“En nuestra sociedad hemos normalizado la ausencia"J.B.
“La mente es la casa de nuestra vida, y muchas veces, sin darnos cuenta, vivimos en una pequeña habitación, sin descubrir el resto de la casa”, sostiene José Luis Belmar, experto en psicología analítica. En su libro ¿Hay vida después de la mente? señala cómo aprender a estar serenamente receptivos, arraigados al presente, “abriendo la puerta hacia una vida más equilibrada y consciente, en suma, más real y menos deformada por el egocentrismo”.
QUIÉN ES
José Luis Belmar nació en Jaca (Huesca) en 1962 y es licenciado en Derecho y en Psicología, y posgraduado en Psicología Analítica. Interesado por la relación entre la psicología y la espiritualidad, ha sido instructor de meditación y dirigido retiros intensivos y cursos en esta línea.
Utilizamos con frecuencia la palabra mente, pero no sé si todos con el mismo significado. ¿Cómo definiría esa mente de la que usted habla?
La palabra mente tiene muchísimas formas de ser interpretada. De hecho, la utilizamos a diario, pero quizás con significados diferentes. En mi caso, para evitar estos equívocos aclaro que mente es sinónimo de contexto global de la experiencia, es decir, todo lo que sabemos de la realidad del mundo, aquello que conocemos por medio de los contenidos mentales y percibimos a través de los sentidos, lo que imaginamos, lo que pensamos, los contenidos mentales que generamos con nuestra capacidad de lenguaje interno; tanto esas sensaciones como las cogniciones tejen un entramado global de experiencia a lo que llamo mente.
¿La mente es solo conocimiento, es una sola capacidad o un compendio de varias?
Si algo caracteriza a la mente es su complejidad. El punto de partida de ¿Hay vida después de la mente? es que la mayoría de las personas infrautilizamos la mente. Por esto invito al lector a que explore esas otras posibilidades que no está usando con tanta frecuencia. Deseo que el lector tenga cierto equilibrio en el uso de su mente, que no use solo una de sus facetas, sino que también se abra a desarrollar otras que no conoce o que no utiliza tanto.
Puedo observar, analizar y estudiar mi cerebro y sus conexiones neuronales, ¿podría hacer algo parecido con mi mente?
A diferencia del cerebro, que es físico y puede observarse y estudiarse con técnicas de imagen cerebral que nos proporcionan información sobre su funcionamiento, para la mente no existe algo similar. Hablamos de un concepto más filosófico e inmaterial que físico, por lo que no podemos estudiarla como lo haríamos con un objeto observable y cuantificable científicamente como el cerebro.
Las neuronas y sus conexiones en el microbioma o en el cerebro son objetivos, reales. ¿La mente es objetiva/real o es mucho más subjetiva?
En la mente hay un componente de subjetividad que lo diferencia de otras realidades; lo que nosotros conocemos del mundo, que lo es en forma de mente, es la experiencia subjetiva que nosotros tenemos. Lo que sabemos de la realidad es lo que nos llega tal como lo percibimos y lo interpretamos, pero la mente no es meramente receptora de la información que nos viene por los sentidos, sino que al tiempo que percibe también introduce mucho de su parte. En esta interacción incluye lo que cada uno, por carácter, herencia, aprendizaje, educación y condicionamientos sociales interpretamos o filtramos a nuestro modo la información que nos llega sin apercibirnos de ello, con lo cual la mente siempre termina siendo una visión muy personal de mundo.
José Luis Belmar, durante la presentación de su libro.
Dice usted que la mente es la casa de nuestra vida, ¿es toda la casa o solo una habitación?
Utilizo esta imagen de la casa como vida para referirme a que si en la casa es donde pasamos gran parte de nuestro tiempo, igualmente la mente, como contexto global de nuestra experiencia, es el hábitat de nuestra vida. Es decir, que hagamos lo que hagamos, siempre estaremos envueltos en los contenidos mentales que constituyen la mente. La imagen de la casa me sirve también porque suele tener varias habitaciones y la realidad es que la mayoría solemos tender a utilizar solo una parte de la mente o a usar una zona en detrimento de otras, lo cual es como si estuviéramos viviendo arrinconados en una pieza de nuestra casa. El objetivo es que la persona aprenda a vivir mucho más feliz y a encontrar una vida más plena.
¿El Cogito, ergo sum/Pienso, por consiguiente soy cartesiano es suficiente para conseguir una vida plena, en equilibrio entre el cuerpo la mente y el espíritu? ¿Qué nos faltaría, acaso las emociones vivenciales?
