Muchas personas tratan hoy de escapar de la vorágine de la ciudad. Olvidarse de los problemas y dejarse llevar por lo que sea con tal de sacudirse el estrés que la mayoría arrastra en su vida cotidiana. Todas ellas tienen clara su necesidad de evadirse, pero no tanto su solución. Para estos fugitivos, y para los que, simplemente, aman la naturaleza y quieren descubrir nuevas emociones, Bausen puede ser su terapia ocasional.

Detalle de varias casas de Bausen.

Detalle de varias casas de Bausen. Francisco Gavilán

Semioculto en la espesura de su orografía montañosa y a tiro de piedra de Francia se encuentra este oasis de paz. Visitarlo es regalarse el privilegio de estar por un tiempo fuera del mundo y trasladarse a otro microcosmos en el que la vida real parece un sueño. Allí se encuentra todo lo que el corazón te pide: la emoción de sentirte cientos de años atrás y embriagarte de silencio y de leyendas que te cuentan los escasos habitantes que todavía disfrutan del romántico entorno. Se siente lo que decía el escritor Bill Bryson cuando descubría un lugar especia: La vida no puede ser mucho mejor que esto.

Panorámica de Bausen. Francisco Gavilán

Las artistas de Bausen 

Entre sus apenas 60 pobladores, ningún visitante podrá eludir el encuentro con Mercedes Sanz y Raquel Vázquez, dos artistas (Paersbausen/Facebook) que trabajan con fibras vegetales y materiales silvestres, elaborando magníficas piezas como cestos, adornos, centros de mesa, bandejas, bolsos, chales, botas, y estructuras al aire libre. Paradójicamente, sus cestos de fibra vegetal son tan originales y versátiles que si colgaran de las manos de Carolina Herrera o Lady Gaga se convertirían rápidamente en trending topic. Otra artista, Carmen Bonifaci, trabaja con un viejo telar exquisitas piezas de lana. Todas ellas han sabido mantener, con sus habilidades manuales, el pulso vital de ese privilegiado lugar e impedir que Bausen se convirtiera en un espacio absolutamente deshabitado como Montgarri, otro pueblito vecino. Más aún: estas artistas coinciden en afirmar que “Bausen anima sin duda nuestra intuición y nuestra creatividad”.

Jóvenes artístas de Bausen fotografiadas con algunos visitantes. Francisco Gavilán

Bausen es un pueblo solitario que no deja indiferente a ningún visitante. Te sorprenderá, por ejemplo, que la ermita de San Roc, su edificio más antiguo, construido en 1378 se encuentre hoy en perfectas condiciones. Asimismo, todo su entorno natural, a orillas del río Garona, llama poderosamente la atención. En el cercano Bosque Encantado de Carlac sobreviven frondosos hayedos milenarios ante los que hay que detenerse y frotarse los ojos para contemplar el maravilloso regalo que brinda a tus ojos ese antiquísimo legado. Las sensaciones que te transmite el romántico pueblo aranés hace reflexionar a menudo al estresado visitante de la gran ciudad sobre lo que dijo en cierta ocasión el filósofo vasco Luis Arsuaga sobre nuestra existencia: “La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”.

Bosque encantado de Carlac. F. Gavilán

La leyenda de los amantes de Bausen

Gabriel, nuestro especial guía, nos cuenta la romántica historia de Teresa y Francisco, dos amantes al estilo de Romeo o Julieta, sólo que, en este caso, no se trata de una leyenda entre Montescos y Capuletos, sino de una historia local sin la hondura psicológica de los jóvenes veroneses, pero con tristeza real. Es la más famosa del pueblo.

Teresa y Francisco fueron dos jóvenes amantes de Bausen que a principio del siglo pasado siglo se enamoraron y quisieron contraer matrimonio religioso. Aunque el hecho de ser ambos familiares (primos) no era nada raro en esa época, pero sí lo era que quisieran contraer matrimonio en la iglesia. Mas el cura del pueblo consideró que la falta de fe de ella (o la consanguinidad entre ambos, no está claro el motivo) era un impedimento insalvable para consumar tal unión.

Sin embargo, ambos enamorados desafiaron las normas religiosas de la época (o las leyes genéticas) y decidieron convivir juntos, bajo el consiguiente pecado de la iglesia. De esta convivencia nacieron dos hijos que, con los años, emigraron a Francia junto al padre. El problema surgió cuando en 1916 Teresa murió con solo 33 años a causa de una neumonía. El párroco del pueblo se negó a que pudiese ser enterrada en el cementerio religioso del lugar, lo que causó una pequeña revolución.

Los vecinos del pueblo decidieron que Teresa no podía descansar en cualquier lugar del Valle y por eso, en menos de un día, construyeron otro cementerio para que pudiera descansar cerca de su familia y amigos. La consecuencia de esta historia es que en Bausen existen dos cementerios: uno religioso, y, otro, mucho más alejado, civil, en el que hay una única sepultura: la ocupada por la pecadora Teresa. En la actualidad, este cementerio es el más pequeño de la Península y se trata del símbolo de un digno acto de la comunidad de Bausen.

La entrada a Bausen.

La entrada a Bausen. F. Gavilán

Trineos al estilo del Ártico

No es sólo Bausen u otros pueblitos parecidos del entorno los que te hacen olvidar el ritmo acelerado de la ciudad. En realidad, todo el Val d´Aran es ideal para encontrar esa anhelada desconexión psicológica. Este prodigioso valle cambia su panorámica en cada estación del año por lo que es una magnífica ocasión para disfrutar de las diversas caras que el hermoso valle pirenaico tiene: la nieve, por ejemplo, es la protagonista de un auténtico festival de esquí en invierno y sobre ella se puede vivir lo que Marisol Ariño, buena conocedora del territorio, califica de experiencia única: “Atravesar un bosque nevado conduciendo un trineo de perros es una emocionante aventura que , por suerte, no está reservada sólo para los que viajan al Ártico”. 

Además, el senderismo, la caza, la pesca, o la observación de su vida salvaje entre ríos, cascadas y lagos son otras magníficas opciones que pueden gozarse el resto del año. ¡Sin olvidar su rica ruta de arte románico!