- 28 de febrero. Tan solo han pasado cuatro días desde la agresión militar de Rusia a Ucrania, y toda la actualidad pasa por medir las consecuencias de esa invasión. Pedro Sánchez participa con gesto relajado y, en ocasiones, esboza media sonrisa en la entrevista concedida a la televisión pública española. La conversación se centra en esta crisis. Hasta que escucha una pregunta que lo hace erguirse en su asiento: “Vivimos de cara a África, y Marruecos tiene ambiciones en Ceuta y Melilla; ¿es el momento de que España aumente sus capacidades de disuasión?”. El presidente español endereza su espalda, comienza su respuesta con algún titubeo, y no tarda en devolver la conversación al terreno de la guerra de Ucrania. No sin antes dejar una reflexión que, a la luz de los últimos acontecimientos, adquiere mayor relevancia: “No equipararía para nada esa situación. Al contrario. Con Marruecos, tenemos una extraordinaria relación. Es verdad que Rusia está extendiendo sus tentáculos por África, por el Sahel, Mali... donde grupos paramilitares están vendiendo armamento a las bandas”.

La pregunta y la respuesta dejan la sensación de que algo se está moviendo bajo la superficie. Parecía prepararse el terreno para que el Estado español, por su posición geopolítica como frontera sur de Europa, realizara algún movimiento, con el argumento de que necesita preservar la estabilidad por ese flanco, en plena guerra en la frontera este en Ucrania. Unas horas después, se desataba una cascada de acontecimientos que desembocaba en el cambio de posición de Sánchez sobre el Sáhara.

De manera unilateral, Sánchez cerró filas con la supuesta autonomía que ofrece Marruecos para el territorio que se disputan Rabat y el Frente Polisario. Sánchez lo ha justificado en que se trata de preservar la integridad territorial tanto de Marruecos como de España, en alusión a los intereses de la monarquía alauí en Ceuta y Melilla. Pero no se han aclarado los intereses que pueden existir más allá del Estado español para que se haya producido esta cesión en plena guerra en Europa, y en plena gira de Estados Unidos en Madrid y en Rabat. “La sensación es que nadie va a salir en defensa del Sáhara”, se lamentan en privado algunas instancias políticas consultadas por este periódico.

Las palabras de Sánchez y los posteriores acontecimientos dan pábulo a todo tipo de interpretaciones. Y el resultado de la operación ha sido desigual para el presidente español, a quien se le ha escapado de las manos la gestión de este contencioso. La noticia ni siquiera la reveló él, sino que partió de una filtración de Marruecos, cuya posición queda fortalecida. Además, que la filtración partiera de ese país amplifica la sensación de oscurantismo sobre este acuerdo en el Estado español. Mientras tanto, Sánchez se ha quedado solo en esta cuestión, sin el respaldo de sus socios ni de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros, e incluso con voces discordantes dentro del socialismo. Y nadie pone la mano en el fuego por que el gesto sea realmente efectivo y Marruecos renuncie a sus aspiraciones en Ceuta y Melilla, a pesar de las señales de distensión que llegaron después.

La secuencia de acontecimientos no ha pasado inadvertida. Tras la entrevista de Sánchez, salió a la luz el 2 de marzo otro titular inquietante. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución contra la guerra sin la participación de Marruecos, que declinó participar en la votación. El texto “deplora” la agresión de Rusia contra Ucrania, y exige una retirada sin condiciones a las tropas de Putin. Casi al mismo tiempo, más de 2.000 personas intentaban saltar la valla en Melilla.

El 7 de marzo, Estados Unidos irrumpe en el tablero de juego y comienza a realizar esfuerzos diplomáticos en África que no parecen casuales. La subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, hace las maletas y aterriza en Madrid. La diplomática se compromete a colaborar con el Estado español para solucionar el contencioso. Un día después, aparece en Marruecos. Y dice las palabras mágicas: cree que el plan de autonomía marroquí es “serio, creíble y realista”. Esas mismas palabras las emplearía días después La Moncloa para apoyar a Marruecos. Esto da una medida de que, en esa reunión, ya se habló de este cambio de posición. Un tercer país tuvo conocimiento de ello antes que la sociedad, el Congreso y el Senado estatales.

A partir de ahí, en algunos ámbitos se preguntan qué fue antes: si el Gobierno español trasladó su propuesta a Estados Unidos, o si fue Washington quien influyó en la posición de Madrid. El caso es que Sánchez, de todos modos, ya parecía estar sopesando esta idea antes, en la entrevista en televisión, aunque no aprovechó para hacerla pública.

Es un día después, el 8 de marzo, cuando Sherman acude a Marruecos y respalda su plan. Desde anteriores gobiernos de Estados Unidos, ya se habían realizado movimientos en esa dirección dentro del juego de alianzas y la búsqueda de respaldos para el reconocimiento de Israel.

A mediados de marzo, Marruecos hacía público que Sánchez había decidido apoyar la propuesta autonómica para el Sáhara por carta, lo que suponía desmarcarse de las resoluciones de las Naciones Unidas a favor de una solución negociada o, incluso, del derecho de autodeterminación como antigua colonia. España, como potencia colonial que fue en el pasado, se descolgaba así de manera aún más llamativa. Y lo hacía con las mismas palabras de Sherman.

En paralelo, Sánchez ha visitado Ceuta y Melilla, y el ministro Albares estará en Rabat el 1 de abril. Socios como el PNV lo han avisado de que no tendrá su respaldo. La senadora jeltzale Estefanía Beltrán de Heredia, quien hace no mucho era consejera de Seguridad y conoce los movimientos del yihadismo, alertó en Onda Vasca de que “no hay que sacar este movimiento del contexto de la guerra de Ucrania”, y que “el Sahel vive momentos convulsos, el terrorismo yihadista experimenta una expansión creciente, también de mercenarios rusos”. “Europa ve una amenaza en África, y el papel de Marruecos es importante”, ponía de manifiesto. Será el miércoles cuando Sánchez comparezca en el Congreso y ofrezca su versión.

Pedro Sánchez deja interrogantes en una entrevista en la televisión pública española, donde le preguntan, en plena guerra de Rusia contra Ucrania, si es el momento de reforzarse ante Marruecos y sus intereses en Ceuta y Melilla. Sánchez evita equiparar las situaciones, pero deja caer que Rusia “está extendiendo sus tentáculos por el Sahel”.

Marruecos decide no participar en la votación de la Asamblea General de Naciones Unidas que aprobó una resolución contra la agresión de Rusia a Ucrania. Casi al mismo tiempo, más de 2.000 personas intentaban saltar la valla en Melilla.

La diplomática estadounidense Wendy Sherman apuesta en Madrid por colaborar con el Estado español. Un día después, aparece en Marruecos, y considera que el plan de Rabat sobre el Sáhara es “serio, creíble y realista”. Esos mismos términos los emplearía La Moncloa en la carta que filtró la monarquía de Mohamed VI.