- Netflix se frota la manos. La implosión acontecida en las últimas horas en el PP le da para un serial de premio Emmy y para varias temporadas. La guerra sin tapujos entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado provocó un seísmo en Génova, y en la política del Estado, de consecuencias aún imprevisibles para la fuerza conservadora. La presidenta de la Comunidad de Madrid acusó sin ambages al líder popular de urdir un plan “cruel” con el único fin de destruirla, lo que llevó a la dirección nacional del partido a expedientarle y anunciar posibles acciones legales. El presunto espionaje a la lideresa por favorecer a su hermano en un contrato público, por el que habría cobrado unos 280.000 euros en comisiones, se halla en el origen de la tormenta, de la que no se adivina su grado de alcance y los episodios que puedan esconderse detrás. Todo pasó a un segundo plano. Tanto, que las elecciones en Castilla y León parecían ayer cosa de hace tiempo, aunque a nadie se le escapa que sus efectos han precipitado los acontecimientos.
El PP investiga desde el pasado septiembre si el Ejecutivo de Ayuso pudo adjudicar irregularmente a un conocido, amigo de su hermano Tomás, un contrato de compra de mascarillas por 1,5 millones de euros durante los peores meses de la pandemia, y llamó a capítulo un mes después a la presidenta para que diera explicaciones, operación que obedece, según ella, a su aspiración a presidir el partido en Madrid y pedir reiteradamente la celebración del Congreso. La dirección popular, con Casado al frente, niega tajantemente que contactaran con una agencia de detectives y elaboraran un dossier sobre quien ejerce hoy día como figura más relevante de la formación. Varios dirigentes admiten que desde la cúpula se amenazó a Ayuso con difundir información sobre los contratos sospechosos si no se retiraba de la carrera por la presidencia de la filial madrileña.
Al parecer, en diciembre, dos meses después de que Casado y ella se vieran las caras, un cargo de la empresa municipal de la Vivienda del Ayuntamiento de Madrid contactó con una firma especializada en espionaje para consultarles si sería posible hacer una investigación al entorno familiar de Ayuso. El dueño de la empresa le habría contado a un exministro de Mariano Rajoy el extraño encargo, y este dirigente informó del mismo a la presidenta de la Comunidad. Un enredo que acabó con otro exministro de Rajoy mediando entre Ayuso y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, quien se comprometió a investigar el supuesto contrato a esta empresa. El regidor afirma que no halló pruebas de que se hubiera pagado a detectives para realizar esta actividad con el dinero del Consistorio.
La virulenta pugna ha eclosionado, curiosamente, justo después de la cita electoral en tierras castellanas, donde se tiró de Ayuso como reclamo. Pero esta lucha fratricida viene de lejos. El entorno de Casado considera que ella fue desleal cuando lanzó la reclamación de liderar el PP en Madrid en los prolegómenos de la convención nacional de octubre; mientras que la gente de confianza de la lideresa sostiene que no le quedó otra porque la dirección quería apostar por una tercera figura -ni Almeida ni ella- para encabezar la formación en Madrid. Los rifirrafes han sido continuos hasta el punto de que en Génova creen que Ayuso solo piensa en sí misma. Ayer dirigieron los dardos a su jefe de gabinete: “Miguel Ángel Rodríguez ha estrellado el avión”. Objetivo: perjudicar a Casado. La disputa se revela ahora con toda su crudeza. Pedro Sánchez ya se ha comprado las palomitas.