vitoria. Los piratas matan. Y si no matan más es de puro milagro. "Cuando nos llevaron a proa y empezaron a tiros, con las balas en los palos y los rechaces, claro que temimos por nuestra vida", admitía el patrón del Alakrana un día después de ser liberado. "Gracias a Dios, no pasó nada", suspiraba.
Pero podía haber pasado. De hecho, esta misma semana los bandidos del océano Índico se han cobrado una víctima mortal, el capitán de un buque cisterna de las Islas Vírgenes que falleció a causa de los disparos sufridos durante el asalto. "Se negó a detener el buque y trató de escapar", dijo para justificar el tiroteo un líder de los piratas, quien aprovechó la coyuntura para lanzar un aviso a navegantes directo y simple: "Cualquier otro capitán que no obedezca nuestras órdenes morirá".
Afortunadamente, en el Playa de Bakio no llegó la sangre al río, pero también a los arrantzales les hicieron sentirse en el "paredón", a punto de ser ejecutados. "Nos pusieron en dos ocasiones contra la red y no sabíamos si nos iban a limpiar el forro, diez o doce piratas apuntándonos con las armas...", recordaba hace unos días Jaime Candamil, víctima del secuestro llevado a cabo por los piratas el año pasado.
humillaciones Amenazas de muerte aparte, estos maestros del terror psicológico suman puntos a base de humillar y maltratar a la tripulación. "Cuando venían los jefecillos, se envalentonaban y se ponían agresivos. Creo que era por hacer la pelota a los jefes, que sí eran violentos", comentaba Ricardo Blach, patrón del Alakrana, a Alain Laiseka y Zigor Alkorta, los enviados especiales de este periódico en las Seychelles.
Si alguna vez se les escapó algún gesto de compasión -un pirata le robó a otro ropa para prestársela al patrón-, eso fue algo excepcional. "Ojalá los dejen para siempre presos. Fueron muchos días de abuso, humillaciones y malos tratos...", subrayaba Blach para que no quedara lugar a dudas de su crueldad.
A las torturas cotidianas -"te sacudían para que no te durmieras, porque la presión de ellos es castigar a los demás"-, hubo que sumar trágicos sucesos durante 47 días que no vinieron sino a minar la moral de todos los tripulantes. Quiso la mala suerte que la mujer de uno de los marinos africanos sufriera un aborto durante el cautiverio de su esposo. Si éste no enviaba dinero, también su vida correría peligro, porque llevarla al hospital tenía un precio. Por más empeño que pusieron sus compañeros para que los captores le dejaran llamar a la armadora pidiendo ayuda, no accedieron y la mujer, finalmente, falleció.
es un negocio Para quien tiene mucho que ganar y vive casi de prestado, es fácil asumir riesgos. "Sólo pueden perder su vida, pero como ya la tienen perdida, es el negocio del siglo", aseguraba Iker Galbarriatu, capitán del Alakrana, a quien no le importa el futuro de los dos piratas detenidos porque "no son personas, ni tan siquiera animales".
"Estaban continuamente peleándose, se ponían la pistola en la cabeza unos a otros", describía, a su vez, el patrón para dejar constancia de que la violencia de los somalíes disparaba en todas direcciones.
Por si a estas alturas todavía alguien dudara de que los bandoleros del mar no conocen la empatía ni se apiadan del más débil, Blach relataba incluso cómo denegaron auxilio a una mujer que quedó embarazada tras ser violada por los piratas.
"Un poco antes de liberarnos llegaron unos medicamentos para que el mediador de los piratas que estaban con nosotros, que es el mismo del carguero Ariana, secuestrado hace seis meses, se los hiciera llegar a una chica embarazada que está muy mal. Los tiró en cubierta. No tienen humanidad ni tienen nada", explicaba el patrón del Alakrana.