- La batalla política, y con ella toda la crispación, se desplaza hacia Andalucía como centro de operaciones toda vez que el próximo viernes arrancará una campaña electoral que ya se encuentra en ebullición. La disputa servirá de termómetro para situar un escenario que compromete a Moncloa. La cohesión del Gobierno de Pedro Sánchez cada vez se resquebraja más y las alianzas con sus socios de investidura penden de un hilo, al tiempo que el PP de Alberto Núñez Feijóo presiona y se siente fuerte haciendo hincapié en la debilidad y escaso margen de maniobra del gabinete de coalición. Los populares buscan presentarse como un partido de Estado dispuesto a rescatar al Ejecutivo en asuntos como la Ley Audiovisual, un pacto envuelto en un cruce de reproches que choca con los acercamientos recientes entre el PSOE y la formación de Génova, que en semejante contexto podrían incluso extenderse a la formación de gobierno en el Palacio de San Telmo.
La intención del actual presidente de la Junta, Juanma Moreno, de repetir los comicios si se viera en la tesitura de tener que pactar con Vox, puede suscitar la tentación socialista de facilitarle el bastón de mando con una abstención, algo que no ocurrió en Castilla y León, y vender así el mensaje de arriesgar para lograr un fin mayor: aislar a la ultraderecha. A cambio estarían encima de la mesa los consensos en la nueva Ley de Secretos Oficiales y el control del CNI. Aunque para ello Sánchez también tendría que reducir sus ataques al PP a cuenta de su historial de corrupción y por plegarse a los intereses de la fuerza de Santiago Abascal. Y, desde luego, no lo parece.
Los acontecimientos indican que el líder socialista ha apostado por tirar de su manual de resistencia. Tras su escasa respuesta al espionaje masivo al independentismo, dio una vuelta de tuerca al romper el acuerdo que permitió que Esquerra le aprobara los Presupuestos, en virtud del cual se comprometía a sacar adelante la ley que afecta a las plataformas audiovisuales. Pero en el último instante de la tramitación parlamentaria, el PSOE pactó una enmienda con C’s y el PP que abría la puerta a permitir que los grandes grupos televisivos se pudieran beneficiar de fondos perjudicando así a las productoras independientes y, de paso, tanto al tejido empresarial del cine como a la diversidad lingüística. Todos los esfuerzos de ERC, Bildu y Unidas Podemos para retomar el texto inicial fueron en vano, dejando en entredicho la credibilidad de Sánchez en cualquier negociación futura. Por ejemplo, la sempiterna apuesta por el diálogo y la negociación. Este posicionamiento obligó horas después a que el presidente español y Yolanda Díaz retrataran un mensaje de unidad y compromiso. El primer desmarque de la fuerza morada dentro de la coalición evidencia también las diferencias entre Podemos y el bloque de la vicepresidenta -comunes e IU-. No es que la geometría variable haya enterrado la mayoría de la investidura, sino que una cosa son las necesidades de jefe del Ejecutivo español y otra el programa de progreso. Un balancín donde no es fácil sostenerse.
Sánchez ha barnizado el asidero del PP pasando al ataque al recordar los casos Villarejo y Kitchen. Y ayer volvió a insistir en que con la derecha en el poder estaría en peligro “la unidad de España”. “Dicen que con nosotros peligra y resulta que cuando están en La Moncloa tratan como partidos de Estado a los nacionalistas porque les dan estabilidad y apoyan su gobernabilidad”, les afeó en un acto de precampaña en Dos Hermanas, cargando contra el partido de Feijóo por practicar tres tipologías de corrupción: la financiera, con casos como la Gürtel -obvió la trama de los ERE que en esa comunidad persigue a los socialistas-; la política, es decir, la utilización de las instituciones públicas para crear estructuras parapoliciales y perseguir a adversarios políticos; y lo que denomina la “corrupción de la democracia”. “Si uno cree que la bandera es suya y que España es suya (...), cuando llegan al Gobierno lo que hacen es utilizar las instituciones para su propio beneficio y financiarse irregularmente para mantenerse en el poder”, espetó Sánchez. Y añadió: “Cuando están en el Gobierno, corrupción; y cuando están en la oposición, crispación”. Todo ello después de que Feijóo le llamara a poner freno a este tipo de alegatos criticándole que convierta la política en un teatro. “Primero nos insulta y luego nos pide nuestro apoyo. Conmigo que no cuenten”, le advirtió el presidente del PP.
