adahacía prever que aquel niño alemán de nueve años que veraneaba en Gernika a mediados de los 70 publicaría en 2022 un libro titulado A la caza del primer Lehendakari. Se llama Ingo Niebel. “Cuando iba a ir a Gernika por primera vez, mi padre me explicó que había sido bombardeada por los alemanes. Y claro, a mí me sonaba al tema tabú familiar, de callar cuando los abuelos citaban a Hitler”, evoca con una sonrisa y retoma su viaje vital: “Le pedí a mi padre un libro con fotos y en alemán y me dijo que no existía aún. Mis amigos pensaban que venía a un país en guerra como Líbano”. Su curiosidad infantil mutó en interés periodístico e histórico e, incluso, la villa foral pasó a formar vida de su día a día. “Mi mujer es de Gernika”.

En aquel municipio, José Antonio Aguirre y Lekube juraba su cargo como lehendakari del denominado Gobierno Provisional del País Vasco. Acontecía a las 18.20 horas del 7 de octubre de 1936. Más adelante, el jeltzale se vio en la tesitura de exiliarse en Francia, Bélgica, Berlín -bajo una identidad panameña-, Suecia, Brasil, Uruguay, Venezuela y Estados Unidos. Y retorno a Francia donde falleció debido a un ataque cardíaco el 22 de marzo de 1960.

Ingo Niebel presenta informaciones inéditas sobre la fuga de Alemania y Bélgica de Aguirre, quien ya contaba con un segundo pasaporte. El getxotarra era un supuesto hacendado doctor en leyes bajo la identidad de José Andrés Álvarez Lastra en aquel año 1941 y trataba de esconder su fisonomía con unas gafas de 10 francos y que estaban sin graduar. A ello, sumaba un bigote. “¿Fue Aguirre un agente 007 con el que no podía ni la Gestapo? No, la Gestapo no le daba la misma importancia que el régimen franquista. Eso no significa que no fuera importante”.

El ensayo de casi 600 páginas aporta como novedad el dossier de extranjería de Álvarez Lastra. Así, detalla que en junio de 1940 comienza a existir esa nueva figura que tiene punto final cuando en Brasil, el gobierno estadounidense le acuña un pasaporte provisional con el que recupera su identidad auténtica. “Ahora conocemos el acta de nacimiento y defunción de Álvarez Lastra”, concluye.

Con todo, el periodista teutón rompe con mitos; él acude a los datos científicos. Deja atrás que se hable de “fuga milagrosa”. En el siglo XXI, este autor no quiere épicas adulteradas. “Si no hubo persecución, fue un viaje. Por lo tanto, Álvarez Lastra viajó, pero Aguirre Lekube se fugó”.

Llegados a este punto de contextualización, ¿cómo fue la fuga? Fue terrible para la mente del lehendakari. Su origen fue en los campos de batalla belgas. Allí, Aguirre sufre la muerte de un amigo, quedan malheridas dos hermanas y una de ellas, Encarna, llega a morir. Por lo que alcanza Bruselas y “lo primero que hace es poner en orden su equilibrio interno en un colegio de jesuitas. Recurre a sus ejercicios espirituales, una meditación que me parece muy interesante”.

A continuación, “se recompone” y continúa con su clandestinidad. Un diplomático colombiano le previene que no pase más de tres meses en un lugar porque pasado ese tiempo se cometen errores. “Aguirre -valora Niebel- comete imprudencias. Al tercer mes en Alemania, se presentó ante la cancillería de Hitler, esperando a que salga al balcón el führer con el ministro de asuntos exteriores de Japón. Es una imagen interesante: el lehendakari, la víctima política de la Legión Cóndor, delante del responsable de la destrucción de Gernika”.

Del libro se desprende, que no es una fuga en la que el presidente vasco tiene que abrirse disparando y cometiendo delitos. “El más grave que comete es conseguirse un pasaporte auténtico con identidad falsa, mentir a la autoridad alemana cuando pide permiso de entrada de Bélgica a Alemania y de salir. Pero gracias al dinero que le manda Ynchausti o la familia no tiene que cometer otro delito para sobrevivir en la clandestinidad”.

