e enfrenta Urkullu a su probabilísimo tercer mandato con el primero de los deberes hechos para cualquier político: la indiscutible atracción del voto. Lo hace bajo el halo de la consolidación del lehendakari discreto, con peana en el trabajo y un compromiso adquirido con la ciudadanía, casi como un empleado hiperesponsable donde la estabilidad de su entorno es también la suya. Va a por su tercera temporada, como una serie de televisión, pero su más que segura tercera presidencia transitará otra vez por echarse el país a las espaldas, al igual que lo hizo tras la crisis económica de 2008, poniendo a las personas en el eje de su gestión.
Le ha tocado enfrentarse en los últimos meses a una misión sanitaria inédita que azotó la CAV, con foco en Álava y que no dejó pocos interrogantes sobre el trabajo del Gobierno en las primeras semanas. Cerró filas para contener la pandemia con el Gobierno de Sánchez y tragó decretos frente a la emergencia hasta que puso pie en pared: exigió información bilateral y consiguió que se asumieran sus postulados, desde los económicos a los más sociales, una suerte de conseguidor vía Skype con mando y plaza. De Ejecutivo a Ejecutivo puso fin al mando único de Madrid haciendo valer el autogobierno y la capacidad de gestión de su Gobierno. El covid supuso un terremoto, temblaban los cimientos, pero se dobló la curva y llega otra reconstrucción. Y ahí al frente, el mismo político para neutralizar los estragos tal y como lo hizo en 2012, cuando se estrenó en Lehendakaritza con el rescate del país en la cabeza tras la última crisis económica que, en Madrid, se sorteaba a base de austeridad.
Nacido en Alonsotegi en 1961, diplomado en Magisterio y especializado en Filología Vasca, ejerció la docencia en la ikastola Asti Leku de Portugalete y en el Colegio Félix Serrano de Bilbao. Afiliado al PNV desde los 15 años ofreció su primer discurso con 22 años en el Alderdi Eguna de Aixerrota cuando se empapó por el aguacero de aquel día de octubre de 1983 y que se recuerda como el bautismo de un político permeable a la construcción de un futuro político que se fraguaría en el aparato y le transitaría desde distintos cargos públicos hasta la presidencia del EBB, tras ocho años al frente de la Ejecutiva bizkaina y 30 de militancia. Comandar el PNV la primera vez en la historia que fue oposición le propulsó a la Lehendakaritza tras la salida de los socialistas de Ajuria Enea en 2012 y que desde entonces le mantiene al frente del Gobierno Vasco. Durante este tiempo su figura política no ha dejado de crecer ni consolidarse a base de huir de la crispación, abrazar la estabilidad y no improvisar nunca.
La tragedia del vertedero de Zaldibar le enfrentó a su crisis más emocional y que abonó aquel primer escenario electoral de abril con EH Bildu a cara de perro, un botín difícil de soltar para sus más firmes opositores. Fue el final convulso, junto al estallido de la pandemia, de una legislatura que tampoco ha sido fácil para un líder presa siempre del deseo de control. La retirada del apoyo del PP obligó a prorrogar los presupuestos e ir en busca de otros socios, estalló el caso de las filtraciones de la OPE de Osakidetza y la posterior dimisión de uno de sus consejeros con mayor peso técnico, llegó la sentencia del caso Miñano y Urkullu pidió perdón a la sociedad esmerándose en marcar las diferencias con la vieja y taimada corrupción sistémica española.
Al tiempo, su proverbial carácter moderado le indujo a ejercer de mediador en el conflicto catalán con los llamamientos a Puigdemont de que abandonara la vía unilateral y que tomaron forma en los documentos que Urkullu depositó en el Monasterio de Monserrat. Fue otro síntoma de un carácter metódico y prudente cultivado a lo largo de toda su vida política, desde que anotara línea a línea en sus famosas libretas negras las ideas que iban deslizándose en las reuniones del partido y que fueron esculpiendo un carácter reflexivo y discreto. La conquista de la confianza se robusteció con la firma del calendario para las transferencias pendientes y la inclusión de la negociación en el régimen económico de la Seguridad Social, un hito para Euskadi. Intramuros, la reforma del Estatuto permanece residenciada en el Parlamento Vasco, valorada como un éxito por el lehendakari para sentar las bases de una nueva relación con el Estado. Su foto en Bertiz junto a la entonces presidenta navarra Uxue Barkos puso la firma institucional al final de ETA, desarme incluido bajo las premisas de poner en el centro a las víctimas y una reflexión crítica. Su apuesta por la convivencia no se rebaja en el marco de una gestión política para un país con eje en la justicia social y que situaba, antes del covid, los índices de paro por debajo del 10%, como así prometió en 2016. Urkullu afronta su tercer mandato y seguramente el último donde su carisma reside en un mono de trabajo con otra ingente ardua tarea por delante: la de, una vez más, pilotar la salida del desastre.
Perfil
Desde la salida de los socialistas de Ajuria Enea en 2012 y su recuperación para el PNV, su figura política no ha dejado de crecer ni consolidarse
Datos personales
- Nombre completo: Iñigo Urkullu Renteria
- Año de nacimiento: 1961
- Lugar: Alonsotegi
- Residencia: Ajuria Enea
- Estado civil: Casado y con tres hijos