¿Quién no relaciona el verano con la felicidad? Calor, mucha luz y más tiempo libre son algunas de las razones por las que todo el mundo quiere que llegue esta época. Desde pequeños, los mejores meses del año han sido junio, julio y agosto por la falta de clases y exámenes. Tres meses en los que los planes principales eran quedar con nuestros amigos mañana, tarde y noche, ir a la playa a jugar con la arena, comer helados e irnos a dormir más tarde de las 8.
Conforme vamos cumpliendo años, esta sensación no ha cambiado. Aunque no todo el mundo tenga estos 92 días (parecen muchos pero se hacen muy cortos) de vacaciones, el sentimiento de verano sigue presente.
¿Qué hace que seamos más felices?
El verano es una época que deja atrás los días cortos y el mal tiempo, característicos del invierno, para sustituirlos por días más largos y soleados. Este aumento de horas de luz solar es la principal razón por la que nos sentimos más felices durante estos meses.
Esto no es solo una creencia popular sino que también está respaldada por científicos. Son muchos los estudios realizados sobre este tema y, en todos ellos, el nexo común es el sol.
Con el aumento del buen tiempo y la constante presencia del sol, nuestro cuerpo absorbe la famosa vitamina D, importante para nuestros huesos, pero también determinante en nuestro estado de ánimo. Esta vitamina también ayuda a liberar serotonina, la llamada hormona de la felicidad, y pone en marcha el proceso de segregación de endorfinas, unas sustancias que generan efectos de placer y bienestar en nuestro cuerpo.
Trastorno Afectivo Estacional
Otra razón de nuestra repentina felicidad en verano es que abandonamos el otoño e invierno, con su poca luz y sus días cortos, los principales culpables del Trastorno Afectivo Estacional (TAE): una depresión que ocurre en ciertas épocas del año y que afecta a más del 5% de la población.
No es ninguna sorpresa que en invierno, con las lluvias y la ausencia del sol, no nos apetezca salir de casa ni hacer planes. Esto afecta de manera significativa en nuestro estado de ánimo, aumentando las tasas de depresión y suicidios. En países del norte de Europa, donde el clima es más frío y húmedo, también se observa un aumento de este trastorno.
Los síntomas del TAE son: cambios en el estado de ánimo, pensamientos negativos, incapacidad para disfrutar de las cosas, falta de energía, cambios en el sueño, cambios en la alimentación y dificultad para concentrarse.
Alimentación
Otro de los efectos más importantes del calor está estrechamente relacionado con la alimentación. Si bien actualmente hay una gran variedad de alimentos en cualquier momento del año, es común que se elijan unos u otros dependiendo del clima que haga.
En invierno son más comunes los platos calientes o con calorías. Sin embargo, en verano son frecuentes las comidas más ligeras, frutas, verduras... A su vez, en verano, el tiempo que pasamos en casa aumenta y por ello es más común realizar recetas más elaboradas y saludables o tener más variedad de alimentos.
ste hecho no solo afecta a la salud física sino también a la salud mental. Comer platos más saludables promueve el crecimiento de bacterias ‘buenas’ en nuestro organismo y hace que el cerebro reciba mensajes positivos que se ven claramente reflejados en nuestro bienestar.
Es por todo esto que el buen tiempo y el verano han sido, son y serán los grandes aliados de nuestra felicidad.