e cara a emitir un dictamen lo más riguroso posible, la Comisión de Valoración encargada de estudiar el caso de Mikel Zabalza se trasladó el pasado 1 de octubre al lugar donde habría tenido lugar su desaparición, en Endarlatsa. El antropólogo forense Francisco Etxeberria, como miembro de este órgano, fue el encargado de guiar a los presentes, desmenuzando la versión oficial de las circunstancias en que se perdió la pista del joven. Es fácil imaginar a Etxeberria en ese rol, que ha encarnado en innumerables ocasiones. Las conclusiones, incluidas también en el informe, son contundentes.
El punto nuclear es el túnel junto al río Bidasoa donde, según ha defendido siempre la Guardia Civil, Zabalza, que estaba esposado, se zafó de tres agentes mientras se dirigían a buscar un zulo y se precipitó a través de una ventana hacia el fluvial. Una ventaja a la hora de hacer esta exploración es que esa zona se mantiene igual que en 1985, a excepción de la pared donde estaba precisamente el orificio de 120 centímetros de alto por 60 de ancho, que tuvo que ser recreada a escala.
La comisión comienza certificando que “no hay luz en el interior del túnel y no había amanecido”. a la hora en que la versión oficial sitúa los hechos (salieron del cuartel de Intxaurrondo sobre las 5.30 horas de la madrugada, siempre según la Guardia Civil). “La oscuridad era total”, señala el informe, que se pregunta por qué los implicados cruzaron el túnel a pie y no utilizaron su vehículo.
“No es usual que se lleve a cabo una inspección de ese tipo en tales circunstancias cuando aún no hay luz”, continúa el escrito, según el cual todo es irregular en ese supuesto operativo. También que solo acudieran tres agentes, cuando estas actuaciones antiterroristas movilizaban a decenas de guardias civiles con más de un vehículo.
Certifican a su vez que entre el agujero y el río hay un talud vertical con “al menos un 70-80% de pendiente”, una tupida vegetación y firme inestable. “Tratar de sortear” esos más de seis metros “sin luz y sin poder utilizar las manos” habría provocado todo tipo de ruidos, mientras que los agentes aseguraron que “no oyeron nada”. Por su preparación militar y las linternas que portaban, los expertos presumen que podrían haberle detenido sin problema.
Durante su desaparición se especuló con que Mikel Zabalza había pasado a Iparralde, pero la comisión recuerda que al otro lado del río no está la muga, sino la carretera N-121-A, entre Irun y Bera. “Sin saber nadar y esposado no había muchas probabilidades” de conseguir cruzar el río, que tiene una anchura de 20 metros, prosigue.
Menos aún con unas instalaciones de la Guardia Civil en el entorno y controles de carretera constantes, circunstancia que hace muy improbable la presencia de un zulo en el lugar (nunca apareció). Este apartado del informe concluye que no se efectuaron disparos ante esa supuesta fuga, no se avisó de forma inmediata ni se organizó un dispositivo de búsqueda. Por todo ello, la “comisión cuestiona la versión policial, ya que contiene elementos poco o nada sustentables”, zanja.
“Siendo poco probable que descendiera hasta el río, hubiese sido sencilla su detención”
Dictamen sobre Mikel Zabalza