demás del covid-19, que marcará indefectiblemente este terrible año a punto de finalizar, la actualidad en Navarra ha tenido una coordenadas políticas que requieren de un análisis retrospectivo. Corrientes de fondo y vectores progresistas que vienen marcando el devenir de los últimos años.
El año 2020 empezó políticamente fuerte, con la investidura de Pedro Sánchez y la conformación de un gobierno de coalición en la Moncloa, en una longitud de onda confluyente -que no simétrica- con el Ejecutivo foral. La apuesta articulada en 2019 en Navarra, que cincelaba un giro a la izquierda del PSN, tenía su correlato cinco meses después en el Gobierno del Estado. El desarrollo posterior de los respectivos acontecimientos constata que esta vez Ferraz no solo se ha limitado a dar un plácet al cambio en Navarra, sino que vistos los resultados de la repetición de las generales en noviembre de 2019, no tuvo más remedio que seguir una senda similar de acercamiento a Podemos y a algunas fuerzas soberanistas.
Tanto el PSN como el PSOE han roto así con el rumbo que les había lastrado en los últimos años. La importancia política de este cambio de vector es incuestionable. En los nuevos tiempos, la lógica se impone: los socialistas se entienden con las izquierdas, aunque no en todas las instituciones ni en un grado de coincidencia superlativo. Pero ese entendimiento en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento de Navarra tiene su respectiva plasmación presupuestaria. En Navarra, EH Bildu está siendo un socio clave. En el Estado, un apoyo novedoso. En conjunto, un antes y un después.
Hay coincidencia en calificar la posición de Navarra Suma en el Parlamento foral de más flexible que la que ha mantenido el PP y la propia UPN en el Congreso de los Diputados. En cualquier caso, la derecha sigue airada, atrancada en una estrategia similar aquí y allá, encomendándose al estruendo con el ánimo indisimulado de pescar votos entre votantes socialistas.
Como si estuviésemos en 1991, 1996 o 2011, puntos de giro en Navarra y en el Estado tras largos ciclos socialistas. Como si la confluencia en Colón de 2019 se hubieran quedado desmentida y borrada de un plumazo en este 2020 que ahora termina.
No es el caso, y la derecha se rearma y desespera con la única carta de que la crisis económica y social aparejada a la pandemia pudiera llevarse por delante a la izquierda. Los conservadores han olido la sangre de una herida social que empieza a brotar a pesar de los apósitos sociales.
Pero de momento la posición de Esparza y Casado se proyecta estéril, falta de credibilidad y en Madrid directamente obstruccionista. La derecha no genera ni de lejos la confianza suficiente de que de estar en el poder estaría gestionando mejor esta situación. Además, la salida europea de la crisis aparentemente entronca esta vez con las recetas progresistas. De lo contrario, el peligro es que se inflen aún más los apoyos ultras, con serio riesgo para la convivencia y aluminosis para el propio proyecto europeo.
Cuestiones internas
Movimientos en los bloques
Más allá del omnipresente covid, hay movimientos de alcance en el tablero político navarro. En junio, Javier Esparza revalidó su cargo como presidente de UPN, si bien el debate generado a raíz de la candidatura de Sergio Sayas, dejó alguna duda sobre la continuidad de la fórmula Navarra Suma. Entrados en verano, en agosto se anunció la creación de Geroa Socialverdes-Sozialberdeak. Un nuevo partido dentro de Geroa Bai, que a priori refuerza la estructura de la coalición, y ayuda a consolidar su caladero de votos, veremos si a ampliarlo. El Congreso que ahora ha elegido a Uxue Barkos como líder de la nueva formación certifica que la expresidenta sigue siendo un activo dentro de la política navarra, pero sobre todo, debería contribuir a proyectar nuevos nombres propios.
También habrá novedades más a la izquierda. En octubre Batzarre adelantó su intención de no reeditar la coalición Izquierda-Ezkerra, que se estrenó en un acto público en enero de 2011.
Batzarre mira hacia Podemos, y está por ver lo que haga IUN. Es posible que estas tres fuerzas terminen concurriendo juntas. Así que de continuar en liza Navarra Suma, lo que es muy probable, el próximo Parlamento podría estar conformado exclusivamente por coaliciones a excepción del Partido Socialista, que navega desde hace años en busca de eso que se denomina centralidad, intangible muy preciado, y más en tiempos de tremenda incertidumbre.
A futuro, el PSN lo mismo puede rentabilizar su liderazgo en el Ejecutivo en detrimento de Geroa Bai, tal y como apuntaba el Navarrómetro, como chamuscarse si siguen viniendo mal dadas. El Manual de Resistencia podría ser un buen regalo navideño de la propia Chivite a sus consejeros. Con un clínic de Iván Redondo, a modo de pack indivisible.
Queda mucho para 2023. De momento, tanto el Gobierno de Navarra como el Ejecutivo central no solo están muy lejos de naufragar, sino que disponen de una relativa holgura en condiciones extraordinariamente complejas. En estas circunstancias excepcionales dos años es un mundo. El Navarrómetro de septiembre no es el oráculo de Delfos, pero confirma que la política en Navarra está compartimentada en espacios muy definidos. Crecer no resulta sencillo, para nadie, mientras que estancarse o perder apoyos sí representa un serio riesgo para el conjunto de partidos. El próximo año será el primero de tres para sortear los baches y agarrarse bien en las curvas.