorío de las Viñas. "Y nosotros", señalaron desde el puesto de Viña Lamioga, mientras colaban a los visitantes información sobre su agroturismo. "De la bodega sólo no se vive".