“No me ha sido fácil, ni lo es hoy, trabajar en una profesión con zonas muy oscuras, donde a menudo la integridad y la justicia brillan por su ausencia”, confiesa la neurocirujana Gloria Villalba, que hace gala de una sensibilidad y empatía extraordinarias.
QUIÉN ES
Gloria Villalba (Barcelona, 1975) estudió Medicina en la Universidad de Barcelona y se formó como neurocirujana en el Hospital Clínic. Villalba es una reconocida médico y neurocirujana del Hospital del Mar de Barcelona donde trabaja desde el 2006. Pionera en varias prácticas en España, ha realizado más de 5.000 operaciones a lo largo de su trayectoria. Es una pionera a la hora de aplicar cirugías de neuromodulación cerebral que han conseguido mejorar la vida de pacientes sin otras opciones de tratamiento.
¿Después de leer su libro es ocioso preguntarle por qué decidió estudiar medicina? Sabiendo lo que sabe, ¿volvería a elegir la medicina para compartir y transitar la vida?
Tuve claro que quería estudiar medicina con catorce años. Reunía las dos cosas que buscaba: una profesión que me permitiera estudiar siempre y en la que pudiera ayudar a las personas. El enamoramiento por la neurocirugía llegó mucho más tarde, pues con catorce años no sabía ni que existiera. Volvería a elegir medicina y neurocirugía, pero si pudiese hablar a mi yo de 14 años y solo pudiese decirle una cosa, le diría: “trabaja de neurocirujana en un país con mejores oportunidades”.
¿Por qué eligió neurocirugía?
Lo que sentí por la neurocirugía fue un verdadero flechazo de amor, me bastó sólo una semana de prácticas en esta especialidad en cuarto de carrera para saber que quería dedicarme a eso. Me fascinó todo lo que vi: los dilemas éticos, la elegancia de las cirugías, los síntomas que se originaban en el cerebro y que podían tener solución si se llegaba a tiempo, y también que había cosas que aún no se sabían que se estaban investigando. Me quedé aquí porque no tuve quien me asesorara. Recomiendo a los jóvenes que empiezan una carrera, o a los estudiantes de medicina que van a escoger una especialidad, que tengan uno o varios mentores. Es decir, alguien que te guíe, alguien que tenga experiencia suficiente en el campo de tu interés.
¿Los padres no son esos mentores?
No. En la mayoría de los casos, los padres pueden ayudar a conseguir ese mentor.
"Hay una falta de médicos en las especialidades más castigadas laboralmente”
¿Por qué se ha quedado aquí, cuando una experta neurocirujana como usted estaría mejor considerada y con mayores emolumentos?
Ser neurocirujano o médico en este país no está mal en función de cuál sea tu propósito. Pero si tienes inquietudes y muchas ganas de trabajar, este no es el lugar. Además, pese a las mejoras, todavía vivimos en un país donde el mundo quirúrgico, y especialmente el neuroquirúrgico, tiene un techo de cristal para las mujeres neurocirujanas en los puestos de mando. ¿Saben cuántas mujeres lideran la sociedad de neurocirugía española o las sociedades de neurocirugía autonómicas? ¿Cuántas son jefas de servicio? Se quedarían estupefactos ante la respuesta.
Asistimos a una falta notable de médicos, ¿no se fomenta en exceso que se estudie medicina por tener buenas notas aunque poca vocación, en lugar de estimular a quienes tienen la vocación a estudiar para obtener buenas calificaciones?
Esta pregunta es realmente interesante e importante. No creo que haya un sistema perfecto de selección para entrar a la carrera que sea. En medicina, la nota de acceso es alta porque muchos estudiantes quieren acceder y no hay tantas plazas. En otros países, el acceso no es tanto por la nota, sino por una entrevista personal al estudiante. Este sistema es un arma de doble filo, porque puede seleccionar a personas con más vocación, pero también puede seleccionarse por otros motivos menos claros. En España decir que faltan médicos es una afirmación para matizar. Faltan médicos, ¿de qué especialidades? Pues de las más castigadas laboralmente, como por ejemplo medicina de familia, medicina de urgencias, medicina interna, cirugía general. Con el término castigadas me refiero, por ejemplo, a que hay contratos de 20 horas semanales, cuando realmente se trabajan muchas más. Además, en muchas especialidades la medicina privada ofrece mejores condiciones laborales que en la pública y el especialista decide escoger la mejor opción laboral. Por lo tanto, a la pregunta “¿faltan médicos?” existen matizaciones para responder y algunas de ellas son las mencionadas.
Hace poco acudí al gastroenterólogo. No me miró a los ojos, solo me habló mirando al ordenador y ni me palpó la zona dolorida. ¿Es posible que este tipo de medicina sea sanadora?
Desde luego que podrá ser un buen gastroenterólogo, pero no un buen médico, porque el concepto de médico va más allá. En cualquier profesión solemos ser como profesionales tal cual somos como personas, sin más. El sistema no ayuda mucho a conseguir esta empatía, porque con 35 pacientes asignados en consulta y 4 horas para ello las cuentas no salen. Tienes dos opciones, hacer 6 horas por voluntad propia o reducir la empatía. La empatía es necesaria en cualquier profesión, pero en salud esa empatía juega un papel más importante, podría decir que incluso forma parte del tratamiento. Los cirujanos no siempre podemos ayudar con una cirugía, por lo que deberíamos ser de los médicos que más necesidad tengamos de saber empatizar.
