En el siglo XIX el Torcal de Antequera fue refugio de guerrilleros y bandoleros tan conocidos como Los Siete Niños de Écija, Juan Mingolla Pasos largos y Jesús Muñoz El bizco de El Borge. Les amparaban los intrincados senderos de una superficie de unas 3.000 hectáreas que constituyen una formación kárstica única en la península. Ese mismo territorio es hoy Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco.
Entre ambos hechos hay una interesante historia que protagoniza la pasarela que se le preparó exprofeso al rey Alfonso XIII para que pudiera inaugurar un pantano, una gran obra de ingeniería de colosales magnitudes y un ejercicio en la actualidad para quienes dudan de su resistencia al vértigo.
Uno de los tramos más espectaculares del Guadalhorce lo constituye el desfiladero de los Gaitanes, un enorme macizo rocoso con paredes que parecen cortadas a cuchillo por donde el río trata de buscar salida. Seguir su curso en esta cota ha sido prácticamente imposible hasta que, a principios del siglo pasado, en 1914, una empresa decidió aprovechar aquellas aguas para crear un pantano que asegurara la energía eléctrica de Málaga.
Una obra de siete años
La Sociedad Hidroeléctrica El Chorro, tal era su nombre, se fundó en 1903 y fue la segunda de este estilo que se creó en España. Era propietaria de varios saltos de agua y su titular, el ingeniero Rafael Benjumea, de ilustre familia andaluza, decidió sacar el máximo provecho a la oportunidad que le daba la naturaleza a través de una nueva presa.
Desde un principio se concibió el proyecto como una obra fuera de lo común dadas las dificultades que presentaba el cauce del río al estar encajonado entre rocas de gran altura y muy difícil acceso. Era un trabajo de gran envergadura que exigía la construcción de túneles de acceso y, sobre todo, tendidos de enorme riesgo por donde hacer el recorrido a pie.
Las obras de la nueva presa comenzaron en 1914 y duraron siete años. No han quedado datos referidos a los accidentes que tuvieron que darse en aquel diario ejercicio que muchos profesionales del equilibrismo circense hubieran rechazado desde el primer momento. Pese a todo, el trabajo quedó acabado y dispuesto para su inauguración.
Equilibrio para el Rey
Aquella espectacularidad requería una suntuosidad por todo lo alto y se pensó en invitar a uno de sus benefactores, el rey Alfonso XIII. Surgió entonces el problema de cómo llevarle al monarca por aquellos andamiajes en los que se habían colgado los operarios emulando a los más arriesgados artistas del trapecio. El peligro de caer al fondo del barranco desde alturas de 100 y 300 metros seguía latente.
Se pensó entonces en sustituir las tablas que habían utilizado los obreros y los técnicos por pasarelas de cemento que, al menos, no se balancearan sobre el abismo. Se construyó al efecto otra singular obra de ingeniería, una pasarela de cemento armado y fuerte consistencia que fue sometida a los controles más exhaustivos. El propio Benjumea le garantizó al soberano la seguridad de un recorrido que hoy se conoce como Caminito del Rey.
Luz para Málaga
La inauguración del pantano tuvo lugar el 21 de mayo de 1921. A ese momento histórico le corresponde el curioso mobiliario que se conserva y que, según se dice, fue utilizado por el monarca en el mirador que se le habilitó y desde el que atendió las explicaciones técnicas que le proporcionó Benjumea: dos bancos, un sillón y una mesa tallados en piedra. Es más, Alfonso XIII dejó constancia escrita de su paso por el lugar estampando su firma sobre los documentos que se rubricaron sobre esa mesa.
Aquel acto y su puesta en escena recordó a más de uno de los presentes el que vivió el rey Felipe II cuando, muchos años atrás, fue a ver cómo iban las obras del Monasterio del Escorial. También se le montó una tribuna preferente y lo que aún sigue conociéndose como Sillón del Rey.
Fue aquella una jornada muy especial para Antequera y toda la provincia, no sólo por el protagonismo que el hecho tenía en sí, sino también porque la presencia real confirmaba que el avance social no se limitaba a aquel acto como en efecto así fue. Benjumea no sólo recibió los parabienes reales, sino también una oferta para que liderara el Ministerio de Fomento, cargo que aceptó de muy buen grado.