Ingo Niebel contextualiza ese paso de Aguirre sin ser apresado en un con contexto histórico general. Y todo ello, sin saber alemán, detallando sus vivencias en un diario de páginas muy pequeñas en las que “no podía contar todo”. Su visión de la fuga adquiere un fondo mayor con el contexto de alrededor. De hecho, el autor llega a identificar algunos lugares importantes que vivió el lehendakari en sus seis meses en Alemania. Desde un restaurante chino “al que no volver” -valoraba Aguirre- o a un ruso. “Iba porque sintiéndose deprimido, los cantos rusos le recordaban quizás a los de Eresoinka. Era curioso imaginarle en un ruso mientras los alemanes cazaban a comunistas. A pesar de constarme mucho trabajo he conseguido dar con esos lugares”.

Consultado al respecto de si los nazis estuvieron a punto de detener a Aguirre, Niebel se lo piensa y determina que sí, con matices. “Fuera de Alemania”. Pudo ocurrir cuando detuvieron a su hermano Juan Mari en Amberes en septiembre y soltaron en octubre. “Ahí -apostilla Niebel- podrían haber logrado indicios”. El presidente cayó en la cuenta de que habían arrestado a su pilar familiar y económico porque su mujer vivía separada de ellos en Lovaina. La detención fue un aviso a navegantes. Se vio en la tesitura de una expresión alemana: “Se está haciendo caliente la tierra, y se escapa. A Aguirre le salva que ni los totalitaristas españoles ni alemanes hacen la conexión entre sus dos identidades. Su suerte es que rompe contacto con la familia y su contacto político-social. Otros como Companys, a quien tachan de comunista por un saludo que lanza a un congreso comunista, o Largo Caballero no lo hicieron, que comparo en el libro con el del lehendakari”.

A juicio de Niebel, el Gobierno vasco no tenía diseñado un plan B. “No hay indicios de ello”. El lehendakari labró su fuga durante la marcha. No llevaba consigo el falso pasaporte ni sabía a dónde acudir. No lo detuvieron porque “los españoles del policía Urraca no tenían los medios, ni los nazis el interés”. Y, ¿qué le hubiera ocurrido si le hubieran detenido? “Si hubiera sido cuando su hermano, lo hubieran entregado como hicieron con Companys con el fin de que los franquistas les dejaran pasar con sus tropas desde Hendaia a Gibraltar, para ocupar el peñón. Es decir, hubiera sido un regalo”.

Niebel no tiene constancia de que existan palabras de Hitler sobre Aguirre. “Con toda la investigación que he hecho, habría dado con ellas”. “El lehendakari, tras la ocupación de Bilbao, no tiene importancia para los nazis. Leizaola era más importante para ellos porque encuentran un artículo en el exilio alemán que les parece comprometedor. Les importa menos el cargo que lo que hace. En la ficha consta que tenía un dossier sobre Leizaola, que por ahora no he encontrado”.

Dos partes. El libro de Ingo Niebel consta de dos partes. Una, la científica descrita por él. Y una segunda, a modo de making off, es decir, cómo se trabajó. Así, hace hincapié en lo que él denomina laberinto vasco. Por ejemplo, argumenta que utiliza la palabra lendakari, como se escribía en la época, y también lehendakari, en la actual. Con 15 años, conoció aquel laberinto. Las primeras impresiones de Gernika o los arenales de Laida o Laga, que tanto aprecia. Narra que llegó junto a sus padres y su hermano. Sus amigos de colegio se llevaban las manos a la cabeza. “Me decían: ¿Cómo puedes ir al País Vasco? Eso no son vacaciones porque están en guerra, como el Líbano”, sonríe Niebel.

“El lehendakari Aguirre, tras la ocupación de Bilbao por las tropas franquistas, no tiene importancia para los nazis”, señala el autor

Aguirre escondió su identidad bajo unas gafas sin graduar que le costaron 10 francos, a lo que había que sumar un bigote