En absoluto. Creo que en muchos problemas de la sociedad que hemos llegado a conformar en estos siglos el cartesianismo nos han perjudicado más que beneficiado. El entendernos como seres exclusivamente pensantes, como una mente metida dentro de un cuerpo, no nos beneficia. Desde luego que la mente sirve para pensar, pero no solo para eso. Hay otras posibilidades. Propongo cultivar una facultad que todos tenemos como es la receptividad, la capacidad de estar con los cinco sentidos despiertos, atentos a lo que estamos haciendo en cada momento. Esta capacidad forma parte de la mente y la tendríamos que desarrollar más, lo que serviría para equilibrar ese exceso de mente cogito de la que se derivan muchísimos de nuestros problemas en forma de obsesiones y de pensamientos recurrentes que nos abstraen de lo que hacemos y de las personas que nos rodean, es decir, que necesitamos centrarnos más en el aquí y ahora.
Leyendo su título cuestionando si hay algo más allá de la mente, ¿su libro da la respuesta o es una invitación a qué cada uno busque su propia respuesta?
El que el título sea una pregunta ya es sintomático, porque lo que quiero provocar es que el lector se haga la pregunta y no piense que en el libro se va a encontrar, como si fuera un diccionario, la respuesta a sus preguntas. La respuesta que se da a una persona para que simplemente se la crea no sirve de nada, tiene que ser una experiencia personal, un descubrimiento. Por eso propongo un viaje a través de su mente, que explore su mente con las indicaciones que le doy y que extraiga sus conclusiones. Lo que no sea una conclusión, un descubrimiento que haga uno mismo, no va a servir para mucho.
"El entendernos como seres exclusivamente pensantes no nos beneficia”
Su libro genera la duda de si son mis pensamientos y reflexiones los que conforman mi mente o es mi mente la que los conforma.
En realidad, hay una interacción entre todo. Básicamente es nuestra capacidad de pensar la vida, de crear pensamientos que nos explican lo que tenemos a nuestro alrededor y lo que nos pasa lo que va configurando el significado que damos a esa realidad, que, en definitiva, es lo que cuenta. Quizá uno pueda ir caminando por el bosque, en la penumbra, le parezca que hay una serpiente y se asuste, cuando en realidad solo sea un trozo de cuerda en el suelo. Lo importante no es lo que objetivamente hay allí o nos está llegando a través de los sentidos, sino cómo lo interpretamos, cómo lo vemos. Es más cierto que nuestros pensamientos crean la realidad que a la inversa.
¿Vivimos en exceso el recuerdo y nos angustia tanto el incierto futuro que nos impiden disfrutar del ahora presente y real? ¿Superar esto sería vida más allá de la mente?
Cierto. Constato que pasamos demasiado tiempo enredados en nuestros pensamientos, en nuestro diálogo interno. De algún modo pensamos más que vivimos la vida y ahí es donde me pregunto si no nos estaremos perdiendo la propia vida tanto pensarla en lugar de vivirla. Se trata de que, sin dejar de usar la facultad del racionamiento, vayamos desarrollando esa otra facultad nuestra que nos pone más en contacto con la realidad y que es la capacidad de estar atentos aquí y ahora, presentes donde estamos.
Vivimos una epidemia de salud mental expansiva, ¿es frustración y carencia de plenitud vital? ¿Quizá debiéramos soltar un poco de lastre egocéntrico?
Por supuesto. El psicoterapeuta Carl Gustav Jung citaba que la mayoría de sus pacientes de edad mediana tenían un problema mental que en el fondo era de naturaleza espiritual. Refería que no era cuestión de que se adhirieran a un credo u otro, sino que no superaban el problema que los llevaba a la consulta porque no integraban en su vida esa dimensión espiritual. Quiero decir, una dimensión que va más allá de su ego, de sí mismos, de la fijación en sus intereses egocéntricos, en mirarse al ombligo en lugar de salir de ese pequeño mundo. Es imprescindible salir de ese círculo vicioso y conectar con una realidad que es mucho más amplia y mucho más grande que nosotros mismos. Es fundamental conectar con la realidad a través de la receptividad, dejando de engancharnos tanto de nuestros pensamientos; hay que conectar con esa realidad más amplia.
Todos ansiamos vivir en equilibrio y plenitud, pero ¿a quiénes recomendaría con mayor énfasis leerlo y pararse a reflexionar sobre la relación mente-vida?
Se lo recomendaría a cualquier persona que sienta en su existencia algún tipo de inquietud, insatisfacción, algo que no le cuadra. Personas con inquietud, que no se conforman con lo que tienen, que no viven una vida aburrida en la que todo les va bien. En nuestra sociedad hemos normalizado la ausencia, viviendo tanto en nuestros pensamientos, en la fijación en nuestras pantallas y en las redes sociales, que hemos desarrollado la rarísima habilidad de pasarnos el día entero ausentes de nosotros mismos, con nuestro cuerpo físicamente aquí, pero con nuestra mente en otro mundo, o en el pasado o en el futuro. Y por supuesto, ausentes de las personas que tenemos a nuestro alrededor, lo cual me parece aún más grave. Hay que disfrutar el auténtico sabor de la vida, porque, a veces, la mente ultraprocesa tanto del exterior que terminamos por no saber ni conocer cuál es el auténtico sabor de la vida.