La sensación instalada en el Gobierno es que la campaña electoral ya será prácticamente permanente, y seguirá después de las andaluzas en una especie de larguísima batalla hasta las generales, pasando por las autonómicas y municipales de junio de 2023. No se descarta tampoco que Sánchez proceda a una intervención quirúrgica en su Ejecutivo si se produce un batacazo el próximo 19 de junio, justo en un granero que era tradicionalmente socialista y siempre clave -junto a Catalunya- para llegar a la presidencia del Gobierno, ya que ahondaría en la idea de que se abre un ciclo político diferente. De hecho, según apuntaba ayer El Periódico de fuentes próximas a Moncloa, donde cunde ya cierto pesimismo, se manejarían varias alternativas: una remodelación del Gobierno, más o menos amplia, con una factible disminución de carteras, para ganar peso político; un relevo puntual de ministros para destinarlos a candidaturas municipales o autonómicas de 2023; o cambios en la estrategia y la comunicación. Y es que la inestabilidad parlamentaria de Sánchez y el ruido con sus socios le impiden marcar la agenda.
Algo que sí hace a Vox a rebufo de los rifirrafes entre PSOE y PP. Abascal prometió ayer en Granada “limpiar en quince minutos la porquería de la legislación de la izquierda” en un acto junto a la discutida Macarena Olona, que dijo ser “de Madrid, de Alicante, del País Vasco, de Salobreña y de España”. Con el exabrupto por bandera la ultraderecha adelantó a Feijóo que no se arrodillará ante sus líneas rojas, “el “feminismo extremista” y un cambio climático que tachan de suicidio económico. Desde el PP, su coordinador general Elías Bendodo insistió en que “Sánchez no se puede vivir de rodillas permanentemente ni ceder ante el independentismo catalán y los herederos de ETA”. Y desde UP, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, avisó de que la derecha pretende expulsar del ágora a los partidos de izquierda. Andalucía marcará un antes y un después. l
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, realizará esta próxima semana su primer viaje internacional desde que fue elegido presidente de su partido para reunirse en la ciudad holandesa de Rotterdam con una decena de líderes europeos en el marco del 27 Congreso del Partido Popular Europeo. El dirigente gallego defenderá ante sus colegas europeos una política de “máximo respeto a las instituciones” y compartirá el plan económico diseñado en Génova para el Estado, consistente en rebajas fiscales a las rentas medias y bajas así como “una mayor eficiencia en el uso de los fondos comunitarios y del gasto público”. Feijóo tendrá encuentros con el actual presidente del PPE, Donald Tusk, así como con los primeros ministros de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, o de Rumanía, Nicolae Ciuca.
Tras el polémico viaje de regreso al Estado español del emérito, los reyes Felipe VI y Letizia acudieron ayer al acto del Día de las Fuerzas Armadas en Huesca, al que asistieron también, entre otros, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la titular de Educación, Pilar Alegría, y la nueva directora del CNI, Esperanza Casteleiro, justo cuando los servicios secretos españoles se encuentran en el ojo del huracán tras el masivo espionaje al independentismo.
“El PP pone en peligro ?la unidad de España y practica la corrupción de la democracia”
Presidente del Gobierno español
“Sánchez no puede vivir de rodillas ni ceder ante el independentismo y los herederos de ETA”
Coordinador general del PP
“La derecha pretende expulsar del ágora a los partidos de izquierda y eso es algo terrorífico”
Ministro de Consumo
“A Vox le bastarán quince minutos para limpiar la porquería de las leyes de la izquierda”
Presidente de Vox