Seychelles. Pisó tierra y pensó: "Esto es un sueño". O, lo que es lo mismo, el fin de la pesadilla que han vivido él y su tripulación durante los 47 días que han estado en manos de los piratas somalíes. Inmerso en el sueño, Ricardo Blach corrió a abrazarse con su hija Cristina, a la que estampó un beso de una carga sentimental de magnitud incalculable. Luego, apenas se separó de ella, como si tuviera miedo de volver a pederla. "Es que", explicaba el gallego, con buen aspecto, aunque algo delgado y agotado, "aquello ha sido un verdadero infierno. La peor experiencia de mi vida, sin duda. Pero se ha acabado. Todos estamos muy bien, algo delgaditos, pero bien". A su lado, su hija, con semblante serio y las emociones bajo la piel, dice que le ve bien, le sonríe y corrobora la versión de su padre: "Está algo delgadito".

Blach trata de describir el infierno en pocos trazos. Las pinceladas del horror. Cuenta que el final fue especialmente angustioso porque "hubo momentos en los que parecía que ya estaba, que éramos libres, pero luego? todo se estaba poniendo más difícil cada día, pero al final nos sacaron del infierno. Gracias a los que lo han hecho posible, al embajador de España en Kenia, a la empresa armadora? a todos".

En el caos del puerto de Victoria, alguien ha lanzado la pregunta como un dardo. "¿Sigue valiendo la pena poner en riesgo la vida de los arrantzales?". "No se pone en riesgo", ha respondido Cristina Blach. Su padre, asiente. "No, no se pone en riesgo nada. Ahora mismo van a ir con mucha más seguridad. No total, pero creo que con un 90% de seguridad sí van a ir, no como antes", reflexiona el patrón gallego, que no volverá a subirse al Alakrana.

El que casi resulta dramático era su último servicio. Ahora se retirará para estar junto a su familia. "Este era mi último viaje. Me jubilo. Tenía presión de la familia, pero por ayudar a mi armador, que es muy jovencito, seguí en el barco. Pero hace tres años que tenía que estar jubilado".

el futuro de la tripulación No es el único miembro de la tripulación del Alakrana que puede que no vuelva a faenar en el Índico. La terrible experiencia ha hecho que algunos de los arrantzales se planteen seriamente no regresar. "Hay muchos que dicen que no van a volver y es comprensible. Pero ahora están en caliente. Después lo pensarán. Quizás si encuentran un buen trabajo en tierra puede que no regresen a la mar, pero si no, volverán al Alakrana, que es un barco que pesca mucho", sostiene Ricardo Blach.

El secuestro fue insufrible, tanto por la duración -la tripulación llegó a pensar que aquello sería inacabable- como por la violencia empleada por los piratas, sobre todos los jefes. "Sí, nos han tratado mal, peor imposible", reconoce el patrón gallego. "A mí ha sido al que más palos le han dado, quizás porque me veían que estaba el que más fuerte y querían hundirme. Me pegaban para que no durmiera, me amarraron? Llegué a temer por mi vida". De los momentos más críticos, Blach recuerda la ocasión en la que les concentraron a todos en cubierta -fue la única vez en la que el patrón tuvo contacto con su tripulación- y los piratas comenzaron a dar tiros al aire para empujarles a que hablasen con la prensa para que aumentase la presión; cuando a alguno de los tripulantes se le llegó a ir totalmente la cabeza, de pura angustia, o cuando llevaron a tierra firme a tres de los arrantzales para forzar un acuerdo por el rescate.