Habla de sanar, pero sobre todo de aliviar dolor y sufrimiento a través de la neuromodulación cerebral. ¿El cerebro es el último y definitivo desafío de la medicina?
Es una pregunta excelente pero muy ambiciosa y ¡ojalá yo supiese la respuesta! El cerebro es el órgano más enigmático y no solo porque a mí me apasione, sino porque es el órgano del que más aspectos faltan por descubrir, aunque no se paran de conocer cosas nuevas. Es cierto que la gran mayoría de los avances importantes en medicina en los últimos tiempos implican a las neurociencias, incluyendo a todas las especialidades que trabajan con el sistema nervioso. No sólo médicas, sino también ingeniería, informática o la física, y vemos avances tecnológicos aplicados en el sistema nervioso que abren la oportunidad al tratamiento de algunas enfermedades. Es el caso de la neuromodulación. ¿A qué avances me refiero?, pues ver a pacientes con lesión medular, incompleta, que consiguen caminar mediante un sistema de neuromodulación implantado, o a enfermos psiquiátricos resistentes a cualquier tratamiento mejorar con sesiones de neuromodulación sin cirugía; y podría enumerar muchos más ejemplos de la aplicación de la neuromodulación cerebral.
Lo repite y subyace como sustrato de fondo en todas sus páginas: Escuchar. ¿Escuchar es humanizar la medicina? ¿Empatizar y escuchar pueden no curar, pero ayudan a los pacientes?
Algo aparentemente tan sencillo, escuchar, no es tan fácil de obtener. Quizás por falta de tiempo, quizás porque creamos tener todas las respuestas, quizás porque subestimemos cualquier respuesta, o por la suma de todo, el caso es que escuchamos poco. Y si es importante siempre, en determinados momentos de la medicina es posible que sea el único tratamiento. Escuchar es la base de la empatía, pero escuchar de verdad. Escuchar y dejar que fluya la empatía en determinadas circunstancias puede curar, desde luego puede curar el alma, que duele muchas veces y no sabemos diagnosticarlo. Quiero decir que el acompañamiento forma parte del tratamiento, además del tratamiento con la tecnología más cara e innovadora que haya para esa enfermedad.
Más allá del ser médico, paciente, familiar… ¿más allá del diagnóstico y del tratamiento sería conveniente y necesario reparar en que somos personas? ¿Humanizar el trato sanitario redundaría en beneficio de nuestra salud?
Desde luego que sí. No han de competir la innovación y la tecnología con humanizar todo lo posible la medicina. Es cuestión de voluntad y organización. De hecho, actualmente en los hospitales se pasa una encuesta al alta, por una parte para ver si se ha obtenido el objetivo médico esperado, y por otra, si se ha cumplido el trato recibido, por todos y en todo el proceso del ingreso. El objetivo es dar soluciones si se detectan problemas y aún se ha de evaluar. Hace algo más de un año solicitamos llevar a cabo un proyecto, precisamente con la idea de intentar humanizar la medicina, el proyecto Carmen, que consiste en ofrecer acompañamiento espiritual laico a los pacientes neuroquirúrgicos y a sus familias. Actualmente tenemos presupuesto para continuar unos meses más y poder ofrecer los datos de los beneficios no sólo para los pacientes y familias, sino también para el personal sanitario que convive con situaciones muy dramáticas cada día.
"Hay una falta de médicos en las especialidades más castigadas laboralmente”
Sensibilidad, empatía, escucha activa, vida más allá del bisturí, dilemas con difícil solución… ¿es frecuente encontrar médicos con este libro de estilo?
Desde luego que muchos profesionales viven tan intensamente su profesión como yo y ofrecen la máxima empatía a sus pacientes, pero también los hay que son bien distintos. Pero este libro no va de eso, de yo mejor que tú, todo lo contrario, detesto esa competencia absurda entre colegas. Al otro lado del bisturí muestra lo que hay más allá de una cirugía, la complejidad de las enfermedades, de los tratamientos, y de las relaciones entre los seres humanos. De hecho, en mi opinión, este libro no va de medicina, que también, sino de como se vive una situación compleja desde varios puntos de vista, con sus luces y sombras. Es el relato de la belleza de la dureza de la medicina que tanto cuesta sacar a la luz.
Me impactan sus relatos humanizados. ¿Quién debiera leerlo con más interés, pacientes sin esperanza terapéutica, médicos con poca vocación o quemados, familiares consternados…? ¿A quién dirigiría con especial dedicación Al otro lado del bisturí?
Creo que cada público que menciona podría ver algún o algunos aspectos que le impactasen y que no conocía. Francamente, aunque no me había pasado jamás por la cabeza realizar un libro divulgativo, y mucho menos desnudándome de esta manera, agradezco que me lo ofrecieran, porque creo que es un libro útil para muchas personas por razones diferentes. Es posible que algunos lo encuentren realmente duro e incluso crean que se teatralizan o exageran ciertas conversaciones; les aseguro que en absoluto; se cuenta tal cual ha pasado, con el permiso de las personas implicadas. El impacto emocional de lo que uno lee ha de tener un aprendizaje, un mensaje. Si se consigue, estoy más que satisfecha.