Rafael Benjumea llevó la cartera ministerial durante el mandato de Miguel Primo de Rivera y más tarde formó parte de la camarilla de José Antonio Primo de Rivera. Conspiró contra la República y acabó exiliándose en Argentina.
Convivencia reconocida
El Torcal de Antequera permaneció durante muchos años asociado con muchas leyendas que se tejieron a su alrededor, un paraje muy dado a narraciones que han tenido su origen en la variada historia de la ciudad. La vieja Anticaria, edificada por los árabes sobre las ruinas de Sinjulia, fue uno de los puntos clave de la cultura musulmana durante tiempos convulsos.
La convivencia entre árabes y cristianos no debió ser tan traumática como se nos ha hecho ver en algunos textos, a juzgar por el monumento que los antequeranos mantienen en lugar preferente de la ciudad dedicado a aquellos vecinos musulmanes que tuvieron que huir tras la conquista cristiana.
Una de las historias más extendidas en Málaga está relacionada con la inmediata Peña de los Enamorados. Es una especie de Romeo y Julieta protagonizada en este caso por un cristiano de Antequera y una joven mora de Archidona. La relación amorosa no era admitida por sus familias principalmente debido a la diferencia de su fe religiosa. Además, el padre de la muchacha se había comprometido a desposarla con el anciano alcaide de Alhama.
Ante la imposibilidad de prolongar la relación, el cristiano y la mora se unieron en un fuerte abrazo y así se lanzaron por un barranco acabando con sus vidas.
Antequera, por donde sale el sol
Árabes son los fundamentos de la fortaleza levantada para la defensa de la ciudad. Tuvo que ser formidable, a juzgar por las mil torres y las barreras de hierro que, dicen, tenía. Fue una era de la que aún quedan vestigios en forma de los utensilios que tenían para sus luchas. Tanto esa alcazaba como el Arco de los Gigantes huelen hoy a jazmín como en su mejor época.
¿Qué hay de menú?
La oferta gastronómica de Antequera es amplia y sabrosa. Los calamares rellenos es uno de los platos más solicitados del restaurante El Guancho. Sería una ofensa para la gastronomía local no probar El pío, una tradicional comida de la gente del campo cuya receta se pierde en el tiempo. El dulce por excelencia es el bienmesabe. Su fórmula ha subsistido al tiempo y a las persecuciones que se llevaron a cabo para eliminar la cultura árabe.
Curiosamente fueron las monjas de los conventos del entorno las que guardaron celosamente las recetas prohibidas y gracias a las carmelitas descalzas sabemos que esta delicia antequerana tiene los siguientes ingredientes: bizcocho, huevos, azúcar, canela, vainilla, almíbar y las consabidas almendras. Las agustinas del Monasterio de la Madre de Dios de Monteagudo, por su parte, tienen un extenso formulario de alfajores, mostachones y polvorones.
Antequera es también tierra sobre la que se ha derramado mucha sangre. Uno de los episodios históricos más conocidos es la batalla que Fernando I de Aragón libró en 1410 contra los árabes que la ocupaban. Las tropas cristianas no las tenían todas consigo y, al parecer, el monarca tampoco. Éste utilizó el sistema de sitio a la fortaleza y se lanzó al ataque al grito de “Salga el sol por Antequera, y sea lo que Dios quiera”, frase que, cierta o no, ha quedado para la posteridad como dicho popular. Lo cierto es que, con la victoria, el rey, conocido hasta entonces como El justo, pasó a denominarse Fernando de Antequera en respuesta a la repercusión que tuvo aquella victoria.
Desafiando al vértigo
Si padece vértigo y no soporta las alturas, aunque le juren por lo más sagrado la ausencia de peligro, les ruego que pasen página. La sensación de pánico que pueden sentir las personas con miedo a las alturas queda de manifiesto en los rostros de algunas, mientras otras celebran haber cubierto uno de los caminos más singulares de la península.
Como colofón se puede visitar la localidad inmediata de Carratraca, donde se encuentra un balneario de impresionante traza que aprovecha unas aguas que, según dicen, curan las afecciones de la piel como ya se lo hicieron a los romanos y árabes que las descubrieron. Cuentan que una de las suites se la reservaron a la mismísima Eugenia de Montijo, nacida a pocos kilómetros, aunque no hay datos de su paso por el lugar.
Una sesión de balneario francamente viene muy bien para que el cuerpo se recupere tras el trote que le hemos dado con la aventura andarina.